ESCALONA NO HA MUERTO
Por Juan Manuel López Caballero

Me sorprendió ver como noticia en titulares e informes radiales y televisivos que Rafael Escalona había muerto. ¡A quién se le ocurre! Escalona no ha muerto; Escalona no muere.

El individuo al que le tocó lidiar con ser un personaje público, que le tocó enfrentar la catástrofe del éxito y responder a las exigencias del mundo mediático, aquel al que le tocó trasformar su vida para vivir entre candilejas una vida paralela a la propia, puede haber abandonado esta dimensión terrenal.

Pero para nadie que lo haya conocido, para nadie que sepa que sus cantos son su biografía, para nadie que haya conocido el encanto de Valledupar y la maravilla del vallenato, Escalona ha muerto ni puede morir.

Los escritores viven en la medida que sus obras vivan, y a Escalona, como el mejor de los escritores costumbristas colombianos, le bastaría la riqueza y la perfección de lo literario para ser inmortal.

Pero más importante que eso es que en la letra de sus canciones está su historia y la del mundo que lo ha rodeado, son su filosofía de la vida, y por eso su presencia será permanente mientras sus canciones se canten.

Porque, por la misma razón que los protagonistas de la guerra de Troya no desaparecen y siguen vivos en las páginas de la Iliada, el compañero de Jaime Molina, el sinvergüenza de la Brasilera, el amigo de la vieja Sara, el padrino tirapiedra, el de la picardía de pedir un peritazgo para comparar al viejo Sabas con el jerre jerre, el constructor de casas en el aire, el estudiante vallenato que pasa hambre fuera de su casa, etc., no es una persona que puede desaparecer.

Pero sobre todo no se puede decir que deja un vacío quien por el contrario llenó de vida a unos amigos, a una región y a una nación, los cuales se iniciaron en esa especie de religión que es la parranda (la verdadera, la del palo e mango) con los versos y la música de ese juglar.
La biografía de Escalona escrita hace tantos años por Consuelo Araújo da cuenta de la relación entre cada canto y las vivencias de su autor.

demás de un excepcional aporte al conocimiento del folclor colombiano merece ser leída como muy agradable obra literaria. Pero sin quitarle méritos como escritora, investigadora, y hasta cierto punto historiadora, lo que realmente agarra de ese libro (sobre todo a los ya enamorados del Valle de Upar y apasionados del vallenato) es lo que parecería un libreto nacido de la imaginación de un gran autor de novelas y por supuesto el personaje alrededor del cual discurre; ser motivo de una biografía y de un seriado de televisión en vida es apenas la muestra de lo excepcional de la historia de Escalona.

Pero como todo buen cuento o canto vallenato nadie mejor para expresar esto que el Maestro mismo: cuando las grandes cadenas de televisión RCN y Caracol decidieron explotar este filón (tan rico que Carlos Vives pasó de actor local a músico internacional y el vallenato comenzó a conquistar el mundo), contrató la una a Daniel para que sirviera de libretista y la otra pagó a la Cacica los derechos sobre su libro para llevarlo a la pantalla. Muchas peleas y demandas produjo esta situación que llevó incluso al rompimiento entre Daniel y Consuelo, compadres ambos de Escalona; éstas las resumió él con un 'eche, ¿y no será que soy yo quien tiene derechos de autor sobre mi vida?'

Mayo 17 de 2009.