¿QUIÉNES SON LOS 'DESCHAVETADOS'?


Por Juan Manuel López Caballero

Las últimas intervenciones del Presidente venezolano han metido a todo el mundo en la 'chavetología'.

La necesidad que ha tenido el Presidente Uribe de despertar el sentimiento 'patriótico' para recoger el unanimismo coincide con la versión divulgada por los medios, según la cual Chávez tiene una especie de enemistad contra Colombia que lo ha llevado a unirse a las Farc para hacerle daño a nuestro país.

No se entra en un análisis de si en verdad esto es así; si en caso de ser esto cierto, cuál es el motivo; o menos aún de cuál otra razón podría llevarlo a actuar tal como lo hace.

A la estrategia mediática de 'montar' el equivalente a una guerra fría contra Venezuela y Ecuador se le adiciona la de propalar la idea de que esta se ganó con las nuevas declaraciones de esos mandatarios. Que a Chávez le tocó 'echarse para atrás' ante las revelaciones del computador de 'Raúl Reyes', o que porque es un zorro dice eso para aparentar lo contrario de lo que realmente se propone, que sería seguir apoyando la guerra de las Farc.

Una visión alterna sugeriría que Chávez no es tan obtuso ni tan simple como para tener esa posición en relación a Colombia.

Razones no le faltan para ver en el actual Gobierno si no un enemigo en todo caso un peligro. Con el antecedente de haber sido el primero (¿el único?) Gobierno que aprobó el golpe de Estado en su contra, que recibió en asilo a quien lo dio, que secuestró a Granda en su territorio, o que está representado en el Ministerio de Defensa por quien asumió como objetivo de su proselitismo la enemistad casi personal hacia él, no es difícil entender que hay una prevención fundada en la actitud de Chávez.

Pero al mismo tiempo es evidente que tiene una visión de un contexto algo más amplio e histórico que su molestia con el actual Gobierno. Entre los posibles fundamentos para su posición ante ese grupo insurgente podría estar el mismo que la guerrilla argumenta para justificar su lucha -la convicción de que las injusticias sociales hay que combatirlas-, o sea lo que ve como su 'misión' de adelantar la 'Revolución Bolivariana'; o la relación que nuestro Gobierno tiene como peón de brega del presidente Bush, a quien considera un enemigo declarado.

Estas consideraciones le producen una afinidad con las Farc, pero no hasta llegar al despropósito de odiar a nuestro país o al de embarcarse en una guerra en contra.

Por el contrario, la lógica de que a cualquier vecino le interesa buscar la paz del país de al lado, que su experiencia y su estrategia ha sido exitosa en divulgar y ayudar a imponer sus convicciones por la vía de las urnas, que la lucha armada evidencia incapacidad para lograr la victoria política, o que sería esto una locura ante la comunidad internacional, sugeriría que sus últimas declaraciones lejos de significar un cambio de posición confirman cual ha sido el sentido de sus actuaciones hasta ahora.

Y daría razón a quienes vemos que la intervención humanitaria para la liberación de retenidos, la solicitud de beligerancia para dar viabilidad a unos diálogos, o ahora la afirmación que la guerra de guerrillas es obsoleta e inconducente, o el reconocimiento tácito de que secuestrados y prisioneros de guerra son diferentes, serían pasos para regularizar el conflicto armado y buscar la paz, lo cual a pesar de ser contrario a las necesidades políticas del presidente Uribe es lo que necesita Colombia.