LA COLOMBIA DE URIBE


Por Juan Manuel López Caballero

Con la angustia de quien teme perder un padre o de quien, siendo asalariado, se asusta de lo que sería la empresa sin el patrón, una mayoría (¿84%?) de la población colombiana piensa en función de lo que imaginan sería el país sin Uribe.

A otros nos preocupa lo que es hoy.

No son propiamente 'logros' lo conseguido en el campo internacional:

Perdimos el primer round en la Corte de la Haya , la cual dijo que no existían fronteras marítimas con Nicaragua, negó nuestra soberanía sobre las aguas que pretendíamos, y ordenó una negociación con ellos.

En el caso del Ecuador, los países suramericanos descartaron la tesis de la 'defensa preventiva' que Colombia creyó que iba a ser impuesta por los Estados Unidos, y por el contrario se reivindicó el principio de la soberanía territorial (no se 'condenó' a Colombia porque lo aprobó y pidió excusas); y quedamos aislados del resto del subcontinente que se negó a calificar de terroristas a los grupos irregulares (Colombia dejó incluso una 'protesta' al respecto).

El conflicto interno que se supone que no existe se convirtió en 'guerra fría' con los vecinos; quedamos calificados como el problema de la región; y el mundo interviene para la búsqueda de fórmulas para que cumplamos al menos los preceptos humanitarios (las Cortes de Derechos Humanos sentencian en contra de Colombia y el desplazamiento es calificado de 'catástrofe humanitaria').

Tampoco parece haberse aprovechado bien la favorable coyuntura económica

Contrario a las expectativas del modelo de 'globalización', nuestra balanza comercial se ha vuelto cada vez más deficitaria.

La balanza de pagos equilibra ese déficit con remesas de Colombianos que tienen que exilarse porque la 'Patria' les niega las oportunidades aquí, y con la enajenación al Capital extranjero de nuestras empresas ('inversión' lo llaman); es decir que vamos camino de ser un país en liquidación, sin bienes y sin gente.

Las fuentes de trabajo internas son principalmente alrededor de las armas (como militares profesionales, empleados de compañías de celaduría, o rebusque delincuencial); con la multiplicación de la miseria en las esquinas de las ciudades y el abrumador éxodo del campo (no se sabe si 2.5 o 4 millones de habitantes) y sin datos confiables sobre el tamaño del problema (el subempleo triplica lo que supuestamente baja el desempleo).

El TLC está en un limbo, sin saber si es mejor que pase o no. Y la revaluación, que favorece al Gobierno al disminuir sus costos de deuda externa, acaba con la vida de las empresas (ensambladoras de automóviles y textileras -banderas por excelencia de la industrialización- han reducido en 30% su producción, y la insuficiencia de alimentos nos ha llevado a casi doblar las importaciones de hace 4 años)

Por último la institucionalidad y legitimidad de nuestro orden democrático está más que deteriorada, no sólo por el desconocimiento y las violaciones que han caracterizado las actuaciones del ejecutivo y el manoseo permanente a la Constitución , sino por la participación parapólitica en el Congreso de la República.

Sobra decir lo que representa tener no 5 ni 10 sino ya 60 parlamentarios investigados o sentenciados por lo que en el mundo son crímenes de lesa humanidad (¡!).

Qué decir de la ética del 'todo se vale', propiciada por el Gobierno, y según la cual es justificable la aplicación por el Estado y el Ciudadano de las mismas reglas y los mismos métodos que los delincuentes