EL PANORAMA POLÍTICO EN COLOMBIA

FRENTE AL SÍNDROME DE STALINGRADO, URIBE SE REFUGIA
EN EL OPUS DEI Y EN LOS EMPRESARIOS

La gran derrota que sufrió el presidente Álvaro Uribe Vélez en los comicios de octubre en que su tan publicitado referendo fiscal se hundió y sus candidatos que respaldaba a diversas alcaldías y gobernaciones del país salieron derrotados en forma contundente, sirvió para que el mandatario dejara al descubierto su intención de no gobernar con los partidos tradicionales que vienen afrontando una crisis estructural y, por el contrario, privilegiara a sus amigos empresarios e industriales a los que, en gran medida, les debe el haber llegado al poder.

Uribe en eso ha sido frentero, pues desprecia a los llamados caciques electoreros a los que califica de "manzanillos corruptos de cuello blanco" y ha sido crítico del papel que vienen jugando los partidos políticos. Por eso se ha abstenido de negociar con el Congreso y de hacer repartos burocráticos a fondo.

Si bien les mantiene a los congresistas las cuotas burocráticas que les otorgó el anterior gobierno de Pastrana, Uribe no quiere entrar en un proceso de toma y daca para hacer pasar su agenda legislativa en el Congreso.

EL RENEGADO

Es su nuevo estilo, pues no hay que olvidar que Uribe Vélez es un renegado de la vieja política que hoy critica y combate. Es preciso recordar que el hoy Presidente de Colombia se inició en la actividad pública ni más ni menos que en el nido clientelista de uno de los barones electorales más conspicuos en materia del tejemaneje burocrático como el dirigente antioqueño Bernardo Guerra Serna.

Gracias al padrinazgo de ese barón tradicional del liberalismo de Antioquia, Uribe Vélez logró escalar los diversos peldaños de la administración pública. Aprendió tan bien la lección de los intríngulis clientelistas y politiqueros de Guerra Serna que a poco de ingresar a su movimiento le armó disidencia e hizo tolda aparte.

En los diversos puestos públicos que ocupó tanto en la administración seccional de Antioquia, como en la Alcaldía de Medellín y la Aeronáutica Civil, entre otros, Uribe Vélez supo "muñequear" muy bien las diversas circunstancias políticas y como buen dirigente que se respete, conoció como el que más la dinámica clientelista del sistema político y electoral colombiano.

Ahora reniega de ese estilo que practicó y a partir de que se candidatizó a la Presidencia de Colombia se ha mostrado como un cruzado contra "la corrupción y la politiquería".

FRACASO DE LA DIRIGENCIA POLÍTICA

Ante las sucesivas frustraciones que Colombia ha tenido con su clase dirigente y sus partidos tradicionales, Uribe Vélez tuvo el tacto y la inteligencia de haber labrado su candidatura presidencial asumiendo una postura independiente y renegando de su pasado clientelista.

Gracias a una bien montada campaña mediática, el desprestigio del gobierno de Pastrana y el decidido apoyo de los sectores de derecha más recalcitrantes del país, Uribe ganó en la primera vuelta electoral. Desde un comienzo mostró su inclinación de gobernar con los representantes tecnocráticos y neoliberales del país frente al fracaso en la gestión pública de los dirigentes políticos.

Cómo éstos han demostrado no tener capacidad de gestión ni credibilidad pública y por eso en Colombia como en otros países latinoamericanos ha hecho carrera la "antipolítica" como consecuencia de la crisis de los partidos, Uribe escogió a destacados asesores y servidores del sector privado y de las transnacionales como sus inmediatos colaboradores y, para disimular ese sesgo empresarial, designó algunos ministros con trayectoria pública, más tecnocrática que política.

Ese gabinete tecnocrático sacado de las entrañas del sector privado con un claro tinte ultraconservador funcionó medianamente gracias al respaldo electoral que obtuvo Uribe en las elecciones presidenciales. Pero comenzó a desmoronarse tras la derrota del referendo y el cansancio que mostraba un país tras catorce meses de autoritarismo del gobierno.

Cómo éstos han demostrado no tener capacidad de gestión ni credibilidad pública y por eso en Colombia como en otros países latinoamericanos ha hecho carrera la "antipolítica" como consecuencia de la crisis de los partidos, Uribe escogió a destacados asesores y servidores del sector privado y de las transnacionales como sus inmediatos colaboradores y, para disimular ese sesgo empresarial, designó algunos ministros con trayectoria pública, más tecnocrática que política.

Ese gabinete tecnocrático sacado de las entrañas del sector privado con un claro tinte ultraconservador funcionó medianamente gracias al respaldo electoral que obtuvo Uribe en las elecciones presidenciales. Pero comenzó a desmoronarse tras la derrota del referendo y el cansancio que mostraba un país tras catorce meses de autoritarismo del gobierno.

EL SÍNDROME DE STALINGRADO

A partir de los comicios de la última semana del pasado mes de octubre las cosas cambiaron ostensiblemente para el gobierno de Uribe. La derrota electoral que la mayoría de los colombianos le propinaron a su referendo, que el propio mandatario y sus áulicos habían convertido en un plebiscito de respaldo a su gestión, determinó el comienzo del declive de la política del Presidente.

Pareciese entonces que en Colombia se ha apoderado en las altas esfera del poder político el síndrome de Stalingrado consistente en presentir que se ha desencadenado un proceso de dificultades que puede terminar en la derrota final y en el caso del gobierno colombiano en que sea una nueva frustración más para un sector del país que vio en Uribe Vélez a su Salvador.

Contaban los generales nazis de la Segunda Guerra Mundial que tras la primera derrota que sufrió el ejército alemán en Stalingrado por parte de los rusos, muchos de ellos fueron conscientes de lo que se venía era la catástrofe. Y así sucedió. Por eso es que hay quienes consideran que para Uribe la derrota del referendo es lo que a los nazis la debacle de Stalingrado. En otras palabras, el principio del fin.

RECHAZO A LA POLÍTICA NEOLIBERAL

Y es que lo grave para la política de Uribe no fue que no hayan pasado las 15 preguntas del referendo con sus intentos de congelación salarial y pensional y todo el paquete fiscal que se buscaba imponer por esta vía, sino el rechazo frontal de una gran parte de la población colombiana a su esquema neoliberal y a sus políticas fiscales. Es decir, el gobierno recibió un duro golpe a la legitimidad de su proyecto político que viene ejecutando desde el 7 de agosto de 2002. Eso se refleja además en el ascenso de la izquierda a las posiciones del poder local.

Por eso es que la tesis de que la popularidad del presidente Uribe sigue incólume es muy deleznable y por lo visto sólo obedece a la manipulación mediática. De lo contrario ¿cómo se puede explicar que si el Presidente cuenta con el apoyo del 75% de la opinión pública, no logre que sus propuestas obtengan siquiera el 25% del voto favorable?

Lo que denota el resultado de las elecciones de octubre es que el país se encuentra polarizado y que frente al unanimismo que venía presentándose en torno del gobierno de Uribe por parte de sus aliados y cuyo respaldo fue dimensionado en grado sumo, existe una oposición que está dispuesta a balancear las cargas.

Pero, adicionalmente, el resultado comicial dejó ver algunas debilidades del Presidente que terminaron por afectar su gobernabilidad. Debilidades y errores como el tratar de atender todos los frentes de lucha en forma simultánea y de manera personal; los agravios que lanzó a sectores sociales como las ONGs de Derechos Humanos; la falta de coherencia para estructurar una sólida bancada uribista en el Congreso; la testarudez de sostener hasta último momento a un ministro locuaz y pendenciero como el cuestionado Fernando Londoño Hoyos; el exceso de intervenciones y el abuso de poder para convencer por todos los medios de comunicación de las bondades del referendo; y la "disciplina para perros" que se venía utilizando para subordinar al Congreso de la República.

MENOR CAPACIDAD DE MANIOBRA

Las consecuencias del resultado electoral no se hicieron esperar. En primer término quedó evidenciado que al gobierno de Uribe se le restó capacidad de maniobra y ello es muy diciente por el cambio de estilo, pues los nuevos ministros del Interior y de Defensa son más dados al consenso, al diálogo, a las relaciones públicas en parte por su incapacidad política, lo que dista del talante de sus antecesores.

El Congreso ha adquirido mayor preponderancia porque Uribe requiere ahora más que nunca de su bancada parlamentaria para que le aprueben sus proyectos legislativos. Han sido evidentes las grandes dificultades que ha tenido el gobierno en el último tramo de la legislatura para lograr pasar proyectos claves como la reforma tributaria y el draconiano y cuestionado Estatuto Antiterrorista. Esta situación ha equilibrado la balanza política y disminuye los ímpetus de prepotencia con que empezó su gestión el primer mandatario.

EL OPUS DEI AL AUXILIO

En desarrollo de esta segunda etapa del gobierno, Uribe quiere dar un timonazo con ayuda directa del sector empresarial que fue decisivo en su elección y determinante en la financiación de la campaña en pro del referendo. No de otra manera se puede explicar la escogencia del nuevo ministro del Interior Sabas Pretelt de la Vega, miembro activo del Opus Dei y devoto acérrimo de José María Escrivá de Balaguer.

A esa misma línea conservadora pertenece el nuevo ministro de Defensa, Jorge Alberto Uribe Echavarría, sacado de la entraña empresarial paisa y representante de intereses financieros transnacionales.

Por eso es que en el caso de Pretelt de Vega su primera actuación como ministro del Interior estuvo enfocada a defender una reforma tributaria cuyas exenciones proyectadas pretenden favorecer los grandes capitales y descarga en los asalariados, pensionados y los sectores medios de la población, el peso del ajuste.

Al fin y al cabo Pretelt de la Vega y su colega de Defensa son unos experimentados comerciantes que saben tasar el bien y el mal de los negocios a su cargo, y que lo mismo pueden ayudar a crear adehalas impositivas que la compra ventajosa de las existencias de su haber, sin que la mano izquierda se percate de cuanto ejecuta la derecha.

Tanto el empresariado neoliberal colombiano como el Opus Dei se han comprometido con Uribe Vélez a prestarle su concurso activo y decidido en esta nueva etapa de su administración para que pueda sacar adelante y sin ningún tropiezo medidas como la llamada Ley de alternatividad penal que no es más que un eufemismo para amnistiar a las bandas de paramilitares que por años se encargaron de hacerle el mandado de guerra sucia al Estado colombiano y dejar impunes los crímenes de lesa humanidad que cometieron.

También estos sectores de la ultraderecha se emplearán a fondo para que se expida el llamado Estatuto Antiterrorista que conculca derechos civiles y libertades públicas so pretexto de enfrentar en forma contundente a la insurgencia, como si Colombia no tuviera amargas experiencias con los regímenes de excepción y los estatutos de seguridad.

A CONSOLIDAR EL MODELO NEOLIBERAL

Pero además de contar con el respaldo abierto y decidido de esos sectores recalcitrantes de la derecha colombiana, Uribe Vélez tendrá en menos de un año también la cooperación del ex presidente César Gaviria Trujillo, quien está preparando su aterrizaje en Colombia, una vez culmine a mediados de 2004 su labor de secretario general de la OEA.

Gaviria, considerado el "padre del neoliberalismo" en Colombia ya anunció que viene a hacer política activa y por lo tanto buscará que sus copartidarios lo designen jefe único del Partido Liberal con el compromiso firme de ayudarle al presidente Uribe en sus políticas fiscales y de "Seguridad Democrática".

De esta manera y con esa clase de aliados, cuya catadura el país conoce de sobra, se ha iniciado un nuevo tramo del gobierno de Uribe Vélez. Nuevo tramo en el que el Presidente no tiene un cheque en blanco como cuando inició su gestión el 7 de agosto de 2002 y con unos retos muy grandes: superar el hueco fiscal, consolidar su estrategia de ataque frontal a la insurgencia armada y mejorar la situación económica de los colombianos.

Si en menos de un año Uribe no muestra resultados concretos como aspiran quienes lo encumbraron en el poder, comenzará su declive definitivo y con el sol a las espaldas. Por lo tanto no hay más remedio que esperar. Pero lo cierto es que ahora el tiempo juega en contra del mandatario y sus aliados.

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