POR JUAN ALBERTO SÁNCHEZ MARÍN
"La única forma de
comunicación adecuada, desde la perspectiva del poder, es la
propagandística. En tal sentido, el periodismo bueno es aquel
que es útil a los intereses de quien lo juzga o califica. La
radio refuerza lo dicho por la televisión. Los portales de los
medios masivos y sus derivaciones lo complementan. Los medios impresos
hacen eco de lo mismo y le añaden nuevos matices. Todos hablan
de lo mismo, todos entrevistan al mismo y casi a la misma vez. La verdad
deja de tener algo que ver con la honestidad o la sinceridad, y no es
un acuerdo social sobre la realidad y sus hechos: La verdad se acomoda
en salas de redacción, pero antes se configuró en una
oficina burocrática o en una pomposa gerencia. El periodista
en contravía es negado. El medio lo descarta, la sociedad lo
desaprueba y condena. Los actores de la guerra le endilgan las culpas
a conveniencia".
El poder, entre otras, tiene dos cosas
claras: que los vencedores son quienes cuentan la historia y que si
la historia no existe hay que inventarla al amaño o moldearla
según se le de la gana. Y algo más: que buena parte de
la historia, hoy en día, la asumen los medios, los periodistas,
por abrogación, implantación, cesión, irrupción,
en fin.
O al menos, que tal versión es la que principalmente va quedando
retenida en los dispositivos de almacenamiento masivo. Una memoria de
la humanidad que ya no está en las "Casas de la Vida"
(1) de Tebas o Karnak, ni en Alejandría, sino en caldeados servidores
en los Estados Unidos.
Llevamos 25 siglos creyendo, como Herodoto, que los griegos eran los
civilizados y los persas los bárbaros, sólo porque quienes
vencieron en las Guerras Médicas fueron los primeros. Herodoto,
que era cario, pero siempre se creyó griego. Como nosotros, que
no nos tenemos por bárbaros, aunque sabemos muy bien que, al
menos según la consideración de la cultura hegemónica,
tampoco somos los civilizados.
África es salvaje desde aquellos días de los Atlantes,
condenados en la descripción de Plinio el Viejo a ser vistos
como "una degeneración de las costumbres humanas" (2).
¿Quiénes serían Atila o Alarico, o los hunos y
los vándalos, despojados de la leyenda negra fraguada desde la
estrecha dicotomía de bárbaros y civilizados de los romanos?
Es muy probable que entonces esa visión de seres brutales la
mutáramos por la de libertadores, porque así de leves
y aleves son también nuestras convicciones acerca de los personajes
históricos.
A Occidente nos llegó de ellos la narración del mundo
y así lo concebimos todavía: grecorromanamente. Lo cual
no es malo, sino malísimo, por lo que tiene de sesgado y excluyente.
Pero, peor aún: La visión llegó trajinada y cansada,
sin la curiosidad de Herodoto, el "Padre de la Historia",
y sin el enciclopedismo de Plinio el Viejo.
Llegó el poder a nosotros, en cambio, lo mismo de arisco y asustadizo:
En Washington o Bogotá, al modo de Atenas o Roma, los buenos
conquistadores nunca dejan de estar nerviosos ni de curarse en salud
de la mejor manera que pueden, que es el peor padecimiento para el resto
de los mortales, a quienes unos pocos nos cuentan lo que nos pasa e
incluso nos indican lo que somos.
Otro Plinio (Apuleyo Mendoza) y otros arrogados "padres de la histeria",
como Carlos Alberto Montaner, Enrique Krauze, Andrés Oppenheimer,
Álvaro Vargas Llosa, Moisés Naím, hasta Jaime Bayly,
o, en Colombia, Alfredo Rangel, Rafael Nieto, María Isabel Rueda,
Salud Hernández, José Obdulio Gaviria, Fernando Londoño,
Francisco Santos y un largo etcétera, ejecutan la tarea de acuñar
matrices, desnaturalizar hechos y desviar la atención en nuestra
historia reciente.
Son periodistas sin sentido del contenido social del oficio u oficiantes
sin sentido del quehacer profesional, lo cual es lo mismo, pero sí
de una firme y definida militancia en torno a los principios de la autoridad,
una proyección condescendiente y disfrazada de los valores del
imperio y del dominio a los cuales sirven.
Ellos siguen negándose a ver en los contrarios otra cosa que
no sean degeneraciones de las costumbres humanas. Y rehuyendo también
a aceptar que todo idiota útil nunca deja de ser un contrario.
Un pistón del engranaje mayor. Vean si no lo que le pasó
a Londoño. Uno de los más detestables mejores ejemplos.
Sus cómplices e interesadas interpretaciones de lo que acontece
son registradas por los medios como si fuera la realidad que vivimos
y la historia que deviene.
El poder los utiliza para describir el mundo a sus pies, funcional y
obsecuente, y ellos se usan a sí mismos para interpretarse e
interpretarnos como una comprometida parte de él. Alguno de ellos
podría serlo en verdad, ninguno de nosotros lo es.
LO MOLESTO: LO MALO
En una sociedad en la que el ayer se desdibuja en el recuerdo y ni siquiera
se le relega a la anécdota, y donde el mañana sólo
se vislumbra desde lo noticioso, el presente se relata como una manera
de afianzar lo que se es y lo que no. Y las diversas fuerzas encontradas
procuran que la historia se vuelva una puesta en escena ante el ojo
de la cámara o unas líneas bien memorizadas frente al
micrófono.
Los gobiernos prometen y las instituciones aparentan hacer algo, cualquier
cosa. Las corporaciones son empresas altruistas. Los banqueros apoyan
proyectos sociales y le prestan al pobre. El devoto actúa de
manera desinteresada y pone cara de tal. El poder es noble.
Si el mundo no marcha, tienen la culpa el indio, el negro, el homosexual,
el pobretón, el guerrillero, el invierno, el verano, la crisis
mundial. O el correveidile, que es el periodista contando, publicando,
fotografiando lo que puede que todo el mundo quiera saber, pero que
a los centros del poder casi nunca conviene.
Hacer periodismo puede ser igual de vedado y aventurado en China, país
al que se le endilgan tantos males al respecto, como en los Estados
Unidos, que se precian de lo contrario justamente para disimular que
el asunto es idéntico. Corrijo: mucho más malo. El lobo
suaviza el aullido, rumia, se recubre de lana, se hace llamar Dolly,
pero no es una oveja y no se necesita ser Linneo para saberlo.
Porque la amenaza a la libertad de información no es un asunto
de la clase de sistema político o económico imperante,
o de cobertura o localización, ni siquiera es ideológico:
Es, sencillamente, de pánico del poder hacia la verdad.
El poderoso que asciende o se mantiene de modo fraudulento no puede
considerar indicada una simple referencia al tema. El gobierno que ha
violado los derechos humanos ha de tildar de terroristas a sus defensores.
El político que ha saqueado las arcas públicas tiene que
ver adversarios malintencionados en quienes intenten hacer las cuentas.
Cuando menos, es lógico.
El ex presidente colombiano Álvaro Uribe Vélez dijo que
el periodista francés Romeo Langlois, en poder de las FARC, es
un grosero (3): En plena faena pública el periodista se atrevió
a interpelar al exmandatario acerca de la cesión de tierras a
la multinacional canadiense Anglo Gold Ashanti, tornándole la
sonrisa en un rictus rabioso (4). Un grosero con el poder. Más
aún: Un malcriado con sus intríngulis.
Los secretos de estado, las clasificaciones preventivas de información,
los llamados datos sensibles y los delicados asuntos gubernamentales,
sin desconocer que algunas veces pueden ser razonables, en muchas ocasiones
son máscaras para ocultar prácticas insanas, atentados
constitucionales o claras violaciones a las leyes hechas por los propios
gobiernos y sus círculos de poder.
Los Estados Unidos han puesto todas las trabas posibles para hacer efectiva
la Ley de Libertad de Información (FOIA), denegando de manera
injusta la desclasificación de documentos y trabajando solapadamente
en la reclasificación de otros que eran públicos.
En virtud de la FOIA y gracias a la labor del Archivo de Seguridad Nacional
de la Universidad George Washington (5), una organización dedicada
a la desclasificación de documentos confidenciales del gobierno
norteamericano y de ponerlos a la disposición de la prensa y
los ciudadanos, conocimos de primera mano los asedios y hostigamientos
hacia Cuba y buena parte de la operación Cóndor, la alianza
siniestra entre el gobierno estadounidense, la CIA y las dictaduras
del Cono Sur.
La publicación de Wikileaks de más de 800 mil documentos
clasificados, 250 mil cables diplomáticos secretos y 5 millones
de correos de la empresa Stratfor, la CÍA en la sombra, fue un
viento fuerte que dejó al descubierto muchas prácticas
infames en la conducción de la política internacional
de los Estados Unidos y sus allegados. La ira divina de Washington hacia
Assange se manifestó en cargos contra él redactados, cómo
no, en secreto (6).
En Colombia, para no ir más lejos, el secreto a voces de la asociación
de Álvaro Uribe Vélez con el narcotráfico y los
paramilitares no afectó su favorabilidad ni le impidió
el ascenso a la presidencia del país en 2002.
Sin embargo, fue la revelación de los mecanismos utilizados en
su paranoia, durante el ejercicio del poder, la que lo puso en el ojo
del huracán. En el afán por permanecer en la Casa de Nariño,
el ex presidente espió y persiguió, en prácticas
que según parece nunca le fueron extrañas, sólo
que esta vez aconteció con una diferencia: los complots denunciados,
unos tras otros, fueron noticia.
Esto hace suponer que los escándalos son las únicas boyas
que quedan puestas en la vía guiando el transcurrir de la deleznable
democracia de papel que es el país suramericano.
LO ÚTIL: LO BUENO
La única forma de comunicación adecuada, desde la perspectiva
del poder, es la propagandística. En tal sentido, el periodismo
bueno es aquel que es útil a los intereses de quien lo juzga
o califica.
Y de tal modo lo asumen los medios, desde los grandes y transnacionales,
hasta los desvalidos y locales, pasando por los estadios intermedios.
Una sujeción entendible desde todo punto de vista: En los unos,
porque ellos mismos son el poder, pues los grandes medios cada vez son
más apéndices corporativos que proyectos autónomos
e independientes. En los otros, porque si no se alinean se mueren: si
dices lo que quieres, te recorto los fondos (publicidad, auspicio, financiación,
o como se llame la fuente del chantaje); si no dices lo que quiero,
te los suprimo. Más grave: si dices algo que no me gusta o conviene,
te demando.
La seducción subliminal, de la que se echaba mano hace tiempo,
ahora no es necesaria, y los estudios especializados incluso la descalifican
como recurso. Hoy la trama - tramoya es al descaro.
Las llamadas alianzas estratégicas informativas en boga son alineaciones
continentales mal disimuladas. Explícitas durante ocasiones particulares,
como una tragedia o una cumbre, con una metodología azarosa y
un aire de mundo terminal. O implícitas, en el codo a codo del
día a día. En todo caso, gobiernos, multinacionales y
medios confabulados y alineados tras la misma zanja, desde la Patagonia
hasta arriba de los Grandes Lagos.
La radio refuerza lo dicho por la televisión. Los portales de
los medios masivos y sus derivaciones lo complementan. Los medios impresos
hacen eco de lo mismo y le añaden nuevos matices. Todos hablan
de lo mismo, todos entrevistan al mismo y casi a la misma vez.
La verdad deja de tener algo que ver con la honestidad o la sinceridad,
y no es un acuerdo social sobre la realidad y sus hechos: La verdad
se acomoda en salas de redacción, pero antes se configuró
en una oficina burocrática o en una pomposa gerencia.
El periodista en contravía es negado. El medio lo descarta, la
sociedad lo desaprueba y condena. Los actores de la guerra le endilgan
las culpas a conveniencia.
En una realidad transformada en un escenario de constante conflicto
mediático, no existen los desinteresados, sino los bien disimulados.
Una premisa importante de la credibilidad periodística: Aparentar
lo que no se piensa, en aras del falso equilibrio informativo, y decir
de vez en cuando lo que muchos quieren oír, en bien del engaño
masivo.
Quienes se sustraen a ello van portando el estandarte del bien o del
mal, según quién mire y desde dónde. Entonces,
el periodista es esto u aquello; el periodista es corporativo o subversivo.
Lo que no puede conducir sino a que el periodista es aliado, o adversario.
Y el animal social y político que es el periodista termina asumiendo
que lo que hace es una cosa u otra, tiñendo con aspectos ideológicos
la información, lo que empeora porque se lleva a cabo ocultando
lo que pasa en bien de las creencias o de su bolsillo, secundando a
sabiendas o no un propósito político o económico,
y, lo más grave, callando las injusticias o atacando las causas
justas.
Como en la propaganda, otra vez, no se busca que los medios mientan,
sino que omitan. No se pretende que ellos alteren la realidad, sino
que le den una estructura informativa, antes que con base en los principios
elementales del oficio, en el cálculo de su impacto y poder de
convicción. No se llega a la simpleza de ofrecer una sola arista
de los fenómenos, sino a la comprobación de que una sola
visión de ellos es admisible: ¡civilizada!
El resultado, desde luego, es una falacia mayor, donde lo que se discute
o llega a cuestionar en foros y simposios es el tamaño de la
mentira. Su venialidad o no. No la mentira en sí, que ha sido
convalidada en lo mediático, aprobada en lo gubernamental, bendecida
por el cura y es parte esencial del espectáculo.
LO OTRO: LO PELIGROSO
Experiencias interesantes han surgido siempre para romper este círculo
(cerco) mediático. Algunas han terminado sumidas en el ostracismo
y su impacto no ha traspasado sino restringidos ámbitos de circulación.
Sectas de opinión e información casi secretas. Es que
no resulta sencilla la batalla contra el poder con los sesgos providenciales
a favor, los extendidos tentáculos y las fortunas alertas.
Pero otros medios alternativos, necesarias experiencias de comunicación
transversal, señales que fluyen desde abajo, todos con contenidos
tan resbaladizos para ese poder, configuran sin duda alguna una esperanza
desde la pluriculturalidad y la diversidad de su esencia. Son en ocasiones
valerosas voces insertas en estructuras demoledoras, cuya palabra es
fuente de juicio al permitirnos estar al corriente de aquellos hechos
que son primordiales y a nadie importan. Nadie, desde luego, es el medio
masivo que no los reportará jamás.
El surgimiento de la Internet 2.0, la blogsfera y las redes sociales
abrieron nuevos caminos, aunque la determinación e impacto reales
continúan sin estudiarse plenamente, incluyendo el papel en las
llamadas revoluciones de la Primavera Árabe, sobrevalorado por
unos, minimizado por otros.
Varios portales y blogs interesantes han llegado a ser notorios en el
maremágnum de la red, pero muchos de ellos también se
han desvanecido con la misma facilidad y rapidez con la que aparecieron.
Estos ámbitos también son penetrados por los intereses
imperiales, que a través de sus capitales sobornan, compran,
alquilan y, en todo caso, adquieren partidarios y generan voces contestatarias
al gusto, como es el caso de Cuba, donde el gobierno de los Estados
Unidos y la CIA explotan las difíciles condiciones que debe afrontar
el país caribeño gracias al ilegal bloqueo y financian
propuestas mercenarias, a las que luego otorgan, por ejemplo, el Premio
Internacional Mujeres de Coraje, que otorga cada año la Secretaría
de Estado de los mismos Estados Unidos. "Me canto y me celebro,
me celebro y me canto", como lo cantó el finado Facundo
Cabral, repetidor de Whitman (7), el emblemático poeta de la
enjundia estadounidense.
Me refiero, por supuesto, al blog "Generación Y", inspirado,
según la autora, en nombres de generaciones de los años
setenta y ochenta que inician con la "i griega" o la contienen,
pero que en realidad es "pro Y", por su irrestricta adhesión
al yanqui.
O en Venezuela. O en Ecuador, Bolivia o Nicaragua, donde capitales provenientes
de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos, USAID,
han apoyado líderes, instituciones y medios opositores, y han
capacitado en el uso de redes como Twitter y Facebook (8).
No obstante, el carácter personal o de pequeños grupos,
a la deriva o virtualmente con filiaciones malucas, la proliferación
de puntos de vista diferentes, la posibilidad de penetración
al corazón de muchos acontecimientos, la variedad y versatilidad
de los recursos y los formatos utilizados, el juego de cuerda entre
la inmediatez y el regodeo informativos, como factores fuera del control
del poder, han conducido a que los novedosos recursos cuajen a veces
como entes molestos y peligrosos.
A los que hay que meter en cintura cuanto antes y de cualquier modo.
Para eso están las leyes. Para eso las usa el poder: SOPA, PIPA
(EEUU), SINDE-WERT (España), LLERAS 1 y 2.0 (Colombia), DÖRING
(México), SOCA (Reino Unido), HADOPI (Francia), ACTA (de todas
partes), en fin.
Y una utopía incontinenti, que nada tiene que ver con las renacentistas
de Moro, Bacon o Campanella, pero que sí constituye un delirio
quizás producto de las innovaciones existidas: Un mundo de desconectados,
aislados, desterrados, castigados, encarcelados, escarmentados y sometidos.
La ínsula no se bordea en la medialuna de su contorno imaginario:
se circunda en el cuadrado PC de cada quien.
Aires frescos fluyen, para el caso, frente a la vigilancia, censura
y persecución en la Internet. No hace falta enunciar sino a Free
Software Foundation, Open Source Initiative, OpenDNS, Tor Project (navegación
anónima) o la reciente puesta en marcha del proyecto UTUTO XS
2012, nacido y criado en la Argentina. Software libre frente al patio
entre rejas electrificadas que es la Global Online Freedom Act de los
Estados Unidos, o la ley de alto espionaje que ese mismo país
cocina a fuego lento, la CISPA (CIAspa, más bien).
A pocas cosas teme más el sistema capitalista que a la libertad
y a ninguna como a la de la expresión de las comunidades, aunque
pueda parecer un contrasentido con sus axiomas pregonados de reivindicación
de las individualidades. La pretensión de un pensamiento uniforme,
algo de lo que tanto se ha acusado al socialismo, surge más bien
como un requisito vital para el capitalismo. Los medios convencionales
no hacen otra cosa que buscarlo y afianzarlo.
Basta darle una ojeada al lenguaje, que en la estrechez a la que es
trasladado se hace determinante en el propósito de emparejar
los ambientes: Los medios son los motores del diálogo e intentan
ser los móviles de la deliberación, en el hogar, en la
escuela, en el trabajo, en el descanso. Un conductismo ramplón
que, difícil no reconocerlo, le saca el jugo a nuestros más
resignados y livianos comportamientos.
Únicamente el poder es fractal y los medios le confieren el don
de la ubicuidad. A quienes lo encarnan y a lo que dice. Y los adjetivos
calificativos o descalificativos usados se vuelven idénticos.
El pobre lenguaje padece la desgracia sobre el lomo de pocas, poquísimas
palabras.
El policía muerto, héroe patrio. El militar muerto, héroe
de la patria. Y ambos vivos enviados a confirmar su ingrato papel en
esa especie de Frente Este que es buena parte de Colombia. O de México.
O de Honduras. O del mundo.
El lenguaje se hizo panfletario. Verosímil para los adeptos,
odioso para los antónimos. De pronto, ineficaz en su fin soterrado
de convencer, y mucho más en el pregonado e inmediato de informar.
La repetición de frases hace lemas los contextos, los afanes
por explicitar la sumisión vuelven un bastidor ideológico
cualquier descripción, los cuestionamientos rinden más
pleitesía que las loas. Basta ver las entrevistas de CNN para
entenderlo. De Cala a Uribe, para no ir más lejos. O de Cala
a cualquiera, para no restringir el prototipo (9).
Muchas veces, la inexperiencia y los temores a generar una agenda noticiosa
propia, junto al carácter reactivo en el manejo de la información,
determinan desde adentro los mayores límites de varios de esos
interesantes planteamientos en contravía, los que a toda costa
buscan fortalecer un camino comunicacional distinto.
Más allá de los vetos, las acusaciones y la innegable
persecución de que son objeto las experiencias opcionales, con
otro enfoque y con interés social, el riesgo es que terminen
siendo bastiones burocráticos o búnkeres ideológicos
dedicados a reproducir, desde otra orilla, los mismos modelos existentes.
LA PENITENCIA: LO CRIMINAL
Las circunstancias muestran cuánto benefician al poder las escisiones
ideológicas, sociales, políticas. La demonización
del otro cierra filas en torno a ideas y acciones, con la adicional
ventaja que otorga dejar de lado la reflexión, base de cualquier
cuestionamiento.
Los medios, en tanto que factores de homogenización en el consumismo,
en la impudicia de los propósitos, en la indiferencia hacia temas
trascendentes, endurecen a toda costa las posiciones en pos de hacer
una sociedad dividida en grupos de pensamiento cada vez más radicales
y antagónicos. Un desliz desprevenidamente menor que, con todo
cálculo, auxilia gobiernos, grupos económicos y sectores
fuertes de la sociedad, que, apoyándose en mecanismos sutiles
de control y manipulación, ven mejorar las condiciones para afianzar
sus oscuras premisas en los imaginarios.
Durante el gobierno de Álvaro Uribe, en Colombia, una mirada
paramilitar de la vida intentó posicionarse en todos los espacios
de la cotidianidad del país y en buena medida lo consiguió:
El mensaje corrió desde las estructuras del poder gubernamentales,
terratenientes, empresariales, militares, clericales.
Y vino hasta los mismos vecinos de las víctimas, algunos de los
cuales terminaron creyendo más la quimera mediática que
el escenario frente a sus narices. Claro, también fueron muchos
menos de los que afirmaban los propios medios masivos o las mediciones
hechas a sueldo.
Periodistas colombianos como Alfredo Molano, Daniel Coronel, Holman
Morris, Felipe Zuleta, Claudia Julieta Duque, Ramiro Bejarano, Carlos
Lozano, entre muchísimos otros, quienes no dejaron de estorbarle
al festejo delincuencial reinante, debieron exiliarse o ejercer su profesión
contra viento y marea. La verdad, para la represión, es subversiva.
La mentira, para la sociedad, actúa como un tranquilizante.
La verdad se hizo nociva para la salud y el engaño fue cada vez
más necesario para que la guerra no fuera algo psicosomático
que afectara todos los órganos del país y enseñara
la debilidad connatural. Muchos creyeron entonces que la Seguridad Democrática
era algo necesario, seguro, cierto.
Una sociedad hipócritamente fundada en los valores católicos,
que había convalidado con su voto una estructura criminal al
frente del país, halló algo de indulgencia al convencerse
de que todo era en pos de un fin ulterior benéfico. Uribe, paramilitarismo,
falsos positivos, espionaje, persecuciones, asesinatos
se justificaban
como el precio de un país sin FARC.
Pero esa sociedad no se percató de que un país con todo
lo anterior y a la vez sin porvenir, sin alimento, sin salud, sin vivienda,
sin justicia social, nunca dejará de ser un país con FARC,
con ELN, con inconformismo, con atentados, con muertos, con sindicalistas
sin entregarse y con todos los riesgos vivos. La primera causa es elemental:
la mentira, que comparte con las ilusiones el hecho de que no se comen,
al contrario de estas, no alimenta. (10) Tampoco alivia ni abriga, ni
tranquiliza.
La profesión del periodista siempre ha estado rodeada de riesgos,
asedios y espantos cuando, en vez de seguir adelante con el concierto
mediático para delinquir, da a conocer los asuntos que esa penitencia
social niega, y cuando llama a preocuparse por lo que ocurre detrás
de las trincheras mentales que cada quien va forjándose muchas
veces sin pensarlo.
En Colombia, el establecimiento pone el grito en el cielo de labios
para afuera por la retención del periodista francés Romeo
Langlois. Un escándalo asistido por el provecho que puede sacar
en la guerra contra las FARC, la que no se libra sólo en las
selvas y barriadas, sino también unilateralmente en los medios.
Es neurálgico que un vocero de la intolerancia, como Fernando
Londoño, en vez de percatarse de que está vivo y pagarle
sus deudas de corrupción al estado, se crea un elegido vuelto
de la muerte y prosiga su siniestra misión invocando al diablo.
Nunca hubo una hora de la verdad, en cambio estamos contando las primeras
horas de quien sabe cuántos años de la segunda serie de
sus malintencionadas mentiras (11).
Es triste que el periodista Langlois, después de esta experiencia,
pueda ser bueno si dice una cosa o malo si la contraria. Pero también
es cierto que así será porque ese es el fatal sino de
hacer periodismo en tiempo de balas.
Pocos pistoleros aceptan que las palabras tienen una coraza que ninguna
bala penetra. Y que la historia va siendo esclarecida aun a pesar de
ella misma, de sus connotados narradores de platea y de sus afanosos
archiveros, más tarde o más temprano; sea en milenios,
como en los tiempos de los griegos y los persas, o en años o
días, como en el presente.
Por más que colapsen durante algún tiempo las instituciones
dedicadas a la defensa de la justicia, por más que las altas
esferas intercambien favores para cubrirse la espalda o por más
que su divulgación no deje de ser una actividad de altísimo
riesgo, los abusos e injusticias contra los pueblos no pueden ocultarse
por siempre. Y se pagan.
NOTAS:
(1) Los egipcios llamaban "Casas de la Vida" a las bibliotecas,
que se ubicaban en los palacios reales y en los templos.
(2) Plinio el Viejo. Historia Natural. Volumen V. Pág. 44.
(3) El Espectador: "Uribe asegura que Romeo Langlois es un periodista
'muy grosero". 8 de mayo de 2012. http://bit.ly/KiOzeP
(4) "Por todo el oro de Colombia" (documental). Dir: Romeo
Langlois. El pasaje citado se encuentra aproximadamente en el minuto
25. El documental fue subtitulado por "La Silla Vacía",
pero las gestiones de Álvaro Uribe, según lo afirma el
propio portal, hicieron que el material tuviera que ser retirado de
su sitio. http://bit.ly/J7tbFL
(5)The National Security Archive. The George Washington University.
http://www.gwu.edu/~nsarchiv/
(6) "Los correos de Stratfor revelan que EEUU tiene preparada una
acusación contra Assange". Público.es http://bit.ly/y16xlc
(7) WHITMAN, Walt. Hojas de Hierba. Ed. Novaro. España, 11 ed.
1979. Pág. 113.
(8) La Jornada: "La USAID en Venezuela". Por: José
Steinsleger. México, 1 de febrero de 2012.
(9) Portal de CNN Español. "Esta semana en Cala". Álvaro
Uribe, lunes 21 de mayo de 2012. http://bit.ly/KXKwWm - "Cala en
Colombia". 26 de septiembre de 2011. http://bit.ly/rtBidj
(10) GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. El coronel no tiene quién
le escriba. Ed. La Oveja Negra. Bogotá, 1980. Pág. 28.
Referencia al diálogo entre el coronel y su mujer: "-La
ilusión no se come -dijo ella./ -No se come, pero alimenta -replicó
el coronel-."
(11) El Espectador. "Fernando Londoño dice que atentado
no es de extrema derecha". 23 de mayo de 2012. http://bit.ly/KDFdZN
http://juanalbertosm.com, junio de 2012.
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