Uribe tiene sus peleas como Gobierno
con la Corte Suprema y las ONGs; mantiene cerrada la posibilidad de
paz al conflicto armado interno (que tendría razón en
cuanto a que no es una guerra, pero porque lo que es es una guerra
sucia, con falsos positivos, chuzadas, persecución a la oposición,
etc.); dio más dimensión a la 'guerra al narcotráfico',
excluyendo cualquier posibilidad de políticas alternativas
a la solución militar y la tolerancia cero; y, como es bien
conocido en la historia del mundo que cualquier poder autócrata
-sea de derecha o de izquierda- cuando pierde poder y respaldo termina
siempre encontrando un enemigo externo que despierte el 'patrioterismo'
y polarice la opinión alrededor suyo, ahora, por tener nuestros
vecinos las mismas condiciones, se da una especie de 'el hambre con
las ganas de comer', en las que a los tres gobernantes de Colombia,
Venezuela y Ecuador les conviene la escalada de agresiones verbales.
Es poco probable que se llegue al enfrentamiento militar aunque ya
es bastante grave desatar guerras comerciales para ver a quién
afecta más.
Es ese el carácter 'guerrero' de nuestro Presidente, grave
cuando se maximiza al tener el poder del Estado, buscando imponer
a nuestros vecinos la misma guerra que internamente tenemos. Y nada
más conocido que cuando uno quiere pelea es fácil encontrar
argumentos para justificarla. Ni unos cohetes viejos ni una eventual
contribución simbólica a una campaña ameritan
clasificarlos como enemigos, cuando los intereses recíprocos
aconsejan caminos diplomáticos.
Pero no contento con eso ahora nos embarca en unas bases militares
para servir los intereses geopolíticos americanos, ya no a
través de la diplomacia sino de la logística de guerra.
Ahora pertenecemos a ese proyecto donde el poder militar americano
volvió a crear la IV Flota para cubrir a Suramérica
y el Caribe -la que había sido desmantelada desde el fin de
la segunda guerra-; donde como en el pasado propicia el golpe de Estado
en Honduras para poder mantener el control sobre Palmerola, la única
base que le quedaba en la misma región (una vez cerrada Manta);
donde en términos generales se opone a que la región
tome una orientación que se aleje de sus intereses, como si
todavía estuviéramos en la guerra fría y quien
no esté con ellos les representara un peligro para su seguridad.
Eso es lo que ven los países de Suramérica y no se debe
confundir el respeto por nuestra soberanía -que manifiestan
ante las visitas de Uribe- con la poca simpatía que despierta
esta decisión.
Ya fuimos los únicos que nos solidarizamos con la guerra de
Irak y ahora resultamos también enviando 'asesores' a la guerra
contra Afganistán. El presidente decide todo esto sin trámite
legal alguno. No se sabe que espera Uribe como contraprestación
pero sí que su posición es que no se sale del poder
si no se garantiza la continuidad de esa 'seguridad democrática'
que no es otra cosa que la continuidad de esas guerras y esas políticas.
El fracaso y el costo de estas guerras -como la inseguridad en las
ciudades, y la desatención a temas sociales, a la corrupción
o a la inversión en infraestructura, etc- han sido fruto de
ese carácter del gobernante ¿será que Colombia
adquirió ese carácter, o será hora de mostrar
una voluntad ciudadana diferente?
Agosto 6 de 2009.