VIENTOS DE GUERRA

Por Juan Manuel López Caballero

Uribe tiene sus peleas como Gobierno con la Corte Suprema y las ONGs; mantiene cerrada la posibilidad de paz al conflicto armado interno (que tendría razón en cuanto a que no es una guerra, pero porque lo que es es una guerra sucia, con falsos positivos, chuzadas, persecución a la oposición, etc.); dio más dimensión a la 'guerra al narcotráfico', excluyendo cualquier posibilidad de políticas alternativas a la solución militar y la tolerancia cero; y, como es bien conocido en la historia del mundo que cualquier poder autócrata -sea de derecha o de izquierda- cuando pierde poder y respaldo termina siempre encontrando un enemigo externo que despierte el 'patrioterismo' y polarice la opinión alrededor suyo, ahora, por tener nuestros vecinos las mismas condiciones, se da una especie de 'el hambre con las ganas de comer', en las que a los tres gobernantes de Colombia, Venezuela y Ecuador les conviene la escalada de agresiones verbales. Es poco probable que se llegue al enfrentamiento militar aunque ya es bastante grave desatar guerras comerciales para ver a quién afecta más.

Es ese el carácter 'guerrero' de nuestro Presidente, grave cuando se maximiza al tener el poder del Estado, buscando imponer a nuestros vecinos la misma guerra que internamente tenemos. Y nada más conocido que cuando uno quiere pelea es fácil encontrar argumentos para justificarla. Ni unos cohetes viejos ni una eventual contribución simbólica a una campaña ameritan clasificarlos como enemigos, cuando los intereses recíprocos aconsejan caminos diplomáticos.

Pero no contento con eso ahora nos embarca en unas bases militares para servir los intereses geopolíticos americanos, ya no a través de la diplomacia sino de la logística de guerra.

Ahora pertenecemos a ese proyecto donde el poder militar americano volvió a crear la IV Flota para cubrir a Suramérica y el Caribe -la que había sido desmantelada desde el fin de la segunda guerra-; donde como en el pasado propicia el golpe de Estado en Honduras para poder mantener el control sobre Palmerola, la única base que le quedaba en la misma región (una vez cerrada Manta); donde en términos generales se opone a que la región tome una orientación que se aleje de sus intereses, como si todavía estuviéramos en la guerra fría y quien no esté con ellos les representara un peligro para su seguridad.

Eso es lo que ven los países de Suramérica y no se debe confundir el respeto por nuestra soberanía -que manifiestan ante las visitas de Uribe- con la poca simpatía que despierta esta decisión.

Ya fuimos los únicos que nos solidarizamos con la guerra de Irak y ahora resultamos también enviando 'asesores' a la guerra contra Afganistán. El presidente decide todo esto sin trámite legal alguno. No se sabe que espera Uribe como contraprestación pero sí que su posición es que no se sale del poder si no se garantiza la continuidad de esa 'seguridad democrática' que no es otra cosa que la continuidad de esas guerras y esas políticas.

El fracaso y el costo de estas guerras -como la inseguridad en las ciudades, y la desatención a temas sociales, a la corrupción o a la inversión en infraestructura, etc- han sido fruto de ese carácter del gobernante ¿será que Colombia adquirió ese carácter, o será hora de mostrar una voluntad ciudadana diferente?
Agosto 6 de 2009.