ESCENARIO DE UNA GUERRA POSIBLE FERNANDO IRIARTE M. |
||
Bogotá,
Colombia, Suramérica, Agosto 7 de 2006
Señora Bloom: Desde que todo comenzó a suceder estamos escuchando, a la distancia,
el estruendo de los combates, que nadie piensa inexistentes pero que
dan la impresión de irreales. No es posible salir por vía
aérea, a menos que uno sea militar, funcionario o miembro del
cuerpo diplomático. Por eso no tenemos más alternativa
que conformarnos con nuestra ventura, buena o mala [habrá que
verlo] de quedar aislados tanto del acontecer mundial como del de los
contornos; este último, al parecer, bastante peligroso. |
||
|
[Cada día cortan
la luz de dos a seis de la tarde, cierran las salidas por carretera y
tren (el viejísimo artilugio que de ninguna manera va muy lejos),
dedican las emisiones radiales a lanzar sin cortes, cuando hay energía,
las radionovelas de kalimán y consagran las transmisiones televisivas
a repetir enlatados gringos rebuscados quien sabe en qué perdidos
anaqueles. Sobra aclarar que está prohibida la televisión
por cable y vía satélite y que arrasaron, una por una, las
antenas privadas que podían captar señales del exterior.
También quedaron interrumpidos la Internet y el fax, lo que quiere
decir que anularon los teléfonos. Cuando sea posible, le mandaré
este E-Mail por el conducto habitual.]
Bogotá está flotando y dándose topes dentro de una burbuja, aislada del planeta tierra. ¿Qué hemos hecho para afrontar la situación? Salir de casa como en tiempos normales, a eso de las ocho de la mañana, con el objeto de guarecernos en la oficina, pretendiendo que no pasa nada. ["Ulrika", digo yo, "¿llegaron las cotizaciones
de Venezuela?", como si de verdad pudieran llegar, y ella contesta,
haciéndose la enterada, "No, todavía no". Por
lo menos evita añadir "pero ya las tendremos esta semana",
y de verdad se lo agradezco]. |
|
[He sido consuetudinario de esos negocios desde hace veinte años, a ello nos vemos obligados quienes trabajamos en el down town bogotano pero no vivimos en sus cercanías. En ese lapso he conocido todos los metederos posibles y la totalidad de menús. "Al menos", me digo, "la oferta va a cambiar, ya veremos con lo que salen", pero me huelo que estoy equivocado. No pasa nada. Eso creo, a pesar de que algunos de los de la taberna sostengan que las carnes y los embutidos no son precisamente de lo que deben ser. Bueno, el hecho de que los platos no varíen me decepciona. No se lo que espero, tal vez simplemente transformaciones. Y como no las hay, a mí me sigue pareciendo que todas las cosas andan igual y por resentimiento hasta me desentiendo de la trifulca de afuera]. Después del restaurante nos dirigimos, como guacamayos amaestrados, a la tertulia pública del Pasaje Santander. A platicar pendejadas, que es lo único que uno puede hacer en situaciones así. Claro que en el fondo me da como una molestia estomacal querer saber lo que ocurre en el resto de la llanura y más allá. Pero uno se acostumbra a confundir la realidad y hasta le saca gusto al revoltijo. La embuste no es, pero puede ser y, mientras, hay modo de continuar con lo propio. Total, si los hechos suburbanos no pertuban a nadie mucho menos lo harán los aconteceres del mundo, ¿para qué preocuparse? Y ahora que digo suburbios, no estoy seguro de que estén comprendidos en la reclusión. Quizá no. A lo mejor la guerra ya llegó a esos sitios y alguna lejana avenida está siendo utilizada como parapeto para establecer, lo que se dice, una trinchera "de puertas para adentro" o, mejor, "de barrios marginales hacia adentro". ¿Pero cómo transcurren las horas en el corrillo? Discutimos si los enfrentamientos son conflagración o escaramuzas, porque uno nunca puede estar seguro de nada. Y tratamos de comprender a qué es lo que se llama guerra. En esta república hay tantos muertos que bien puede cualquiera preguntarse cuándo comenzó el problema bélico, o si no fue más bien un asunto de estadística, es decir, del aumento de incidentes y fallecidos. Creo, y lo he meditado bastante, que el conflicto armado realmente es algo individual, que si no te golpea en persona, no existe; aunque si las autoridades lo afirman mediante decreto o algo semejante, entonces ni modo, se declaró y uno no es quién para contradecir. Por supuesto, señora, que la situación ha tenido las
previsibles consecuencias, pero desde el principio no hemos hecho más
que dedicarnos a las historias, como desesperados aconsejados al tiempo
por el diablo y por los ángeles idiotas, y no estamos preparados
para nada más. Pienso que habrá que hacerlo. Septiembre 12 Por este desastre debo lamentarme, señora Bloom, de no haber podido establecer a tiempo contacto con usted. Estoy casi en la capacidad de jurar que si el Gobierno, o los insurrectos o los "paras", hubieran adquirido repuestos de parte suya (y mía) habrían conseguido buen precio y se habría evitado el accidente tan lamentable. Pero entenderá que en cierto modo los hechos definitivos me tomaron por sorpresa. [Aquí voy a usar un viejo chiste del Caribe: me sucedió como a los comunistas en la Habana de 1959, que estaban discutiendo si se sumaban o no a los alzados en armas de la Sierra Maestra precisamente cuando los guerrilleros entraban triunfantes a la ciudad]. Tal parece que la Montaña del Cable, dicen, atrae igual que
las malas compañías. La verdad es que los dos estrellones
me han servido para darme cuenta hasta qué punto vivimos como
envolturas vacías y al viento: dependiendo de algo que no podemos
controlar. Ello, si bien trae sus ventajas en cuanto se conoce lo exiguo
de lo que es posible hacer en este mundo, es situación que puede
perjudicar a cualquiera para siempre. La República tiene más o menos cinco millones doscientas
mil playas a nivel del mar que no vigila nadie y seguramente servirían
como astilleros, pero a algún genio le debió parecer mejor
utilizar la bodega de ferrocarril en donde se escondieron los soldadores
criollos y los ingenieros eslavos que aportó la mafia rusa, para
fabricar lo que fabricaron. Resultó que era el asunto del submarino. Octubre 25 Ya con los pies en el suelo apuntó al corazón del piloto
y lo dejó frio y estupefacto. Con la culata, para no desperdiciar
munición, dañó el tablero de mando electrónico,
y echó a andar. Tenía mala suerte. Por los alrededores
merodeaba un grupo de autodefensas. Siguieron sus movimientos mediante
prismáticos desde el cerro que albergaba el monasterio, en el
exterior de una de esas cuevas que allí abundan. Lo rastrearon
durante un trecho, se le adelantaron antes del refugio de las Alpacas,
importadas del Perú por un antiguo Gobernador de Cundinamarca,
y le salieron de frente. El ángel no disparó, sabía
que no podía utilizar la sorpresa y eran demasiados. A nosotros el cuento nos llegó, señora Bloom, de medio
lado, escuchado y retransmitido por otro habitual del Pasaje Santander,
un contertulio de esos que son pero que no parecen. [Se la transcribo
como llegó a mis oídos pues usted conoce bastante este
país y esta ciudad]. El que lo contó fue y se la soltó
a Estéfana, la de los tintos, evidentemente para que nosotros
nos enteráramos. Ni así lo determinamos, pero oímos.
Armando dice recordar que vio pasar el helicóptero en el que
presuntamente huyó el criminal. |
||
Contrariamente a lo que se piensa, las
personas dedicadas a defender los DDHH, son consideradas en adelante como
seres contaminados. Y la fiera y sus seguidores piensan que los contaminados
deben alinearse y si no se quedan bien alineaditos sin moverse, el que
se mueva pues… : un paso al frente y disparen ! ! ! A aniquilarlo
! ! !. Ese virus peligroso hay que destruirlo. Coletilla: |
||
La ignorancia es atrevida El gran jefe brujo y sus aprendices de gabinete, no han logrado comprender aún la diferencia existente entre Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario. En últimas, él y las demás miembros de la escuela de brujería, consideran que es lo mismo. Les vamos pues a refrescar la memoria : según doctrina y jurisprudencia de Naciones Unidas, son los agentes del Estado los que violan los Derechos Humanos (las garantías y mecanismos para proteger vida, honra y bienes de los ciudadanos); y son los grupos alzados en armas los que transgreden el Derecho Internacional Humanitario (conjunto de normas establecidas en los Protocolos I y II de Ginebra que buscan amortiguar los rigores de la guerra). Como no han querido asimilar esta diferencia fundamental exigen, en un acto de ignorancia supina, que los defensores de Derechos Humanos condenen los actos de guerra de los grupos alzados en armas. |
||
Octubre 30 De la manera más inesperada, señora Bloom, ahora que vamos como en la vigésima semana de esta situación anormal, un grupo interno, calles adentro, decidió emular lo que sucedió hace más de dos décadas, aquello de la toma del Palacio de Justicia por un comando guerrillero. [¿Recuerda el suceso? Usted tuvo que ver con él, si no estoy mal informado, pues recomendó a los extranjeros que dieron instrucción a los rebeldes]. Esta vez no entraron a saco en el edificio reconstruido o vuelto a levantar sobre las ruinas del anterior [ya quedó claro que poner en jaque ese poder no asusta a nadie ni hace tambalear los gobiernos] ni tampoco en el de enfrente, el Capitolio Nacional, porque el legislativo está desprestigiado y más bien los enemigos de siempre hubieran aprovechado el hecho en su favor. Sino que se metieron como reptiles en el Palacio Cardenalicio. Puede que la Iglesia ya no sea la misma, pero sigue siendo la Iglesia, aquí y en el estrecho de Magallanes, por lejano que esté. De manera que con ella toparon. Todos, no sólo los que irrumpieron sino también el Gobierno, el sistema, los poderes establecidos, las fuerzas vivas y la sociedad civil, que ni siquiera sabe de su propia existencia. [En su país la ciudadanía existe, señora, y me consta que es muy culta, aún en medio de los conflictos bélicos]. |
||
No fue un acto heróico, sino torcido, como era de esperar.
Los que realizaron aquello lo hicieron con hábito de monjas, semejante
al de las adoratrices. Es posible que los mismos jerarcas creyeran el engaño,
dado el lamentable estado de los espíritus en tiempos de guerra y
en ciudades sitiadas.
El golpe de gracia radica en que las autoridades civiles de la metrópoli
y del país estaban dentro. El revuelo mundial, que continúa,
debe ser de la madonna, nunca mejor empleada la expresión. Dicen
que anda de visita el Cardenal de Nueva York y que eso, precisamente,
precipitará el desenlace. Por desgracia, seguramente nunca sabremos
cuál será el final, por las razones que saltan a la vista:
la tan triste desinformación en que nos hallamos en ese momento...
y en que permaneceremos. Noviembre 11 Los dos neurólogos parecían haber estado al servicio de alguno de los grupos combatientes, o acaso secuestrados. Las heridas de los testículos no eran profundas, pero estaban infectadas al punto de volverse letales. Los músculos de las piernas mostraban señales de larguísimas caminatas y era desde todo punto de vista un milagro que estuvieran todavía vivos. No duraron mucho. Los internaron en el hospital y los atendieron como a enfermos a punto de sucumbir pero que pueden ser salvados, y no hubo remedio. A pesar de que uno de ellos recobró el sentido y dijo que los habían sometido además a torturas morales que era mejor no recordar, a ambos los liquidó la septicemia generalizada. ¿No hay medicamentos en el exterior de la ciudad? ¿Los empujaron hacia adentro, en su estado, sólo para que mostraran lo que está ocurriendo allá afuera? Como anticipación, yo había visto muchos años atrás en un punto lejanísimo en jurisdicción de mi pueblo del Alto Catatumbo, cómo dos hermanos campesinos se lesionaron trabajando y nunca pudieron llegar vivos a la carretera, consumidos por el tétanos, a pesar de que sus cortaduras hubieran podido ser tratadas hasta por una enfermera principiante. De esta historia de los médicos me enteré hoy, con mis propios medios, puesto que vivo a un paso de la universidad y uno de los vigilantes de la puerta que da a la capilla del barrio me dijo lo que sucedía, acuciado por la necesidad de comunicárselo a alguien aunque apenas sea conocido suyo y sólo lo distinga por haberlo visto las escasas veces cuando va al campus a practicar la marcha atlética. Noviembre 22 Los ve y los cree los mismos astrosos, pero son distintas personas que
otros traen a la fuerza o los dejan penetrar a la ciudad con poco edificantes
intenciones. Permanecen un tiempo haciendo lo suyo y luego mueren o desaparecen
(no estoy al tanto), para ser reemplazadas de inmediato por individuos
de nuevas remesas. Aunque de todos modos algo ha cambiado en ellos: les noto una mayor disposición
de ánimo y más competitividad. Tengo el presentimiento de
que serán capaces de superarse, como auténticos ganadores
en el mercado abierto, siempre y cuando se lo propongan. Hace unas horas, señora, he constatado un nuevo síntoma de regreso a la vida de siempre, durante un tiempo lejos de la muerte, por aquello de la ley pendular que obliga al contrapeso a volver al otro extremo: casi ha sido reanudada la televisión ordinaria. Las emisiones titilan a veces y en ocasiones se deforman y aparecen las barras verticales de color. Pero ya se nota que es como si la interrupción se debiera a la pérdida momentánea de energía o a la intrascendencia de que un bromista desprendió un enchufe o que una lagartija se electrocutó y provocó un cortocircuito.
También están activos los fanáticos del fútbol,
estimada señora. En algún momento de estos días se
reiniciaron los partidos sin que yo me enterara y he aquí que me
tropecé hoy con las hordas de siempre, los del pelo y la cara pintados
con los colores del equipo, acompañados de sus viejos instintos
destructores. Aunque se comportan todavía disminuidos en acciones,
sin un empuje verdaderamente serio. Esta mañana, además, escuché el pito lastimero del tren turístico (el único que existe) y también ha vuelto el sonido de fondo que producen las autopistas de ingreso a la ciudad, bien perceptible de lejos, pero de cerca como una urticaria del espíritu que se siente pero no alcanza a producir verdadero prurito. El domingo entrante subiré al Cerro del Cable, a ver, en lo posible,
los restos del avión caído, y a observar desde lejos si
de verdad ya nadie se encuentra al acecho. Diciembre 7 HACE UN MOMENTO INFORMÓ LA RADIO QUE SE HUNDIÓ DE MANERA
INEXPLICABLE, EN UNA CAVERNA DE MÁS DE TRESCIENTOS METROS DE PROFUNDIDAD,
QUIZÁ EXCAVADA POR TERRORISTAS, EL EDIFICIO COLPATRIA. ¡LA
TORRE MÁS GRANDE DE ESTA CIUDAD Y DE ESTE PAÍS HA SIDO TRAGADA
POR LA TIERRA! |
||