APROBACIÓN DEL TLC EN SU PEOR MOMENTO
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POR EDUARDO SARMIENTO PALACIO El TLC cada vez aparece más extemporáneo. Cuando la iniciativa empezó a discutirse en el gobierno de Clinton, se consideraba que el libre mercado era una bendición que favorecía a todos los participantes. Se esperaba que la reducción de los aranceles y el libre movimiento de capitales propiciaran una elevación de la productividad y salarios que favorecía a los dos socios. La experiencia de apertura en Colombia controvirtió la creencia.
En veinte años que siguieron a su adopción, la economía
experimento el menor crecimiento del siglo, las tasas de desempleo más
altas y un severo retroceso de la distribución del ingreso. El desbalance no sólo acentuó las desigualdades, sino que interfirió con el crecimiento y la estabilidad mundial. Los bajos ingresos del trabajo y las enormes ganancias del capital dieron lugar a un exceso de ahorro que quebró el orden económico internacional. Y como la población no está en capacidad de adquirir los bienes que pueden elaborar, la economía evoluciona por debajo de sus posibilidades en materia de producción y empleo y está expuesta a una gran inestabilidad. La resistencia a aceptar esta realidad y enfrentarla constituye la principal explicación de la recesión 2008 y de la posterior recaída. El TLC no es otra cosa que la profundización de la apertura,
agravada por la pésima negociación del acuerdo. La reforma
arancelaria es totalmente asimétrica; la mayor reducción
se da en el país de menor desarrollo, que requiere más
de la protección. Colombia baja los aranceles de 13% a 0 y Estados
Unidos de 3% a 0. El sumo se da en la agricultura. Mientras Colombia
abandona la protección de los aranceles, Estados Unidos mantiene
los subsidios. El régimen de patentes es mucho más estricto
que el existente a nivel internacional. El país renuncia a los
mecanismos de control de capitales y regulación cambiaria. Todo
esto constituirá una severa limitación para la agricultura
de cereales, la diversificación industrial, el aprendizaje en
el oficio y la estabilidad de la balanza de pagos. La aprobación del TLC se inició cuando las teorías de comercio internacional estaban en todo su furor y la aprobación se da cuando están totalmente desprestigiadas. Todas las evidencias señalan que el libre comercio envilece los salarios y amplía las brechas entre trabajadores calificados y no calificados, propicia desbalances financieros entre los países y regiones y torna más frecuentes las recesiones y las crisis cambiarias. En la forma como está concebido, el Tratado le significará a Colombia el alejamiento de la industrialización, la agricultura temperada y al avance tecnológico. El país mantiene la estructura subalterna de mediados del siglo XX, dominada por la minería y los servicios, que redundará en crecimiento modesto, empleo inadecuado y deterioro de la distribución del ingreso. El Espectador, Bogotá, octubre 9 de 2011. |