CHILE, LA HEGEMONÍA NEOLIBERAL


 

POR NICOLÁS ROJAS SHCHERER

Con la derrota en las elecciones la ultraderecha chilena perdió la autoridad política y el mando del Estado, pero ese modelo político tiene el apoyo de la mayoría de los electores trasandinos.

La victoria de Sebastián Piñera significó la llegada a La Moneda de un conglomerado de derecha que no accedía al poder hacía más de cinco décadas. Claro está, si consideramos el acceso al poder por medio de los procedimientos democráticos. Sin embargo, el argumento en sí mismo es justo: la derecha no ganaba una elección popular desde que Arturo Alessandri gobernara un país que había probado una breve experiencia populista con Ibáñez del Campo en los '50, que veía desarticularse sus fuerzas partidarias con la asunción del democratacristiano Eduardo Frei en los '60 y que terminaba capitulando su proyecto republicano conservador en aras de una modernización neoliberal que a los antiguos conservadores, nacionalistas y desarrollistas, habría parecido una sumisión del alma nacional hacia los intereses extranjeros en los 70.

Y es que durante el gobierno de derecha que se va, los roces entre sectores "partidarios" y "gubernamentales" han sido duros. Un botón de muestra lo constituye el llamado Proyecto APV, una versión del matrimonio igualitario descafeinado que habría impulsado Piñera durante su campaña y que vio cómo desde su partido, Renovación Nacional (RN), era constantemente saboteado. Sin embargo, cuando se trató de hacer avanzar la llamada "agenda valórica", los históricos contactos entre el presidente y la DC lograron plasmarse en una de las políticas sociales focalizada más avanzada de la región: el post-natal de seis meses, aprobado durante una gestión de derecha.

En términos electorales, la derrota de la derecha política ha sido un duro golpe para varios sectores disconformes de cómo se han llevado a cabo las relaciones entre Gobierno y Partidos. Pues si se mira de manera superficial, el monolítico sistema de partidos chileno realmente contiene una amplia gama de agentes en su interior. La novedad post-dictadura radicaría en la necesidad de hacer alianzas dado el marco electoral binominal. Pero como decíamos, la derrota electoral ha significado la perdida de la autoridad política y el mando del Estado, lo que no significa la perdida de la hegemonía neoliberal.

Las explicaciones de lo que sucede en la actualidad varían. Una de las más comunes achaca las dificultades del sector a los personalismos. En esa línea se desenvuelve la última columna de opinión del politólogo Jean Masoliver, quien -ampliando el arco de su crítica a los sectores de izquierda, estudiantiles y sindicalistas- considera que el personalismo de tipo caudillista es el mayor problema de la política chilena. "Pareciera importar más la creación y mantenimiento de una estructura que rinda rédito al líder en tanto pueda mantenerse en el poder, antes que una real construcción de un movimiento político con ideas claras más que eslóganes que sólo obedecen a la contingencia", deja citado el analista en el medio digital El Dinamo.

Casi oponiéndose a las declaraciones del analista, la última (y más importante) deserción de las filas de RN, Lili Pérez, se retiraba de la tienda dirigida por Carlos Larraín con las siguientes declaraciones: "Los personalismos, la ambición y el poder se transformaron en un fin en sí mismo (…) donde el mérito queda en segundo plano". Enfatizando que "éste es el único partido en Chile [RN] que ha perdido a 7 parlamentarios en ejercicio: el senador Carlos Cantero, lo corretearon hasta que se fue. El senador Antonio Horvath, el diputado Gaspar Rivas, y los diputados Karla Rubilar, Joaquín Godoy y Pedro Browne", consignó el diario La Tercera.

Así, y con estas palabras dirigidas a la historia, se retiraba una de las dirigentes más importantes de la derecha en la búsqueda de nuevos horizontes para el Chile reciente: la búsqueda de una derecha liberal.

Las tres almas de la derecha. El afamado politólogo y columnista chileno Patricio Navia, docente de la Universidad de Nueva York, en conjunto con el politólogo Marco Gambra, han traído a la palestra de la opinión pública la conocida tesis de las "tres almas" de la derecha.

Este argumento asegura que a pesar de haber dos partidos mayoritarios en el sector, habría tres conglomerados en términos ideológicos y políticos. El primero de ellos estaría asociado a la Unión Demócrata Independiente (UDI), férreos defensores del legado pinochetista, mayoritariamente Opus Dei y enemigos acérrimos de la izquierda. El segundo sector estaría representado por "la derecha" de RN y se caracterizaría por su defensa del legado pinochetista, pero con planteamientos moderados en términos valóricos al lado de sus socios de la UDI. Finalmente, el tercer sector serían los "liberales" que en este momento se disgregan de RN y que habrían seguido la opción del NO frente a la dictadura.

La novedad estriba en una derecha democrática, pluralista, progresista en cuanto a discusiones valóricas y con nuevos rostros, en general jóvenes desligados de la pesada herencia de Pinochet. Así, en estos términos se ha dado la batalla "liberal"- "conservador" en el último tiempo, con los primeros buscando un nuevo impulso modernizador para el Chile de hoy que, según relatan, ha cambiado tanto su espíritu cultural como su alma política. La búsqueda de una nueva configuración partidaria sería como el despliegue de la nueva energía de los tiempos: moderna, eficiente, siempre conectada y sobre todo, optimista y realista. El "ethos" cultural de la nación habría cambiado, siendo necesario profundizar en aquello que "la izquierda" (La Concertación) no habría podido o querido lograr: otorgar más derechos sociales focalizados, optimizar el crecimiento para generar el despliegue de un mercado más justo, democrático y transversal.

Sin embargo y a pesar de los optimistas indicadores macroeconómicos, la desigualdad y con ello la segregación (cultural, pero sobre todo, de clase) continúa en aumento. Así, ¿qué es lo que detectan aquellos liberales, pero que al parecer no pueden resolver?

Una crisis de contingencia. En una reciente columna de opinión, el investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados de la Universidad Arcis, Álvaro Cuadra, destaca un hecho capital: que la actual crisis de la derecha es más una crisis de dispersión de fuerzas que de cuestionamiento a su rol dirigente en términos hegemónicos. "La derecha sigue siendo el vector que ordena el quehacer nacional en todos los dominios; de hecho, estamos sumidos en una economía de derechas administrada por una política de derechas, todo eso en una cultura secularizada de derechas", consigna en El Ciudadano.

Y es que a pesar de los fuertes sacudones del movimiento estudiantil, de las regiones que se organizan contra la concentración capitalina de Santiago, de ciertos núcleos mapuches y en el último tiempo del movimiento gremial representado por los trabajadores portuarios, el neoliberalismo chileno mantiene toda su fuerza y vigor después de más de tres décadas de desarrollo.
Sin embargo, lo cierto es que la crisis en la derecha pareciera ser más contingente que estructural. Pues si la derecha política pierde la dirigencia del Estado, no se ve a la derecha empresarial poner el grito en el cielo por el ingreso del Partido Comunista al gobierno de Michelle Bachelet. Dejando en suspenso las posibles acciones del gobierno de la Nueva Mayoría dirigida por la ex Secretaria General de la ONU Mujeres, el realineamiento de fuerzas dentro de los sectores de derecha recuerdan más a aquello que Gramsci denominaba una "crisis de contingencia", esto es, un reajuste de fuerzas dentro de los conglomerados y partidos políticos, cuyas repercusiones no ponían en cuestión el marco del desarrollo capitalista. Y es que en el Chile actual el sentido común ha sido removido en ciertos aspectos y aquello que antes se consideraba como "normal" ya no es tan bien visto por el electorado. Pero la clase política ha tomado nota y se ha modernizado, retomando -en el caso que nos ocupa- la agenda valórica para hacer progresar el bienestar de la población a la que gobierna.

Sin embargo y como comenzamos escribiendo en esta nota, a pesar de la fuga de importantes militantes y dirigentes y la creación de nuevas fuerzas dentro de la derecha, no se avizora un proyecto político nacional que construya, desde dentro de estas fuerzas, un Chile distinto al neoliberal. No hay un cuestionamiento al exceso de privatizaciones, pues las críticas llegan al "abuso" que las empresas cometen contra los consumidores. Bajo este esquema de política, la antigua derecha fundadora del Estado Nacional "portaliano", sigue en los libros de historia, reemplazada por la derecha neoliberal pinochetista que, aunque ciertas facciones renieguen del padre, seguirá permeando sus acciones y deliberaciones. Pues la hegemonía que este modelo posee tanto en el cuerpo social de la nación como en la mayor parte de los sectores dirigentes ha calado tan hondo, que no basta con reivindicar derechos "valóricos" para superarlo.


Miradas al Sur, Buenos Aires, 19 de enero de 2014.