URIBE: ¿BUEN POLÍTICO O BUEN GOBERNANTE?


Por Juan Manuel López Caballero

Sería necio desconocer que Álvaro Uribe ha tenido grandes éxitos como político.

Pero no necesariamente el éxito como político significa buen gobernante, en la medida que a sus gobernados les podría convenir más algo que represente mejores respuestas a los problemas ciudadanos aunque signifiquen para él menos como logros políticos.

Yo creo que la inmensa mayoría del país preferiría un éxito en mejorar las relaciones con los vecinos, que demostrar que tenemos la razón al buscar el enfrentamiento;

Preferiría tener un avance en la búsqueda de la paz, que una victoria en alguna operación de guerra;

Preferiría lograr un acuerdo humanitario para liberar a quienes las FARC tienen en cautiverio, que el probar que si quisieran las FARC podrían liberar unilateralmente los cautivos sin necesidad de despeje Pradera y Florida;

Preferirían el éxito de poder andar por unas carreteras donde la seguridad consista en que no hay peligro, que el de que esa seguridad dependa de que haya tanquetas y retenes militares cada tantos kilómetros;

Se sentiría mejor con que las víctimas de la barbarie del paramilitarismo reciban la justa reparación, que con la desmovilización a medias y con la cuasi-impunidad de sus victimarios;

Nos convendría que se consigan ayudas para atender la educación y la salud de los colombianos, más que el recibir millones de dólares para convertirnos en el escenario de una guerra donde se supone que se protegería a la juventud americana de su tendencia al vicio;

Sería mejor que los presupuestos y la inversión del Estado se reflejen en fuentes de trabajo para los jóvenes y en formas de enriquecer a la colectividad, a que sean esos recursos y esos jóvenes -y el objetivo único de mantener una guerra- la principal fuente de empleo de la Nación;

O buscar disminuir las condiciones de pobreza y desigualdad de nuestra población, antes que atraer a las multinacionales con la venta de nuestras empresas a precios de remate para cubrir con ello los déficits de nuestra balanza comercial;

Es preferible renegociar el TLC dentro del propósito de que la mayor parte de sus efectos benéficos se orienten a mejorar la situación de nuestro país y a cerrar la brecha que nos distancia de la contraparte (como han sido los tratados de libre comercio entre la Unión Europea), a lograr que el Presidente Americano impulse en su Congreso uno que cierre los ojos a lo que nos pasa y nos pase a nosotros, y busque su aprobación en función de que la libre competencia le permite a sus empresas aprovechar esa brecha y las ventajas que tienen respecto las nuestras;

Más importante sería que se rescataran y reactivaran nuestros sectores productivos de importante impacto económico y social -v.gr. agricultura y manufacturas-, a que el beneficio que da la revaluación del dólar se refleje en la reducción del gasto del ejecutivo en la deuda externa, pero a costa de la crisis de ellos;

Nos convendría más avanzar en la consolidación de un verdadero Estado Democrático donde la garantía para las minorías, el equilibrio de poderes, y el propósito de acabar con la injusticia social sean las características de una Constitución cuya jerarquía superior se reconoce y se respeta, que el encontrar un líder del cual depende el país, sin el cual no podemos existir, y por lo cual la Carta Magna supone deber adaptarse a ello.