BOLIVIA

POR JUAN DIEGO GARCÍA

La doble moral constituye una constante de la política de los países metropolitanos. El colonialismo tradicional por ejemplo no se justificaba en la búsqueda de materias primas y mercados sino en la extensión de la civilización cristiana y occidental a los "pueblos bárbaros" aunque se tuvieran que hacer malabares para explicar en este contexto el saqueo, la destrucción de culturas milenarias, el trabajo forzado y la esclavitud. El nuevo colonialismo discurre de igual manera: no se trata de asegurar a las actuales metrópolis materias primas, productos energéticos y mercados cautivos para sus sobrantes agrícolas e industriales sino de expandir el comercio en beneficio de todos y llevar la democracia burguesa a la totalidad del planeta.

En Latinoamérica no se trata de llevar la democracia (supuestamente implantada en toda el área) sino de salvarla de ciertos "populismos" que la ponen en riesgo, sin importar que estos gobiernos respeten escrupulosamente los procedimientos democráticos y sean muy moderados en sus políticas, considerando la dimensión enorme de sus problemas. Precisamente por intentar que la democracia sea algo más que palabras huecas serán tildados de "populistas irresponsables", "fomentadores del narcotráfico" o "apoyos del terrorismo".

El caso de Bolivia resulta especialmente llamativo por la moderación de Evo Morales y su infinita tolerancia ante las maniobras de la oposición y el intervencionismo grosero de ciertos gobiernos y sus multinacionales.

La nacionalización del petróleo, el gas y otros yacimientos minerales, por ejemplo, es el cumplimiento de una promesa electoral que respaldó en las urnas más del 60% de la ciudadanía. Con el acostumbrado cinismo de las elites se argumenta que cumplir promesas electorales es ya una práctica en desuso y en muchos casos una decisión irresponsable. Pero Morales, desoyendo tales prédicas, se empeña en permanecer fiel a la palabra dada. Tampoco importa que la nacionalización de recursos naturales se reduzca principalmente a una mayor participación del estado en los beneficios de las multinacionales ni que medidas similares de la Revolución popular de 1951 fueran más radicales. Los afectados insisten en sus lamentaciones y añaden incluso que Morales, dando muestras de gran irresponsabilidad, destina esos nuevos fondos a financiar programas de asistencia sanitaria básica, alfabetización y una modesta pensión a las personas ancianas en situación de extrema necesidad. (un despilfarro, a los ojos de la oposición).

El proyecto de nueva constitución -otra promesa central de la campaña electoral de Morales- se ha realizado respetando al pié de la letra la legalidad vigente. Además, y en una decisión ciertamente ingenua, Morales -que tiene mayoría entre los constituyentes- acepta que los capítulos principales del nuevo texto se aprueben mediante un mecanismo tramposo que da a la derrotada oposición el derecho de veto. Y lo han utilizado hasta la saciedad para defender sus privilegios.

Pero aún así no están satisfechos. A pesar de estas concesiones generosas la oposición ha utilizado los métodos más sucios para empantanar el debate llegando al bloqueo físico mediante grupos paramilitares y saboteadores que impidieron por meses la reunión de los constituyentes. El gobierno apenas actuó, soportó hasta lo indecible y se deshizo en llamamientos permanentes a la cordura, la calma y el diálogo sin que todo ello fuera obstáculo para que la oposición denunciase a Morales como dictador en ciernes, agente de Chávez y Castro, enemigo de la democracia y un peligro para la región.

Tampoco se actuó con firmeza contra los referendos separatistas que buscan romper la unidad nacional y sacar a Morales del gobierno. Unos referendos que apestan a racismo e impiden el razonable equilibrio entre regiones. Pretenden que el destino de los recursos naturales sea de la exclusiva incumbencia de las regiones, excluyendo al estado; desean una autonomía tan extrema que consagra de hecho la separación territorial. Alientan un regionalismo pernicioso con tópicos de fácil manejo sobre el "centralismo asfixiante" de las regiones andinas y promueven un racismo primitivo que alega la "inferioridad" de las "razas indígenas". Nada pues que sea realmente original pero eso si, de probada eficacia para los propósitos separatistas.

Seguramente que en las filas del gobierno y sus mayorías sociales se estará reconsiderando la conveniencia de tanta tolerancia y tanto llamamiento al diálogo con quienes no lo desean. Y no faltará tampoco quien solicite la aplicación estricta de la norma contra los promotores de referendos ilegales, predicadores de racismo y organizadores de bandas armadas que intimidan la voluntad de los votantes; los mismos que en sus haciendas someten a los indígenas a condiciones cercanas a la esclavitud.

Hay pues muchas razones para exigir mano dura contra unas minorías dispuestas a llegar hasta la violencia para obtener por la fuerza el gobierno que la ciudadanía les negó en las urnas. No es casual que los paramilitares colombianos -expertos en la materia- estén presentes y activos en Bolivia y resulta significativo que hasta hoy no exista una aclaración satisfactoria de la oposición y las autoridades estadounidense sobre la fotografía que muestra al embajador gringo en animada charla con uno de los jefes de la oposición y un conocido paramilitar colombiano contra el que pesa una orden internacional de busca y captura por múltiples crímenes.

El socialismo de Evo Morales no marxista. En realidad, se inspira más en principios cristianos y en tradiciones indígenas y tiene como objetivo inmediato recuperar la soberanía nacional y realizar las tareas que la burguesía ha sido incapaz de adelantar para sacar a Bolivia del atraso y la pobreza. Su gobierno es ante todo nacionalista, algo sin duda altamente revolucionario en un país que tiene recursos naturales a defender de la voracidad de las multinacionales y la venalidad de la elite local. Ser nacionalista en Bolivia exige desalojar del gobierno a la oligarquía corrupta que desde siempre han preferido adherirse al colonialismo y la dependencia antes que emprender la construcción de su propio país. Como lacayos de los extranjeros se han asegurado grandes ventajas materiales, eso si, condenando de paso al resto de la población a la miseria. Y no desean renunciar a tan lucrativo negocio.

La elite criolla entregó los recursos del país a las multinacionales que han saqueado a placer, dejando tras de si los socavones vacíos, la destrucción medioambiental, la silicosis de los mineros y la miseria de los campesinos. Y cuando las urnas "vuelven la tortilla" los de siempre levantan sus voces airadas y salen a la calle a sabotear, atemorizar y organizar el derribo del indígena que ha llegado al gobierno poniendo en peligro sus privilegios.

Morales insiste en respetar la legalidad. Ante el curso que toman los acontecimientos y el riesgo de una guerra civil, llama a un referendo revocatorio tanto de la presidencia como de las gobernaciones regionales; propone que decida la ciudadanía, que sea otra vez el pueblo quien escoja el rumbo a seguir. De nuevo tiende la mano, seguro del apoyo de la población a sus políticas. Evo ganará en las urnas este nuevo desafío sin que por eso cambie la conducta de la oposición que volverá a las andadas y será aún más agresiva que antes pues se juega el todo por el todo. Tampoco será diferente la actitud de las multinacionales que también se arriesgan mucho en esta batalla.

La paciencia de los indígenas es grande pero no infinita; son especialmente empecinados y valientes cuando deciden derribar las montañas centenarias que les aplastan. Nadie soporta indefinidamente ver escupida la mano que se ofrece, nadie admite eternamente la bota sobre la nuca; nadie se sentirá obligado a respetar unas reglas del juego que los demás desconocen.