Hemos estado abrumados los últimos
días (o semanas o meses) con las noticias de los distanciamientos
con Ecuador y Venezuela y los avatares del Tratado de Libre Comercio
(TLC).
Leí una interpretación, interesante por lo provocativa
y por no ser totalmente imposible, según la cual el bombardeo
a Raúl Reyes -que sin lugar a dudas fue con algo más
que la connivencia del Gobierno Bush- pudo tener el propósito
de crear un conflicto (como en efecto lo hizo), con la expectativa
de que los demócratas se vieran forzados a considerar que el
negar el TLC con Colombia implicaba dejar abandonado al aliado en
el momento en que se enfrentaba con quienes han sido enemigos declarados
de los Estados Unidos.
Como se sabe eso no sucedió, y la interpretación que
dan en Venezuela es que Chávez 'les salió general',
y en vez de cazar la pelea (o retirándose a tiempo) les respondió
con la misma moneda, apoyando al Ecuador para que cumpla ante Colombia
el mismo papel que los Estados Unidos nos hace desempeñar ante
Venezuela.
El hecho es que en esta guerra fría, los efectos y las armas
que se verán serán sobre todo comerciales.
Aparece aquí de bulto la torpeza o la mala política
de nuestro gobierno en ese sentido, al haber pretendido lograr un
TLC que en nada beneficiaba al país, excepto en acercarnos
más a un Gobierno que hoy repudia el resto del mundo (y su
propia población), y que tuvo como costo el renunciar a la
oportunidad que significaba un vecino infinitamente rico que dentro
de su proceso revolucionario incluye el aumentar vertiginosamente
sus importaciones.
En efecto, bajo la propuesta contraria a la de 'el desarrollo económico
tiene costos sociales que toca asumir' que ha regido al neoliberalismo,
el gobierno de Venezuela ha aceptado que su producción disminuirá
por la huida de los empresarios, pero se ha guiado por el objetivo
de 'el carácter social de la revolución Bolivariana
tiene costos económicos que vamos a asumir', y, sobre la base
de que tienen suficientes recursos en las reservas y las exportaciones
de petróleo, están decididos no solo a abastecer de
comida, salud, educación y servicios públicos a toda
la población, sino a sustituir por bienes importados lo que
disminuya la producción interna.
Difícil mejor coyuntura para aumentar y diversificar nuestras
exportaciones y nuestros compradores.
Sin embargo, por 'hacerle el mandado a otros', nos declaramos enemigos
de esa revolución, y, en vez de entenderla y eventualmente
aprovecharla, el gobierno y sus áulicos se dedicaron a desprestigiarla,
en parte con desinformación, y en parte presentando como fracasos
los cambios que justamente ese proyecto busca.
En los últimos cinco años ha sido el país con
mayor aumento de entradas pero además el de mayor crecimiento
del mundo; nuestras exportaciones hacia allá habían
aumentado más de 50%, pero el manejo de la relación
con el Presidente Chávez por parte del Presidente Uribe llevó
a que la consigna sea sustituir por importaciones de otros países
todo lo que se está comprando a Colombia. Así mientras
sus compras externas siguen creciendo en forma geométrica,
nuestra producción de carros disminuyó en un 30% o nuestra
participación en su balanza comercial bajo del 16% al 7%...
pero para los defensores del Gobierno hacemos bien con seguir la actual
política porque ese señor osó enfrentar a nuestro
gobernante (sea éste Bush o su intermediario Uribe).