COLOMBIA: EL MEJOR PROVEEDOR DE MERCENARIOS

 

POR GERMÁN REYES FORERO*

E
n medio de tanta noticia que nutre la política colombiana no se puede dejar pasar desapercibido, la presentación del libro que hizo en España el norteamericano Jeremy Scahill, titulado "BLACKWATER: EL AUGE DEL EJÉRCITO MERCENARIO MÁS PODEROSO DEL MUNDO", relacionado con las andanzas de la empresa BLACKWATER, componente básico del complejo militar-industrial estadounidense, que inició su carrera vertiginosa luego del 11S o del suceso de las Torres Gemelas. Dice en sus apartes que el Pentágono ha solicitado a dicha empresa involucrarse "en un plan de lucha contra la droga, principalmente para México y Colombia, que tiene un presupuesto de 15.000 millones de dólares"[i], y continúa diciendo: "Es a través de estas empresas privadas que Washington quiere garantizar su presencia en la región sin "dejar una huella militar". Al pueblo norteamericano le causa escozor el desfile por aeropuertos de los familiares recogiendo en bolsas negras sus soldados muertos por fuera de sus fronteras, como ha sucedido con los 4.000 fallecidos en la guerra de invasión a Irak u horrorizados por la cruel guerra que libraron en Vietnam, tema taquillero de varias películas.

Según este ejército (empresa de mercenarios), está dispuesto a competirle a la otra empresa, DYNCORP, parte de la ejecución de esos 630 millones de dólares anuales que recibe Colombia en la lucha contra la droga pero que, en realidad, han sido destinados para la "lucha contrainsurgente".

Lo grave es que la presencia de "esta empresa de mercenarios" pasa por entrenar militares colombianos "con el objetivo de tener pequeños equipos paramilitares trabajando para estas compañías en América Latina". Blackwater ya hizo su trabajo de "contratar mano de obra barata" en Chile, Honduras, El Salvador, Perú y Bolivia, por cuanto mientras un norteamericano cuesta 10.000 dólares/mes, éstos criollos tan sólo valen 1.000 dólares/mes en sus áreas de la guerra de Irak.

No es pues gratuito que vengan a recoger la cosecha que ellos mismos sembraron en la década de los 70, 80 y 90 con su famosa Escuela de Las Américas, ubicada en la zona del canal de Panamá, donde instruyeron, entre otros, a muchos oficiales del ejército y la policía colombiana que, como buenos y aventajados discípulos, trajeron las tácticas de la guerra sucia (lucha contrainsurgente), armaron a los grupos paramilitares y les enseñaron todas aquellas prácticas de terror y de tortura. Ahí, lentamente, están desfilando por los bancos de la Fiscalía y los juzgados, decenas de militares de alta y mediana graduación, respondiendo por sus fechorías, que han rayado con la locura, que fueron directamente entrenados o que recibieron instrucciones aquí de lo enseñado en aquella fatídica "escuela de terror", que centenares de denuncias concitaron la opinión nacional e internacional, pero que nuestros gobiernos quisieron hacer caso omiso o, más bien, fueron sus cómplices.

Esa estrategia de guerra de terror, aún parcialmente, la estamos conociendo por boca de esos psicópatas: "Nos tocó coger a mucha gente, picarla y lanzarla al río. Lo hacíamos para no calentar la zona, para que no llegara la Fiscalía, la Policía o el Ejército"[ii]. Dijo Jairo Esquivel, alias El Tigre en una de sus confesiones que constituyen "el pasaporte al horror", como lo describió Daniel Samper. Para continuar esta guerra, la empresa que enrolará o ha enrolado mercenarios, tendrá que seleccionar "avezados y probados" hombres como Ramón Isaza con 475 homicidios, "Jorge 40" con 4 masacres y 700 asesinatos, "el Alacrán" con tan sólo 69 muertos porque perdió la cuenta, "Don Berna" con 300 fosas comunes, "Hernán Giraldo" con 20 fosas, "Don Antonio con 533 asesinatos", "HH" con 1.800 muertos en Urabá, Valle y Cauca. También tendrá que contar con tácticas tales que les permitan "'explicar por qué arrojaban cadáveres a los ríos: "La Fuerza Pública nos decía que nos dejaba trabajar, pero que desapareciéramos a los muertos para que no se subieran los índices de homicidios"[iii]. En repetidas ocasiones, los jueces han dicho que militares apoyaron o auxiliaron este tipo de prácticas pese a que, en defensa del ejército y la policía, se ha sostenido que son conductas ajenas a la institución cuando, en verdad, lo que se dio fue la puesta en práctica de lo aprendido.

Claro que en esta loca carrera privatizadora le podrá llegar el turno al ejército y la policía y con ejércitos privados (mercenarios) podrán adelantar las tareas contra la insurgencia y los narcotraficantes. Pero eso sí, bajo las tácticas de guerra norteamericana. Por ahora, se sabe que muchos colombianos han sido enrolados para ir a pelear en otra parte por parte de estas empresas y que, por supuesto, las tendencias sicópatas de algunos o las necesidades de supervivencia de otros, los hace caer en esas trampas o carruseles de la muerte. Pero, ¿qué hacer en contra de esta loca carrera de garantizar el asiento y la inversión privada, rodeada por los postulados de la Seguridad Democrática, cuando abra sus puertas al público Blackwater?

[i] http://www.eltiempo.com/internacional/europa/noticias/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-4143771.html
[ii] Periódico El Tiempo, Daniel Samper Pizano, columna de opinión del 18 de Diciembre de 2007
[iii] Ibidem
*Representante a la Cámara de Representantes de Colombia por el Polo Democrático Alternativo.