POR ALBERTO RABILOTTA
La rebatiña colonial regresa al
galope. Después de Libia será Siria mediante una "intervención
limitada" de Francia, Inglaterra y Turquía, según
el periódico francés Le Canard Enchaîné (23
noviembre 2011), y otra vez con el apoyo de la armada canadiense que
el primer ministro conservador de Ottawa, Stephen Harper, dejó
en el Mediterráneo para apoyar cualquier intervención
de países de la OTAN (CBC, 20 noviembre 2011). Y luego "irán
por Irán", como escribía Juan Gelman en Página/12
el pasado 13 de noviembre.
Las no tan antiguas potencias coloniales europeas y el imperialismo
estadounidense han aprendido la lección de Israel, que como destaca
el historiador Yakov Rabkin "conservó el 'virus' occidental
del uso de la fuerza para someter o colonizar a otros pueblos, y ahora
ese virus está propagándose. No es de origen israelí
ni de origen judío, es de origen europeo y fue muy bien preservado
en Israel, que fungió como hospedante de valores occidentales
que son tan agradables al rey de Arabia Saudí, quien los está
aplicando con la represión en Bahrein" (http://alainet.org/active/47139&lang=es).
En medio de las sucesivas crisis financieras, de los problemas estructurales
del capitalismo que amenazan la supervivencia del sistema, la lucha
por los mercados, sin tapujos y hasta con arrogancia, reaparece en sus
formas originales. Detrás de las fuerzas militares de la OTAN,
en Libia, llegaron los hombres de negocio de los países que participaron
en esa agresión, como Francia, Inglaterra, Estados Unidos, Qatar,
Canadá e Italia. Los militares bombardearon, mataron e hirieron
y desplazaron a numerosos civiles y destruyeron gran parte de la infraestructura
de Libia, y los hombres de negocio llegaron para obtener los contratos
para reconstruirla, para vender las armas que permitan reponer los arsenales
y el material militar destruido, y de paso obtener los contratos para
apropiarse al máximo posible de los dos recursos naturales abundantes
en ese país: el petróleo y el agua dulce.
NADA NI NADIE ESTÁ AL RESGUARDO DE ESTA OFENSIVA REACCIONARIA
El regreso a las peores épocas del capitalismo es evidente en
todo. Una a una las conquistas laborales y sociales ganadas a través
de largas y costosas luchas obreras están siendo limitadas o
van camino de la eliminación en los países capitalistas
avanzados, todo esto en nombre de la austeridad fiscal y la competitividad,
o sea para reforzar la dictadura del capital financiero sobre las economías
y los pueblos.
El retroceso político es abrumador. La cúpula de la Unión
Europea decidió quien gobernará Grecia e Italia, y entre
otras cosas se apresta a establecer una "dictadura presupuestaria"
que pondrá fin, en la zona euro, a la soberanía política
de las naciones en materia fiscal y presupuestaria.
Los pueblos entienden que el sistema político compuesto por los
"partidos de gobierno" no ofrece alternativa a la situación
actual. En realidad los "partidos de gobierno", sean conservadores
o socialdemócratas, han capitulado ante los mercados financieros
y prometen seguir desangrando a sus ya debilitados pueblos. Y en este
contexto el temor a la inseguridad económica y social se instala
en el electorado, lo que constituye un peligroso caldo de cultivo, como
quedó demostrado durante la crisis de los años 30 del
siglo 20.
Mientras tanto el desempleo es altísimo y sigue aumentando, y
la recesión económica que afecta a los países endeudados,
como Portugal, Grecia y España, se expandió a Italia y
amenaza al resto de la zona euro a medida que los gobiernos de países
como Francia aplican más medidas de austeridad fiscal para reducir
el déficit presupuestario, que reducirán la demanda agregada,
o sea la capacidad de gasto de los franceses, con las sabidas consecuencias
de un frenazo económico, una reducción de la recaudación
fiscal y el aumento del déficit presupuestario. Y como la oligarquía
financiera no pierde la oportunidad de ésta crisis que ella misma
creó, al mismo tiempo exige que los países de la zona
euro sigan eliminando las principales conquistas laborales de los trabajadores,
como la semana de 35 horas en Francia, país donde la productividad
es más elevada que en Alemania, para retornar a las 38 horas,
y vaya a saberse si habrá o no compensación salarial.
CRISIS DE LA CIVILIZACIÓN CAPITALISTA
En Europa el racismo se ha vuelto una cosa cotidiana y junto al nacionalismo
de la peor especie ha pasado a formar parte de la plataforma de algunos
partidos políticos. Los odios étnicos están presentes
y en algunos países europeos se manifiestan a través del
discurso de los políticos y gobernantes.
Como dijo el ensayista canadiense John Ralston Saul (1), la globalización
que se suponía iba a abrir las fronteras del mundo ha llevado
directa o indirectamente a lo contrario, al nacionalismo en su versión
antigua. Lo que hemos visto en los últimos 25 años, por
buenas y malas razones, es un sorprendente retorno del nacionalismo,
del nacionalismo positivo (como en países de Sudamérica)
y del nacionalismo negativo. Del retorno del populismo y ahora el regreso
al racismo. En las últimas décadas el racismo volvió
a ser algo "socialmente aceptable". Es algo atroz
Se
puede ser racista y ser electo para gobernar un país. Italia
tuvo un fascista como viceprimer ministro; Francia, vaya uno a saber;
Hungría
¿Cómo sucedió esto? ¿No
era que íbamos hacia la apertura y que el nacionalismo estaba
muriendo? La globalización trajo de vuelta, a nivel nacional,
el populismo, el nacionalismo, el racismo y el fascismo, y las fronteras
están cerrándose no por el miedo a Al-Qaeda sino porque
están regresando las actitudes del viejo nacionalismo negativo,
y esta es sólo una de las consecuencias imprevistas de la globalización
dirigida por una deshumanizada ideología economicista.
Las elites que dieron vida a la globalización no están
preparadas para la incertidumbre y confusión actual. Saben que
algo está sucediendo pero ven los aspectos negativos como excepción
a la regla, cuando en realidad "ya no estamos en la globalización,
sino en otra cosa que todavía no sabemos definir", declaraba
John Saul en 2005, cuando publicó su libro "The Collapse
of Globalism and the Reinvention of the World"- (2). Y agregaba
que si no hacemos este análisis seremos incapaces de crear una
dirección (de cambio) y volveremos a ser victimas de las circunstancias
de quienes propongan una dirección a seguir. Eso pasó
en los años 30, y en muchos países llevó al nazismo
o el fascismo, en otros llevó al New Deal o al comunismo.
En un debate el 11 de marzo pasado en Waterloo, provincia de Ontario,
Canadá, John Saul subrayó que la globalización
es un intento de "cambiar de prisma" para ver la civilización:
"Hubo tiempos en que se la veía a través de Dios,
de la religión, a través de la monarquía absoluta
o de una ideología. La ideología a partir los años
70 del siglo 20 fue que había que mirar el mundo a través
de la economía, y eso fue definido como 'globalización'.
O sea ver el mundo a través de la economía".
El pensador canadiense explica como a través de esta ideología
se piensa acerca del "ciudadano, que pasa a ser un cliente; de
la cultura, en términos de cómo organizarla, financiarla
y controlarla; o de la salud, donde uno entra en un hospital y nadie
es un enfermo, sino clientes, como si fueran objetos de una teoría
de gestión económica. Esta ideología que llamamos
globalización es fundamentalmente un retorno a la visión
utilitarista del funcionamiento de la civilización, de como inevitablemente
debe funcionar".
Para John Saul la globalización no es una idea nueva ni tampoco
original, sino una vieja idea atada a una visión linear de como
la civilización funciona y debe funcionar: "Forma parte
de la antigua visión del racionalismo y el utilitarismo, de como
nos movemos del pasado hacia el futuro, sin nunca poder retroceder.
El progreso es siempre avanzar. La globalización es una especie
de antiguo y lineal utilitarismo económico, atado a viejos modelos
de crecimiento y de lo que constituye la riqueza, de que no hay limites
a la expansión y el crecimiento, de que hay que aumentar constantemente
el comercio exterior sin jamás examinar que tipo de comercio,
en cuáles términos o si el comercio nos aporta lo que
realmente queremos, ni tampoco examinar cuál es el propósito
de aumentar el crecimiento o el comercio"
Este enfoque lineal, agrega, no produce una visión incluyente,
de conjunto, sino una estrecha visión utilitaria de como el mundo
funciona, y rompe el concepto de la ciudadanía, del bien común
y la idea misma del ciudadano desinteresado, la idea misma de civilización,
y nos aleja de lo que precisamente necesitamos, una visión holística,
amplia e incluyente. Lo que ha ocurrido en los últimos 30 años
es muy similar a la atmósfera en Francia bajo (el reinado de)
Louis-Philippe 1 (3).
Apunta, como algunos economistas y politólogos, que bajo la globalización
hubo un franco retorno del mercantilismo, o sea la creación de
grandes corporaciones integradas horizontalmente (y) básicamente
controladas por gerentes o administradores. Y compara las grandes transnacionales
de hoy día con las empresas mercantilistas británicas
u holandesas, como la Compañía de la Bahía Hudson
creada por los británicos para controlar el comercio y la extracción
de recursos en Canadá, o la Compañía Británica
de las Indias Orientales, que no creaban riquezas sino que transportaban
y comerciaban diferentes productos a través del mundo. Y subraya
que bajo el orden neoliberal "tampoco aumentó la competencia
entre firmas, sino al contrario, porque hemos visto el aumento de monopolios
y oligopolios".
Como escribe el sociólogo mexicano Pablo González Casanova
(La Jornada, 14 de noviembre pasado), no hay duda de que vivimos en
un mundo injusto y peligroso. La "opción racional"
que orienta a las ciencias sociales hegemónicas se está
convirtiendo, paradójicamente, en opción irracional. Sobre
este aspecto y utilizando el referente de la "limpieza étnica",
John Saul habla de la "limpieza intelectual que en las últimas
décadas hemos presenciado dentro de los círculos académicos,
en particular en los departamentos de economía, para impedir
la llegada o el acceso a nuevas ideas. Nunca hubo tan pocos desacuerdos
entre economistas. Ahora eso está cambiando porque la situación
es tan obvia que no puede ser ignorada. ¡Tres décadas sin
desacuerdos! Quienes estaban en desacuerdo no eran publicados. Esto
es un ejemplo clásico de la ideología, de rechazo al pensamiento
intelectual, a las diferencias intelectuales, porque es a través
de la diferencia que descubrimos nuevas cosas. Es algo similar a la
secreta Congregación para la Propagación de la Fe (Santo
Oficio) de la Iglesia católica, o sea un instrumento de propaganda
a favor de una ideología, pero en este caso pretendiendo ser
una ciencia económica".
Para John Saul estamos frente a una ruptura catastrófica del
pensamiento intelectual occidental, que explica la ausencia de cuestionamiento
sobre la globalización, sobre el crucial ¿hacia dónde
nos están dirigiendo? Y afirma que "es como haber caído
en un escolasticismo de bajo nivel. Diría que lo que hemos tenido
en las últimas tres décadas en términos de pensamiento
económico (hegemónico) es el más bajo nivel de
educación en materia de pensamiento intelectual desde 1750, cuando
Voltaire decía que la aristocracia dominante (en Francia) no
tenía necesidad de aprender a leer porque tenían personal
doméstico que les leían".
1.- John R. Saul, intelectual canadiense y autor de importantes ensayos,
entre ellos "Les Bâtards de Voltaire. La dictature de la
raison en Occident" (1193) y "Mort de la globalisation"
(2005). Las citas fueron tomadas del debate sobre "El lado oscuro
de la globalización" en el Centro para la Innovación
en la Gobernanza Internacional (CIGI) de Waterloo, Ontario, el 11 de
marzo pasado: http://www.youtube.com/watch?v=FHOeFGJpFx4
2.- La "inevitable" globalización resultó "evitable",
entrevista con John R. Saul publicada en Milenio Diario de México
en junio de 2005, bajo el seudónimo Rocco Marotta.
3.- Louis Philippe 1 reinó de 1830-1848, un período marcado
por una extrema concentración de la riqueza en pocas manos y
el empobrecimiento masivo de trabajadores y campesinos.
ALAI, noviembre 23 de 2011.
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