LA OCTAVA BASE


POR RAFAEL VERGARA

La polarización por la re reelección y el uso de las bases por militares de EEUU, nos retornó al mundo en blanco y negro. Los lazos se fracturan. Estás a favor o en contra, no hay centro. Si no estás conmigo estás contra mí, amenazante el poder expresa su talante, es la óptica valorativa de las relaciones con ciudadanos y organizaciones que disienten.

Restringen la democracia y se exige unanimismo de propios e incautos y represión o señalamiento a la oposición. El otrora demócrata, hoy es autócrata.

Modifica la Constitución para reelegirse y la desconoce fortaleciendo la presencia militar extranjera. El exceso lo evidencia.

Radicalizado, absolutiza y la autocracia la legitima con sus partidos, medios y propagandistas, empresarios, un sector de población y encuestas: el Estado de Opinión suple al de Derecho.

Son 7 años de cooptación, coerción, cohecho o imposición. Uribismo es igual a simpatía, miedo, conformismo y necesidad de quedarse.

En flagrancia e impunidad padecemos conductas inconstitucionales, ilegales o delictivas, lo demuestra el cohecho reeleccionista y los parlamentarios presos, el reparto de notarías, la guerra preventiva en la diplomacia, el desconocimiento de la Constitución.

La presunción de legalidad y el estado de opinión con lujo de detalles han sido armas de la "demodura".

El poder es excluyente, monolítico. La voz se militariza sube de tono: "el poder se ejerce o se pierde" y si se pierde, ley en mano y con energía de victoria los acreedores abusados, harán pagar afrentas, abusos, falsos positivos, alianzas macabras.

Para perpetuarse el caudillo, Mesías o líder omnipresente se extralimita. El sol en la espalda empuja a transgredir más límites, a ahorcar la democracia sacándole los últimos respiros y a la Constitución latinoamericanista sus esencias.

El ambiente se calienta, crecen las defensas. Reaparece la re reelección y él, soberano, omnímodo, impone las tropas extranjeras; sacrifica la soberanía popular y nacional atropellando su congreso de bolsillo y los ciudadanos.

Con la Corte Suprema actuante, el estado de derecho lo padece como amenaza, condena o cadena, por eso la irrespeta, y a los magistrados los investigan y chuzan.

Recurre a la encuesta y aliados externos que lo legitimen. El conflicto es entre buenos y malos, defensores de la patria o amigos o cómplices del narcotráfico y el terrorismo.

Regresamos al infernal concepto del enemigo interno, socio de guerrillas sin ideología, que entorpece la victoria militar, razón de ser de la seguridad democrática. El acuerdo humanitario se considera debilidad, no está en la agenda. La victoria nunca llega.

La anunciada derrota de los "terroristas" es contradictoria con la necesidad de mayor injerencia extranjera: tropas, aviones, inteligencia y contratistas en los cuatro puntos cardinales.

No se entiende que a 7 años la inseguridad sea la resultante de la Seguridad y los planes Colombia y Patriota, y que sin necesidad de construir bases para triunfar se requiera del trasteo de Panamá, pasando por Manta, del Comando Sur, incluida una Escuela de las Américas, tan criticada en el istmo.

Pero la soberanía estará a salvo, ondeará la bandera de Colombia. Si los americanos delinquen tendrán inmunidad.

No es de extrañar la reacción de los presidentes de América y de personalidades y ciudadanos libres de toda sospecha en Colombia y el mundo. El aumento del nivel de riesgo de conflicto es un hecho.

De 3 pasamos a 7 bases: aire, tierra y mar. Faltó una: el palacio de Nariño, cuartel del general.

Agosto de 2009.