LOS RICOS SE HACEN MÁS HAMBRIENTOS |
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POR AMARTYA SEN* La crisis alimentaria que amenaza las
vidas de millones de personas, ¿aminorará su ritmo o crecerá
con el paso del tiempo? Se trata de un cuento de dos pueblos. En una versión de la historia,
un país con muchos pobres experimenta súbitamente una
rápida expansión económica, pero solamente la mitad
de la gente comparte la nueva prosperidad. |
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Un cruel ejemplo es la hambruna de Bengala de 1943, en la fase final
del gobierno británico en la India. Los pobres que vivían
en las ciudades experimentaron una rápida subida de ingresos,
sobre todo en Calcuta, en donde los descomunales gastos dimanantes de
la guerra contra Japón generaron un boom que cuadruplicó
los precios de los alimentos. La disparatada política del gobierno agrandó el hiato.
Los gobernantes británicos estaban resueltosos a prevenir el
descontento urbano durante la guerra, de modo que el gobierno compró
comida en las aldeas para venderla, muy subsidiada, en las ciudades,
una maniobra que, de rechazo, contribuyó a incrementar todavía
más los precios de los alimentos en el campo. Gran parte de los debates actuales se centran pertinentemente en el
hiato que separa a ricos y a pobres en la economía global, pero
los pobres del mundo están también divididos entre los
que están experimentando un gran crecimiento y los que no. Ello es, empero, que el propio crecimiento ejerce presión sobre
los mercados mundiales de alimentos, a veces mediante un aumento de
las importaciones, pero también mediante las restricciones o
prohibiciones a la exportación concebidas para moderar el aumento
de los precios nacionales de los alimentos, tal como ha sucedido recientemente
en países como India, China, Vietnam y Argentina. Pero existe también una versión de alta tecnología del cuento de los dos pueblos. Cosechas agrícolas como las de maíz y de semillas de soja pueden ser empleadas para fabricar el combustible biológico etanol como substituto de la gasolina. De manera que los estómagos de los hambrientos deben competir con los depósitos de combustible. La disparatada política gubernamental juega un papel aquí también. En 2005, el Congreso de los EEUU empezó a promover un uso extendido de etanol como combustible. Esta ley, combinada con un subsidio para esos usos, ha creado un floreciente mercado del grano en los EEUU, pero ha desviado también recursos agrícolas de los alimentos a los combustibles. Esto hace más difícil la competencia a los estómagos hambrientos. El uso de etanol apenas sirve para prevenir el calentamiento global y el deterioro ambiental, y reformas políticas lúcidas podrían llevarse a cabo urgentemente si la política estadounidense lo permitiese. El uso del etanol podría ser restringido más que subsidiado o reforzado. El problema mundial de los alimentos no está causado por una
tendencia a la baja en la producción global, o por la baja producción
alimentaria por persona (esto se afirma a menudo sin pruebas). Aunque el crecimiento de la población sólo representa
una pequeña parte del crecimiento de la demanda de alimentos,
puede contribuir al calentamiento global, y un cambio climático
a largo plazo puede amenazar a la agricultura. Un reto más importante es el de encontrar políticas efectivas
para tratar las consecuencias de la expansión extremamente asimétrica
de la economía mundial. *Amartya Sen, Premio Nobel de Economía en 1998, es profesor de Economía y de Filosofía en la Universidad de Harvard. Su último libro es Identity and Violence: The Illusion of Destiny. Sin Permiso |