SÓLO LOS MILITARES PODRÁN SALVAR A ALAN GARCÍA


POR CARLOS ANGULO RIVAS

La mayoría de analistas políticos se van por el lado fácil de definir al gobierno de Alan García. El aporte de estos escribas es mínimo o cero para ser más exactos. Se van por el lado de la sociología y las categorías elementales, pero el problema nacional peruano ha dejado de ser sociológico porque es eminentemente político. Decir demasiado, para no decir nada al final de cuentas, es la mejor forma de eludir la realidad. Descubrir, por ejemplo, que el gobierno de Alan García es de extrema derecha o de los ricos, o que está más allá de la derecha de acuerdo a lo que viene haciendo y seguirá haciendo, es como querer revelarnos que los gatos tienen cuatro patas, pero pueden ser de distinto pelaje.


Alan García

Las decisiones tomadas por García Pérez desde hace dos años en el poder no pueden ser más evidentes, se trata de aplicar en el Perú no sólo la continuación del fracasado modelo neoliberal iniciado por Fujimori y continuado por Toledo sino de ir hacia el neoliberalismo extremista de borrar las fronteras hasta llegar a un Estado que no sea Estado o de un Perú innecesario o una Bolivia que está demás o una Venezuela cargosa inmoderada y cavernaria de acuerdo al pensamiento de la modernidad imperialista. García Pérez lo recuerda a cada momento, él es el gobernante de la era actual y el estadista moderno; él es quien vende todo el país a manos extranjeras porque de ahí viene la tecnología y el progreso. Quiere un progreso prestado no propio, en pocas palabras prosperidad absoluta para los más ricos y miseria categórica para los pobres. En esta lógica los nuevos dueños del país, así sean herederos de Augusto Pinochet, son lo modernos; nosotros los críticos de la estafa nacional somos los anticuados estatistas, los monstruos primitivos deteniendo la historia y el progreso tecnológico; somos los que no vemos cómo el país crece aceleradamente. Somos quienes vemos las cifras del crecimiento y ellas no nos interesan. Y es que el asunto de quienes se creen modernos, por seguir el modelo neoliberal extremista del consenso de Washington y de la globalización, se contentan con el crecimiento económico negando el desarrollo; poniéndolo de otro modo, aquello significa que los niños deben crecer y crecer, nada más que crecer, no importa si son raquíticos, enfermos, deformes, tarados, analfabetos. Eso no importa porque para ello existen miles de miles de otros niños para reemplazarlos, miles de trabajadores hambrientos que pueden ser reemplazados cuando no sirvan para nada; así de simple es la solución de García Pérez: reemplazar a los seres humanos pobres y desnutridos como si fueran las piezas averiadas de un motor.

Los ex comunistas, aunque ellos crean que todavía lo son, Antonio Negri y Michael Hardt ya lo anunciaron en su libro Imperio celebrado por el Pentágono y los globalizadores. Allí este par de ex comunistas nos dicen que el imperialismo ha desaparecido para dar paso al Imperio Global y que por consiguiente los Estados Nacionales están camino a la extinción si es que no han desaparecido ya de una buena vez. Sosteniendo la teoría este par de teóricos renegados del marxismo nos dicen: "Hoy ha madurado plenamente una tercera fase de esta relación (estado-capital) en la cual las grandes compañías transnacionales han superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de los Estados-nación. Parecería, pues, que esta dialéctica que ha durado siglos llega a su fin: ¡el Estado ha sido derrotado y las grandes empresas hoy gobiernan la tierra! Y todo indica que de allí se agarra Alan García para la renovación del aprismo que él llama modernización. Las transnacionales gobiernan, los estados-nación han sido derrotados, muy bien, muy bien y la pregunta va: ¿y por qué los estados-nación de los países imperialistas no han sido derrotados? Las teoría políticas válidas deberían aplicarse para todos ¿no es cierto? pero no. Por ello, a consecuencia de esta falacia el marxista argentino Atilio Borón afirma: "ese estado supuestamente en vías de extinción según la ofuscada visión de Hardt y Neri continúa su marcha como un Estado escindido, casi esquizofrénico: para los pobres y excluidos, un estado fascista; para los ricos un estado democrático." Y esa es la idea central, la nueva ideología de Alan García Pérez, Álvaro Uribe y los fascistas bolivianos derrotados en las urnas que quieren dividir su país. Téngase presente que todos ellos aceptan la democracia sólo cuando el poder del gobierno está en sus manos y esto les permita junto a sus acompañantes llenarse las bolsas personales para convertirse en los hombres más ricos de cada país, los futuros magnates internacionales intocables y celebrados por las transnacionales a las que de rodillas sirvieron y continuarán sirviendo. La democracia participativa en manos de las mayorías nacionales como la de Hugo Chávez, Evo Morales o Rafael Correa, NO y NO; eso no es democracia sino autoritarismo, dictadura civil, etc.

Y continúa Boron: "El consenso de Washington. Las fórmulas políticas del neoliberalismo triunfante, cuyos arquetipos siguen siendo las siniestras figuras de Carlos Menem en Argentina, Carlos Salinas de Gortari en México y Alberto Fujimori en el Perú, han demostrado su incapacidad para sostenerse en el poder y para estabilizar una nueva estructura de dominación adecuada a las necesidades de las clases dominantes del imperio." Esto es completamente cierto, sin embargo la inefectividad de estos tres ex gobernantes acorde a los planes del imperialismo está siendo corregida con creces a través de Álvaro Uribe de Colombia y Alan García del Perú. De otra manera no se explica el establecimiento de Estados fascistas, militarizados, paramilitares, represivos y totalitarios. Y aunque debido al Plan Colombia el régimen fascista está más avanzado en ese país, en el Perú los adelantos en esa misma dirección no se quedan atrás en los apenas dos años de gobierno de Alan García, en los cuales ha tratado y trata de imponer verticalmente un neoliberalismo extremista contra las cuatro quintas partes del país (las últimas encuestas le dan 20% de aprobación a nivel nacional y apenas 4% en las regiones del sur y oriente). Afortunadamente con un país en ebullición, después del masivo paro nacional del nueve de julio último, Alan García no podrá continuar en el poder porque una cosa es gobernar y otra muy distinta imponer. Una cosa es la democracia y otra muy distinta la autocracia. Una cosa es el gobierno del pueblo y para el pueblo y otra muy distinta la tiranía del presidente y una casta oligárquica y fascista de elementos corruptos. Una cosa es la libertad y otra muy distinta la opresión y el absolutismo.

García Pérez se mantiene en el poder contra viento y marea gracias a las milicias y a la policía y porque es un político ducho en el manejo de la farsa, además, un individuo de ambiciones sin límite y de escasos, por no decir nulos, escrúpulos. Se le vio actuar en su primer gobierno y hoy redomado, saca las garras de uñas largas de nuevo ante la vista y paciencia de unos pocos ingenuos peruanos quienes piensan que aún puede cambiar a través de la presión de los paros nacionales y las movilizaciones. Allí también se ubican los sociólogos de los que hablamos al inicio, a todos ellos los define el hacer "oposición" dentro del sistema corrupto en que vive el país. Si no veamos el tema con tranquilidad. Alan García, como animal político que es, se valió del argumento del "cambio responsable" para ganar por mínima diferencia las elecciones y gracias al fraude mediático; elaborando grandes mentiras lo logró; así salvó de los nervios a Estados Unidos y el fantasma de Hugo Chávez, luego impuso el modelo actual de neoliberalismo extremista. A raíz de dejar de lado el "cambio responsable" en su primer día de gobierno, contra la población defraudada que votó por él porque la otra mitad del país no le creyó nunca, necesitó endurecer la represión con argumentos y leyes anticonstitucionales, de persecución a los "revoltosos" a fin de mantenerlos en silencio. De este modo, sacó de la manga un decreto legislativo de "tirar a matar" a quienes bloquean carreteras o contra las protestas sociales, por supuesto sin declarar el estado de emergencia como indica la Constitución o el estatuto de Fujimori que aún la tiene como tal. Así autorizó a la Fuerza Armada a irse contra el pueblo en colaboración con la policía. Esta política terrorista del gobierno, precisamente obedece al plan del Estado fascista, ahora acompañado del ingreso de tropas norteamericanas armadas en la Amazonía peruana y en la región de Ayacucho.

Los sociólogos y analistas políticos seguirán con la cantaleta de descubrir lo ya descubierto sin proponer nada; que García Pérez es un gobierno para los ricos, que es de derecha más allá de la derecha, que es autoritario, que el alza de los precios y la inflación proviene del mercado internacional, que debe comprender a los trabajadores y la carestía, que las tropas norteamericanas deben retirarse del país, etc. etc. ¿Pero, qué de lo fundamental, qué acerca de sacar a Alan García del gobierno por traición a la patria, por estafador incurable, por corrupto junto a sus secuaces, por tener en mente un plan fascista y genocida, por no contar con un respaldo popular representativo, por continuar con la inmoralidad propia y ajena en un Estado putrefacto, por promulgar decretos legislativos inconstitucionales contra las comunidades campesinas y nativas, por favorecer la inflación y el alza incontrolada de los alimentos de primera necesidad? No se necesita ser muy clarividente ni avispado para darse cuenta que las políticas de Alan García no pueden llevarse a cabo sin la represión generalizada, la tiranía y el despotismo; sin el aplastamiento del pueblo sin contemplaciones acusándolo de terrorista o subversivo. Frente a ello la única salida es la destitución de García Pérez y la conformación de un gobierno provisorio que convoque a nuevas elecciones generales.

Las analistas dirán que la constitución no lo permite. Que la figura de destitución no está contemplada en la ley. Vamos, vamos que no se puede ser más papista que el Papa. Las constituciones tampoco lo permitían cuando destituyeron a De la Rúa en Argentina, a Lucio Gutiérrez en Ecuador, a Sánchez de Losada en Bolivia y al propio Fujimori en el Perú. A de saberse, históricamente, que la ley termina cuando la hambruna avanza aceleradamente y la tiranía se impone. Además, la violación de la constitución primero proviene de la fuerza política en el gobierno, cuando establece medidas fascistas y ejerce el terrorismo de estado. Por ejemplo, García Pérez acaba de reglamentar la denominada Ley del Uso de la Fuerza, cuestionada por la ciudadanía que considera que con esta norma se da carta abierta a las tropas para que repriman las protestas sociales; esta ley (que permite que las Fuerzas Armadas intervengan en el restablecimiento del orden interno en lugares que no han sido declarados en emergencia) es inconstitucional porque el artículo 137º de la Constitución Política solo autoriza que las Fuerzas Armadas intervengan en el control del orden interno, en forma excepcional, en casos de estado de emergencia. Fuera de esa norma, se permitiría la intervención, uso arbitrario, excesivo y anticonstitucional de armas de fuego de las Fuerzas Armadas contra la población, en casos de protesta social, y en zonas no declaradas previamente en estado de emergencia. Ahí tenemos también los decretos legislativos de usurpación de tierras comunales y otros por el estilo atentatorios de las leyes de la república. ¿Quiénes violan la constitución en primera instancia?

Rodelu, Septiembre de 2008.