EL ÚLTIMO GOLPISTA VENEZOLANO
EN EL ANONIMATO DE BOGOTÀ

En Colombia lo llaman "Pedro el breve" a este hombre de 62 años de edad, de baja estatura y con apariencia de bonachón, quien ocupó por escasas 27 horas el Palacio de Miraflores de Caracas como consecuencia del golpe de facto que dio con apoyo de algunos militares que buscaban deponer al presidente legítimo de Venezuela, el controvertido coronel Hugo Chávez Frías.
Desde ese 11 de abril de 2002, a Pedro Carmona Estanga la vida le cambió ostensiblemente. De ser el presidente de la poderosa Fedecámaras que agrupa a los industriales de Venezuela pasó a ocupar la Presidencia de la República y cuando parecía que en definitiva las cosas iban a tomar un nuevo cauce, los militares fieles a Chávez lograron retomar el control en el Palacio de Miraflores y el día 12 fue arrestado bajo los cargos de rebelión y traición a la patria. Cuando disfrutaba del beneficio de casa por cárcel escapó de ella y pidió asilo en el país vecino.

En la actualidad Carmona, a quien el Departamento de Estado de los Estados Unidos le quitó la visa para ingresar a este país por su actitud golpista, vive en un exclusivo apartamento del norte de Bogotá, gracias al derecho de asilo que le otorgó el gobierno del entonces presidente Andrés Pastrana poco antes de terminar su mandato en agosto de 2002.
Obligado por las circunstancias a dejar su vida de industrial y de dirigente gremial y agradecido por la solidaridad del gobierno colombiano y de algunos venezolanos que le siguen brindando apoyo, Carmona debió cambiar su cómodo apartamento de 300 metros cuadrados localizado en el este de Caracas, por uno mucho más pequeño donde lleva una vida apacible.
Igualmente, debió reemplazar su amplia oficina de la presidencia de Fedecámaras por una sencilla de dos metros por cuatro, desde la cual busca ordenar sus asuntos privados. Desde allí recibe y hace llamadas telefónicas a Caracas, conversa con sus amigos que le visitan y navega por Internet para seguir el vertiginoso y candente transcurrir político de su país.

Es frecuente verlo caminar solitario por los centros comerciales del norte de Bogotá por donde suele dar un paseo para luego ingresar a una sala de cine, lo que le permite sobrellevar el exilio de una manera calmada y sobre todo en forma prudente, sin llamar la atención.
Desde que comenzó su auto destierro dejó los debates sobre petroquímica que es uno de sus negocios, por largas lecturas nocturnas sobre historia y literatura universal y en el ambiente solaz del norte de Bogotá trata de analizar los acontecimientos políticos de su querida Venezuela y busca pensar en el futuro.
En un restaurante y en forma por demás discreta se hallaba Carmona cuando tropezó con él un reportero de CRONICÓN.
Carmona, muy diplomático, se excusó por negarse a dar declaraciones a la prensa internacional, debido a su carácter de asilado.
En el breve diálogo comentó que en este momento su única aspiración política es la de que Venezuela pueda encontrar una salida a la tremenda crisis que la aqueja y aunque se mostró reacio a que se le siguiera preguntando sobre la realidad y los acontecimientos de los que él fue protagonista en su país, señaló que "si se dieran circunstancias como las del 11 de abril, afianzaría los consensos, el apoyo político y corregiría errores de apreciación propios de toda tarea humana".
Es enfático en señalar que los sucesos del frustrado golpe "no fueron premeditados, aunque trate de decirse lo contrario".
Pasando al tema personal comentó que es aficionado a pilotear aviones, tiene una marca de 2500 horas, por lo que hace un par de años voló entre Caracas y Lima. Ahora quiere volar sobre Colombia y ese es uno de sus planes en el corto plazo. Confiesa que esta afición le ha ayudado a templar el carácter en los momentos más difíciles de su vida.

Al salir de Venezuela por su actitud golpista se vio obligado, con dolor, según comenta, a vender su aeronave que tantos momentos gratos le deparó.
Su nueva vida en Colombia es reposada y si se quiere placentera. Sus asuntos privados los alterna con una cátedra que dicta en la ultra conservadora Universidad Sergio Arboleda. Por lo pronto espera que la inestabilidad política en Venezuela sea superada y pueda retornar a Caracas a continuar su actividad gremial y aunque sonríe ante la pregunta, no descarta volverse a meter en política.

Pese a que fue protagonista de un suceso de relativa importancia, resulta difícil considerarloun gestor de la historia latinoamericana con su figura intrascendente, achaparrada y en el anonimato de una ciudad que parece aplastarlo. Quizá no sea sino lo que aparenta: un personaje completamente anodino que terminó en un escenario que no era el suyo.