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En estas elecciones hay varios fenómenos
significativos más interesantes y que ameritan más análisis
que las cuentas de cómo quedaron las curules y los escándalos
montados alrededor del conteo de la registraduría (con los
que se ha distraído la atención de la población).
Las modalidades y cantidades de fraude o irregularidades además de superar cualquier proporción anterior tienden casi a lo caricaturesco: el voto de las negritudes se multiplicó por 30 (¡!) para caer las curules en candidatos de la Gata y Juan Carlos Martínez, ambos en la cárcel (sería interesante ver cuantos de esos votos fueron depositados por ciudadanos afro descendientes); en el Chocó aparecieron mesas con el total de la población votando y todas por el mismo candidato (de la 'U'); en los formularios E-14 del conteo preliminar se registran hasta dos veces más votos de los que aparecen físicamente en las urnas. Y aunque es obvio el exceso en los topes nada ha hecho el 'periodismo investigativo'. Votaron 13.1 millones, es decir 2.7 millones más que la vez
anterior. Pero como el censo electoral subió en 3.8 millones
de votantes potenciales la verdad es que la abstención se repitió.
Y si se tiene en cuenta que la votación en Sucre y en el Valle
se incrementó en más de 400.000 votos o sea más
del 40% (es dónde están los electorados del PIN y está
la demanda de revisión), el conjunto del resto del país
disminuyó la presencia en las urnas. Como además se
multiplicó el voto nulo y el voto en blanco (casi llegan a
dos millones), la realidad es que el voto efectivo, es decir el que
escogió a los elegidos, es sensiblemente inferior a comicios
anteriores, y hasta cierto punto así lo es la representatividad
que se deriva. Por supuesto la mínima atención al 'voto caribe' es casi una afrenta a la región, al igual que una señal de lo poco que se entiende que la Constitución contempla la reforma al ordenamiento territorial que nunca se ha presentado. Pero es que a los comentaristas les interesan más las 'primicias' que ilustrar a la opinión pública. Por eso, cometen pifias como en los primeros informes asumir que el porcentaje de la votación daba el número de curules en el Senado (porque se eligen 100 Senadores) y no tomaban en cuenta lo que correspondía a votos nulos y en blanco; o ahora ni siquiera mencionan el posible efecto de la cifra repartidora, que, aún si en participación por grupos es poco lo que cambiará, sí producirá casos que pueden ser sorpresas (recuérdese en Bogotá el lustrabotas que desplazó votaciones hasta 4 veces mayores). Marzo 25 de 2010.
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