¡NO MÁS ESTA VERGÜENZA PATRIA!

 


POR MAUREÉN MAYA*

Colombia a lo largo de su historia republicana ha estado sometida a una guerra intestina que ha hecho que varias generaciones de nacionales no conozcan realidad distinta a la de la guerra. Sometida a gobiernos corruptos y despóticos, a masas hambrientas, asustadas e ignorantes y a la silenciosa legitimación del crimen y de todo lo abyecto, se ha ido perfilando esta realidad; una realidad dolorosa y sombría que exhibe muestras de una barbarie y depredación humana si precedentes.

Colombia, una república, un Estado social de derecho, un país que se ufana de tener la democracia más vieja del continente no sabe, no conoce lo que es vivir en democracia.

Hoy se presenta una oportunidad histórica para retar esta historia fragmentada, para desenmascarar el régimen que nos gobierna y manipula; para de una vez por todas empezar a construir un camino diferente. Para unirnos por una causa social sobre hechos que nos afectan a todos de manera indefectible y que dejará huella indeleble sobre nuestra vida y nuestra historia.

El shock en el que se encuentran las mayorías que entregaron su voto confiadamente y que hoy intuyen que el fraude les arrebató la posibilidad de llevar una fuerza ajena a la maquinaria tradicional al poder, contribuye significativamente a formular esa oportunidad histórica de transformación.

 

SÓLO UNA SOCIEDAD HOMOGENIZADA Y SILENCIOSA PODRÁ SOBREVIVIR

Muchas personas me han dicho "deje así", derrotar a las mafias que gobiernan es imposible, es de ingenuos el imaginarlo, es de necios y suicidas el lucharlo; nada cambiará esta historia, jamás. Seguirán nuestros ríos arrastrando cadáveres, la tierra seguirá cubierta por la sangre de los inocentes, los niños seguirán comiendo raíces y muriendo a causa de la desnutrición, muchas madres seguirán clamando en el desierto, exigiendo justicia para sus hijos asesinados por agentes del Estado en los llamados "falsos positivos", otros compatriotas irán a la cárcel por pensar diferente acusados de terrorismo, miles de colombianos seguirán desapareciendo, huyendo de sus tierras, otros tantos deberán marchar a países lejanos -o no tanto- pero habitar fuera de las fronteras para garantizar su derecho a la vida. Sólo una sociedad homogenizada, obediente, silenciosa y mansa podrá sobrevivir.

No lo aceptó y no lo creo.

Creo que con un poco, sólo un poco de imaginación podremos ver que si es posible que el horror actual sea superado. No es terrorismo, es una interpretación de hechos y acciones que claramente nos indican hacia donde nos puede llevar la consolidación de la mafia en el poder otros 8, 12 o 16 años más…. No es posible aceptarlo en cómplice silencio; ¿qué hacemos entonces con esta conciencia que nos desafía? ¿Con esta rebeldía ante todo lo que sucede a nuestro alrededor y que nos indigna y ofende? ¿Qué sentido daremos a nuestra vida?

Creo que con un poco de amor por el país, por nuestras familias, amigos y por esta tierra, y con una gota de sentido de solidaridad podemos sentir el llamado que hoy nos hace la historia y las nuevas generaciones que mañana, como herederos de este limbo de miedo y violencia, podrán, y con sobrada razón, señalar con dureza todas nuestras omisiones y cobardías.

No finjamos más que no vemos, que no oímos, que no sentimos; no más por favor…

Por la memoria de los muchos que murieron luchando por cambiar este país, por los muchos que hoy siguen luchando aunque sean perseguidos y señalados, por nosotros mismos, por la dignidad de este hermoso país, es urgente llamar a la unidad ciudadana y recuperar a la Colombia que desde hace lustros la mafia mantiene secuestrada.

El fraude electoral (con quema y suplantación de urnas, alteración de programas electrónicos, compra venta de votos, suplantación de identidades, constreñimiento, chantaje, intimidación) debe ser demostrado, denunciado y reparado. Esa debe ser nuestra misión principal. Es ahora. Por supuesto sé que no será sencillo, que todo conspira en contra, que ni siquiera contamos con organismos de control dispuestos privilegiar sus deberes y juramentos sobre las demandas de los poderosos o los favoritismos políticos con los que cuentan; no es sencillo, lo sabemos todos, pero tampoco es imposible. Hagamos uso de los instrumentos constitucionales que tenemos, de la fuerzas sociales que poco a poco se unen y que desean aportar a la consolidación de un país distinto, uno que al menos sea amable y vivible. ¡No dejemos pasar esta oportunidad!

LA HISTORIA COLOMBIANA NO PUEDE SEGUIR TEJIDA POR LA VIOLENCIA

Es el momento de lograr por las vías legales que otra persona, alguien ajeno a los círculos de poder, asuma las riendas del país. No es posible estar de acuerdo con él en todo, pero sabemos que es un hombre decente que puede conducir el país en otra dirección, en una más humana y realmente democrática.

Nuestra historia no puede seguir siendo tejida por la violencia o la llamada cultura de la muerte. El fraude electoral, la imposición del capital como factor determinante en la elección popular de gobernantes, la suplantación de los poderes públicos, el desprecio ciudadano hacia lo público, el desprecio por la vida, la traquetización de las relaciones y de la cultura, los elevados índices de impunidad, la miseria de las mayorías, la inmunidad de los poderosos ante la justicia, la industria de la desinformación, los crímenes de lesa humanidad con la complicidad de las autoridades civiles y militares, el saqueo al erario público, el control de las mafias y de oligarquías impías sobre el Estado hacen que Colombia hoy se encuentre sumida en una verdadera derrota moral. Ello no puede ser nuestra herencia a perpetuidad. Necesitamos un cambio y la oportunidad para empezar a construirlo de manera clara es AHORA.

ASÍ NO PODEMOS SEGUIR

Sí estamos hastiados de la guerra, del odio, de la polarización política, de vivir siempre bajo el yugo del miedo y la culpa impuesta; cansados de sentirnos obligados -para preservar la vida y la integridad- a emular el discurso oficial y hacer uso de un lenguaje y de un comportamiento que nos contradice en esencia; de tener que reconocer que cualquier ciudadano puede ser un victimario, de tener que hacer de la desconfianza un arma permanente de supervivencia, es hora de actuar; de entender que así no podemos seguir.

Yo no quiero vivir en un país en el que cada semana tengamos que acudir a entierros, despedir amigos que se van al exilio, extrañar desaparecidos, escuchar testimonios que nos avergüenzan como humanos, abrazar con impotencia a las víctimas que pierden en impunidad a sus seres queridos, ver la dolorosa miseria de las mayorías, la falta de oportunidades para las juventudes que deben regalar su vida en una guerra fratricida, no quiero más soldados entrenados como sicarios a sueldo, ni hablar con miedo por teléfono sintiendo que todo puede ser grabado y eventualmente usado en mi contra, temer la muerte de los amigos y familiares, temer el arresto arbitrario, los montajes judiciales, las persecuciones, temer la propia claudicación a causa de la soledad y la asfixia...o el creer que no se puede…

No deseo más esta derrota, esta vergüenza patria para ningún colombiano…

¡ACTUEMOS YA!


*Periodista e investigadora social colombiana.

Bogotá, junio 3 de 2010.