CAPITALISMO CRIMINAL Y ORGANIZACIÓN MAFIOSA DE LA SOCIEDAD EN COLOMBIA

POR JAIRO ESTRADA ÁLVAREZ [ 1 ]

Los escándalos en torno a la mal llamada parapolítica se han acompañado de una incesante producción de comunicación que tiene como propósito principal interiorizar en la opinión pública la idea de que el fenómeno aludido no es más que un asunto de individuos. Éstos, movidos por apetitos de diversa índole, políticos o económicos, desviaron el camino, establecieron alianzas no santas con organizaciones paramilitares, y construyeron poderes locales con proyección nacional, que amenazaban además el poder legalmente constituido. Sería esa, otra de las expresiones de la "guerra contra la sociedad", que se argumenta con cierta vehemencia en algunos sectores de la intelectualidad del establecimiento.


Vladdo en revista Semana.

La consecuencia política de semejante perspectiva consiste en mostrar que el Estado mismo, ahora en cabeza del señor Presidente, puede desplegar fuerzas autopurificadoras, propias de una inmensa operación de limpieza (la colombian clean, de que habla la tira cómica de Amnistía Internacional), para reconducir -con seguridad democrática y crecimiento económico- la sociedad colombiana por el sendero de la prosperidad y las metas del plan prospectivo 2019, y además, perdonar y purificar a las "ovejas descarriadas", con todo y sus capitales. Todo ello, bajo el liderazgo de la personalidad histórica excepcional que ve en Uribe el ex ministro Londoño Hoyos.

Un enfoque subjetivista de esas características -del que con otros acentos no escapan sectores democráticos- pone de relieve la importancia de los análisis que ha alentado la tradición marxista. Para no naufragar en el mar de episodios y de las noticias diarias, siempre será conveniente recordar el aserto de Marx en "El Capital":

En esta obra, las figuras del capitalista y del terrateniente no aparecen pintadas, ni mucho menos de color de rosa. Pero adviértase que aquí sólo nos referimos a las personas en cuanto personificación de categorías económicas, como representantes de determinados intereses y relaciones de clase. Quien como yo concibe el desarrollo de la sociedad como un proceso histórico-natural no puede hacer al individuo responsable de la existencia de relaciones de que él es socialmente criatura, aunque subjetivamente se considere muy por encima de ellas[ 2 ].

Ese llamado de Marx a considerar las relaciones entre el sujeto y la estructura inspira este ensayo. Con él me propongo contribuir a las caracterizaciones que la izquierda viene elaborando sobre el gobierno de Álvaro Uribe Vélez durante los últimos años, haciendo énfasis en este caso en los rasgos criminales y mafiosos de la formación socioeconómica capitalista. Éstos, si bien han generado una mayor atención en los ámbitos académicos y en algunos sectores políticos, particularmente a raíz de los "escándalos" recientes, siguen sin ocupar el lugar que merecen: se trata de componentes orgánicos, estructurales, de la actual fase capitalista; en momento alguno de fenómenos episódicos[ 3 ]. Dada su maduración, con el gobierno de Uribe se pretende justamente su institucionalización. Se trata de un producto histórico, expresivo de varias décadas de transformaciones capitalistas, tanto en la tendencia de la acumulación de capital, como en las configuraciones del régimen político.


LA TENDENCIA HISTÓRICA DE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA

Junto con la tendencia a la financiarización del capital, que ha sido señalada en múltiples trabajos como el principal rasgo de la actual fase de la acumulación capitalista, debe señalarse que ésta se caracteriza igualmente por una articulación creciente entre formas legales e ilegales de acumulación; la economía capitalista actual tiene una fuerte presencia criminal. Si bien este no es un fenómeno nuevo, pues en principio acumulación y crimen van de la mano, es evidente que en el marco de la mundialización capitalista éste ha adquirido nuevas dimensiones. Ideólogos del establecimiento transnacional, como Moisés Naím, señalan incluso que "las actividades delictivas globales están transformando el sistema internacional, invirtiendo las reglas, creando nuevos agentes y reconfigurando el poder en la política y la economía internacionales"[ 4 ]. Desde luego que el interés de Naím no se encuentra en desvelar el carácter consustancial al capitalismo de esas actividades. Su preocupación se encuentra más bien en los impactos sobre la estabilidad de la institucionalidad transnacional del capitalismo. No obstante, la sola constatación del fenómeno resulta importante.

Los problemas de la acumulación capitalista, notorios en la década de 1970, fueron resueltos históricamente con el despliegue de nuevas formas de rentabilidad del capital. Se trató: a) de los procesos de reestructuración económica y productiva para actualizar tecnológicamente el modo de producción; b) de la activación del potencial especulativo del capital-dinero, en dirección a lo que ha dado en caracterizarse como la financiarización; c) de la promoción de economías ilegales con altísimas tasas de ganancia (armas, drogas, seres humanos, propiedad intelectual y dinero); y d), como un rasgo particular de la nueva fase capitalista, de la fuerte y creciente imbricación entre a) y b) con c), para dar lugar a la irrupción de un nuevo tipo de acumulación, que se muestra como legal, pero se origina en actividades ilegales. Esa "zona gris" de la acumulación capitalista actual, constituida sobre "operaciones transnacionales de lavado de dinero" es muy difícil de cuantificar; a lo sumo, se encuentran estimaciones sobre el conjunto de la economía ilegal, que registran una equivalencia con más del 10% del comercio mundial. La nueva fase capitalista se caracterizará por la importancia creciente de una nueva modalidad de empresas transnacionales: las transnacionales del capitalismo criminal (ETCC).

Por otra parte, no cabe la menor duda de que las políticas de liberalización de la economía y de desregulación estatal, propiciadas por el proyecto político-económico neoliberal, se constituyeron en el terreno abonado para el florecimiento sin precedentes de esas transnacionales del capitalismo criminal. (No hay nada que se le parezca más a la especulación financiera que la economía ilegal). Así mismo, las dimensiones culturales del proyecto neoliberal (individualismo, competencia, meritocracia, enriquecimiento extremo, consumo suntuario) alentarían la aparición de nuevas subjetividades en esa misma dirección[ 5 ].

Las ETCC se acompañaron del surgimiento de un verdadero sistema de poder trasnacional. Naím lo caracteriza así:

Las redes ilícitas no solo se hallan estrechamente interrelacionadas con las actividades lícitas del sector privado, sino que se hallan también profundamente implicadas en el sector público y en el sistema político. Y una vez se han extendido a las empresas privadas legales, los partidos políticos, los parlamentos, las administraciones locales, los grupos mediáticos, los tribunales, el ejército y las entidades sin ánimo de lucro, las redes de tráfico llegan a adquirir una poderosa influencia -en algunos países sin parangón- en los asuntos de Estado[ 6 ].

Ese sistema de poder asume los rasgos propios de una estructura mafiosa cuando se persigue el doble objetivo de "asumir el control total de un territorio y sustituir la autoridad legal del Estado con la propia autoridad y la propia mediación social. Esto ocurre con la penetración en la política y en las instituciones y, sobre todo, con el ejercicio (…) de la violencia"[ 7 ].

Lo que debe quedar claro es que esa estructura mafiosa cumple siempre una función de acumulación. "La mafia, señala Forgione, es siempre una empresa capitalista, con un fuerte factor adicional: la fuerza intimidatoria de la violencia. Pero su esencia es y será la de ser una empresa criminal encaminada a la acumulación de capital"[ 8 ].

LA IRRUPCIÓN DEL PARAESTADO

Estos referentes de análisis me permiten un acercamiento a la problemática colombiana desde la perspectiva señalada para este ensayo. Nuestro punto de partida consiste en abordar las transformaciones del capitalismo colombiano como parte de las transformaciones mundiales del capitalismo; en aquel se expresan la tendencia general, y también las especificidades propias.

En el caso colombiano, la articulación de las formas legales con las formas ilegales de la acumulación capitalista se remonta a la segunda mitad de la década del setenta y se inscribe dentro de la transición del régimen de acumulación basado en la industrialización dirigida por el Estado hacia el régimen actual de financiarización del capital. Sin temor a la exageración, se podría aseverar que esa transición no hubiera sido exitosa sin el surgimiento de un nuevo empresariado vinculado a los circuitos transnacionales de la acumulación: el empresariado de la cocaína[ 9 ]. No es actualmente medible -y probablemente nunca lo será-, la potencia desplegada para la acumulación de capital por la articulación de las formas legales con las formas ilegales. Si bien hay cuantificaciones sobre el tráfico de cocaína, no las hay -con la objetividad requerida- sobre el impacto de sus capitales en el conjunto de la economía. La tecnocracia neoliberal y los voceros oficiales siempre se han empeñado en minimizarla. Pero lo cierto es que la pregonada estabilidad macroeconómica colombiana y la relativa excepcionalidad frente a las profundas crisis económicas latinoamericanas han descansado sobre el colchón de los capitales ilegales; así mismo, la persistente prosperidad de buena parte de los grandes negocios capitalistas privados en el sector financiero y el mercado de capitales, la industria, la construcción, la hotelería, el turismo, el comercio (incluido el de importación y de exportación), los servicios, el entretenimiento, la salud, la educación; también, ciertos "milagros económicos" (transitorios) regionales.

La articulación entre las formas legales con las formas ilegales de la acumulación capitalista contribuyó hacia finales de la década de 1980 a la formación de un nuevo consenso a favor de las (contra) reformas estructurales y de la reestructuración neoliberal del Estado, y produjo una reconfiguración en el bloque dominante de poder, la cual se anunciaba ya desde la década de los setenta con el surgimiento de nuevos "grupos económicos" y la influencia creciente del capital financiero. Sólo que ahora se agregaba una alianza "no santa" -construida a lo largo de la década de los ochenta- entre sectores capitalistas legales con los empresarios de la cocaína. Se fortalecían así los rasgos criminales de la economía. Las estructuras mafiosas habían permeado igualmente las instituciones del Estado (todos los poderes públicos), incluidas las fuerza armadas, los partidos políticos tradicionales y los políticos profesionales, y sectores de la iglesia. Se consolidaba así la estructura mafiosa de la formación socioeconómica.

No es casual que sectores de la intelectualidad de izquierda anunciaran la irrupción del paraestado[ 10 ]. Al respecto señalaban Palacio y Rojas en 1989:

"(…) el paraestado no sólo tenía una fracción del capital que empezaba a ser predominante, sino que los empresarios de la cocaína, aliados con otras fracciones del capital, empezaron a tener control territorial y bases sociales populares en algunas regiones del país"[ 11 ].

Y agregaban:

"(…) estamos frente a una especie de "paraestado". Incluye una poderosa fracción capitalista; un aparato represivo militar; gastos en bienestar social; control territorial regional y un restringido pero eficaz apoyo popular" [12 ].

Empresarios de la cocaína, estructuras mafiosas y paramilitarismo se constituyeron en las formas criminales, en piezas del nuevo rompecabezas de la acumulación de capital en Colombia, basada ahora en la creciente articulación entre sus formas legales y sus formas ilegales. En ese sentido, una explicación esencial del paramilitarismo consiste en su entendimiento como el "otro brazado armado", junto con las Fuerzas Militares del Estado, de esa nueva fase de acumulación capitalista; contrario a la idea de sectores de la intelectualidad del establecimiento que desean explicarlo simplemente como una reacción contra la violencia guerrillera.

La función de acumulación no se ha limitado a la expansión del negocio de la cocaína o a la articulación con negocios legales existentes. A mi juicio, el paraestado ha desempeñado dos funciones adicionales del mayor significado: a) ha propiciado una profunda transformación de las relaciones de propiedad, y b) ha incidido sobre la redefinición de las relaciones entre el capital y el trabajo.

En el primer caso no se trata solo de las transformaciones intercapitalistas; se trata igualmente de los nuevos ciclos de acumulación originaria que ha desatado regionalmente, de la expropiación violenta de tierras, del acceso a los dineros públicos. El paraestado se ha mostrado igualmente como parte de una estrategia transnacional de resignificación de la tierra como fuente de valorización capitalista (biodiversidad, recursos hídricos), de promoción de megaproyectos infraestructurales y energéticos; y de un nuevo tipo de agricultura de plantación. En el segundo caso se trata de la flexibilización y desregulación violenta del mundo del trabajo, del exterminio de dirigentes políticos y sindicales, del desplazamiento forzado de más de tres millones de colombianos, que engrosan las filas de la informalidad y contribuyen a la depresión de los salarios urbanos.

La función de acumulación no debe reducirse a un entendimiento en términos exclusivamente económicos. El paraestado es expresivo igualmente de las configuraciones del régimen político. La tesis de Palacio y Rojas consiste en concederle un carácter flexible al régimen, para con ello querer mostrar que en la combinación de los mecanismos "democrático formales" con los "represivos autoritarios", se encuentra la explicación a la relativa estabilidad del régimen político colombiano [13 ]. En ese aspecto, la irrupción del paraestado se comprendería en términos de solución de los problemas de estabilidad del régimen que no pueden ser resueltos por la vía democrático formal. La apelación a un brazo armado paramilitar para exterminar fuerzas políticas opositoras, o liquidar las más diversas formas de organización social y popular, se constituye en componente clave de una estrategia de control social y político para afianzar la dominación y la tendencia de la acumulación capitalista.

La transformación sustancial que ha ocurrido en la sociedad colombiana en las últimas décadas ha sido la entronización de los rasgos criminales de la formación socioeconómica, el despliegue de sus estructuras mafiosas y la extensión del aparato paramilitar, lo cual ha ocurrido al tiempo que se ha vivido otra prosperidad: la de los "grupos económicos" y los grandes capitales, articulados ahora a los negocios de la mundialización del capital. Las "zonas grises" de intersección no están claras, ni demostradas empíricamente con suficiencia. Pero como las brujas: "que las hay, las hay". La estrategia de control territorial, como estrategia de poder, se amplió al ámbito nacional y a la pretensión de control de la estructura del Estado en su conjunto. Lo que parecía tornarse en un campo de poder en disputa entre fracciones capitalistas, parece erigirse en nuevo escenario de transacción. Los "capitales limpios" ahora como antes parecen acceder a nuevos acuerdos, a nuevas alianzas.

De lo que se trata ahora es de cerrar el círculo. El paraestado que se gestó y nació en la década de 1980, que se extendió y profundizó a lo largo de los noventa y principios de este siglo, en esa alianza entre empresarios de la cocaína y sectores capitalistas legales, debe ser reincorporado a la institucionalidad. Ya no es funcional. Desentona incluso con los actuales lenguajes de la democracia liberal. Por eso, la época es de desmovilizaciones y de reinserciones, de institucionalización de derechos de propiedad adquiridos ilegalmente, sin memoria, ni justicia, ni reparación, o con sus caricaturas. Por ello, empresarios de la cocaína, mafiosos y paramilitares dentro y fuera del Estado, en negocios "limpios" o no, aparecen ahora como deliberantes políticos. Esa es la verdadera empresa del gobierno de Uribe Vélez: una inmensa operación de limpieza, la colombian clean. Para ello cuenta con el irrestricto apoyo del gobierno de Estados Unidos y de las multinacionales estadounidenses, que se han beneficiado durante décadas de esas configuraciones particulares de la acumulación capitalista y del régimen político, y que han sabido hacer de la lucha contra el "narcoterrorismo" su mejor bandera de política exterior, para proyectar una estrategia de guerra contrainsurgente y convertir a nuestro país en una base de contención de las avanzadas del movimiento social y popular en América Latina.


NOTAS:

[ 1 ] Profesor del Departamento de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia, Grupo interdisciplinario de estudios políticos y sociales.

[ 2 ] Carlos Marx, El Capital, Tomo I, prólogo a la primera edición, México, D.F., Fondo de Cultura Económica, 1986, p. xv.

[ 3 ] Dos trabajos contribuyen a enriquecer esta perspectiva, y han servido como referente de algunos de los planteamientos de este ensayo. Uno, que puede considerarse pionero en el estudio de la experiencia colombiana, y de suma actualidad, es el artículo de Germán Palacio y Fernando Rojas: publicado en 1989: "Empresarios de la cocaína, parainstitucionalidad y flexibilidad del régimen político colombiano: Narcotráfico y contrainsurgencia en Colombia", publicado en el libro compilado por Germán Palacio, La irrupción del paraestado. Ensayos sobre la crisis colombiana, Bogotá, ILSA, CEREC, 1989. El otro, el texto de Francesco Forgione, "Organizaciones criminales y capitalismo globalizador. Reflexiones a partir de la experiencia italiana", publicado en el libro de memorias del II Seminario internacional Marx vive, Jairo Estrada Álvarez (compilador), Sujetos políticos y alternativas en el actual capitalismo, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales, 2003.

[ 4 ] Moisés Naím, Ilícito. Cómo narcotraficantes, contrabandistas y piratas están cambiando el mundo, Barcelona, Debate, 2006, p. 20.

[ 5 ] "Para manejar grandes masas de capital son necesarios expertos en economía, agentes de bolsa, gerentes de banco, directores y empresarios" (…). "Construir una cultura de empresa mafiosa, necesita de la disponibilidad de sectores del mundo académico y universitario", Franceso Forgione, ob. cit. , p.100.

[ 6 ] Moisés Naím, ob. cit., p.23

[ 7 ] Francesco Forgfione, ob. cit., p. 98

[ 8 ] Ibid., p.102

[ 9 ] Aquí compartimos la distinción de Palacio y Rojas entre el negocio asociado al tráfico de cocaína y el narcotráfico propiamente dicho. "Mientras el tráfico de cocaína es un mecanismo de acumulación capitalista, ilegal e internacionalizado, el narcotráfico es una especie de dispositivo político utilizado por los gobiernos y, particularmente, el gobierno de Estados Unidos (aunque no solamente por éste) para realizar operaciones de represión, disciplinamiento y control social". Germán Palacio y Fernando Rojas, ob. cit., p. 81.

[ 10 ] La noción de paraestado no se refiere a Estado paramilitar; esa es una simplificación inconveniente que sólo pone de relieve la dimensión militar de la estrategia de poder de la fracción capitalista vinculada a los negocios de (y en torno) a la cocaína.

[ 11 ] Estos autores explican el surgimiento y desarrollo del paraestado "en el contexto de las dificultades del Estado y las fuerzas militares para combatir a los grupos guerrilleros y las luchas con potencialidades autónomas populares". Ob. cit., p. 96.

[ 12 ] Ibid., p. 97

[ 13 ] Según las circunstancias históricas, se han privilegiado desplazamientos en uno o en otro sentido, manteniendo siempre la fachada democrática.

Este texto fue publicado en la Revista Cepa, no. 3, Bogotá, abril de 2007, pp. 34-39 (dirigida por Orlando Fals Borda - editada por Libardo Sarmiento Anzola)