EL FALLO DE LA CORTE INTERNACIONAL DE JUSTICIA SOBRE COLOMBIA Y NICARAGUA


 

POR HORACIO DUQUE

La Corte Internacional de Justicia de La Haya emitió un fallo el pasado 19 de noviembre para resolver un viejo litigio de fronteras marinas entre la Republica Sandinista de Nicaragua y el Estado colombiano.

La decisión del Tribunal no gustó a la clase dominante colombiana que se mostró apesadumbrada y llorosa por los medios de comunicación. Los sandinistas, con el pueblo nicaragüense encabezado por su presidente Daniel Ortega, han expresado su conformidad con la determinación que les amplía su plataforma oceánica, portadora de inmensas riquezas mineras.

Por supuesto, fue un contencioso mal administrado por los viejos oligarcas bogotanos y sus burócratas inveterados de la Cancillería, escriturada desde finales del siglo XIX a la familia Holguín, un clan de viejos terratenientes chocoanos, vallunos y sabaneros, que desde la Regeneración nudista (1886) tienen el control de la diplomacia colombiana, como si fuese un latifundio particular. Carlos Holguín, presidente pro hispano en 1892, incurrió en la indelicadeza de entregar el tesoro Quimbaya a la reina María Teresa de Madrid, para que decidiera en favor de su gobierno, en un litigio de fronteras en la Guajira con Venezuela. De ese tamaño es la visión del interés nacional de estos encopetados que en pleno siglo XXI ejercen el dominio de la mediocre Cancillería de San Carlos.

Previsible lo que acaba de ocurrir. El coronel Julio Londoño Paredes, el eterno jefe de fronteras del Ministerio de Relaciones, servidor del caduco régimen liberal/conservador e incapaz burócrata, es el directo culpable de este descalabro jurídico. Haber confiado este delicado asunto a tal personaje, como otros que tiene en sus manos, es un acto de irresponsabilidad descomunal por el que debe responder la actual jefe de la diplomacia, María Ángela Holguín.

Colombia pudo alcanzar un acuerdo satisfactorio con los sandinistas sobre el tema de San Andrés y la rica plataforma marina, pero su visceral odio a los revolucionarios de Managua, su conocida prepotencia frente al Socialismo nicaragüense, así como su seguidismo pro gringo, provocaron el resultado conocido por todos. Para que llorar sobre la leche derramada, señores Santos, Pastrana, Belisario, Gaviria, Angelino y señoras María Ángela Y María Emma.

Lo peor de todo esto es que el Presidente quiere desconocer el pronunciamiento internacional con argucias notariales. Adicionalmente puso a su mediocre Ministro de Defensa, heredero de una casta militarista de masacradores, a proferir amenazas contra Ortega y a lanzar afirmaciones para calificar de narcotraficantes y cómplices de la mafia a los gobernantes de la nación Centroamericano. Que despropósito. Similar a lo que hace con el proceso de paz de La Habana, que si fracasa es por culpa de este inmaduro y lenguisuelto personaje.

Pero creo que con los sandinistas, a la torpe oligarquía bogotana, le sucederá igual que a los gringos, que hace algunas décadas, pretendieron destruir su heroica lucha revolucionaria con paramilitares y ataques aéreos, con los resultados ya conocidos.

Los sandinistas están en su derecho y fueron a La Haya con los mejores abogados, mientras Colombia se durmió en los laureles y la alcanforina de Londoño Paredes, quien debería renunciar junto a su Jefe. Se volvió a repetir la historia de José Manuel Marroquín, un violento vejestorio que siendo Presidente, permitió que los gringos se robaran a Panamá. Un verdadero trauma en la historia nacional.

Daniel Ortega le ha dado la bienvenida a Santos a San Andrés. Mejor responder con modales diplomático. Hay que hacer oídos sordos a las proclamas de la bestia negra/AUV, en Medellin, que ya está sugiriendo guerra y ataques, para regresarnos a la belicosidad de su gobierno que nos aisló del resto de Sur América. Que prime la sensatez.

Con los sandinistas, así como con el Socialismo del siglo XXI, conviene cultivar relaciones esmeradas y de respeto. La rabia y el aislacionismo son malos consejeros.

21 de noviembre de 2012.