Cuando un sistema político entra
en crisis, se necesita un 'Plan B' como alternativa de solución.
Cuando un modelo económico comienza a mostrar sus deficiencias
y predice un fracaso, se aspira que se proponga un 'Plan B' que lo
pueda sustituir.
Cuando un Gobierno se empantana y sus gobernados empiezan a constatar
que no está dando respuestas a los problemas reales sino está
obsesionado con un solo propósito sin tener en cuenta las repercusiones
que se dan en otros campos que interesan al ciudadano, se requiere
que aparezca un 'Plan B' que corrija esto.
Cuando antes que buscar mejorar las relaciones con los vecinos predomina
el deseo de demostrar que hay razones para entrar en enfrentamientos,
es el momento de buscar un Plan B para la política internacional.
Cuando antes que a derrotar la pobreza y la desigualdad se da prioridad
a que vengan las multinacionales a comprar las empresas nuestras a
precio de remate, estamos ante la urgente necesidad de un Plan B con
mejores principios y objetivos.
Cuando en un conflicto armado el buscar avances en una política
guerra se convierte en el único propósito, debe aparecer
un Plan B que lo sustituya por el de buscar la paz.
Cuando en vez de buscar alternativas para concretar un acuerdo humanitario,
el responsable de intentarlo se limita a repetir que los retenidos
deberían ser liberados unilateralmente, justificando en cierta
forma que los condena a seguir sufriendo el cautiverio mientras eso
no suceda, es hora de pensar en un Plan B que mire el problema de
otra manera.
Es urgente buscar un Plan B cuando en vez de conseguir recursos para
desarrollar políticas que ayuden a atender las necesidades
en materia de salud, de educación, de empleo de los colombianos,
un gobierno se felicita por recibir 'ayudas' para atender un problema
en el cual las causas y los objetivos corresponden a situaciones de
quien nos paga y no a las nuestras.
Y amerita pensar un Plan B ante el argumento de quienes aceptan que
sea usual que el Gobierno deba 'persuadir' a los congresistas compensándolos
con puestos y cuotas burocráticas, sin preguntarse si es mismo
que esto se haga para beneficio propio, que el beneficio sea ni más
ni menos que la presidencia, y que el costo sea ni más menos
que el desmantelamiento de la Constitución y de toda nuestra
institucionalidad.
Todo fracaso y toda política desacertada debe tener la opción
de un Plan B que subsane sus errores o deficiencias y produzca o por
lo menos permita suponer que producirá los resultados que hasta
ahora no se han logrado.
Cuando un partido de matices de izquierda aparece dirigido por directores
y voceros que no solo tienen ideología contraria sino lo reivindican
como una agrupación de centro que en vez de buscar alternativas
a un mal gobierno busca insertarse en él, tiene que aparecer
la propuesta de un 'Plan B' que rectifique el mal rumbo que se ha
tomado.
Así 'Liberales Plan B' no es una disidencia de un partido -del
Partido Liberal- sino la defensa y reivindicación de una ideología
que han abandonado los representantes del partido que se identificaba
con ella; no está detrás de una candidatura, ni es una
anticandidatura; es la propuesta de rebelarse y buscar alternativas
a un estado de cosas ante las cuales es indignante la resignación
y la sumisión que muestran nuestros dirigentes.