L@S INDIGNAD@S MEXICAN@S
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VÍCTOR M. QUINTANA* A partir y en torno a Sicilia se ha gestado el más importante movimiento social que haya visto México los últimos años. Hasta ahora ha recorrido dos etapas: la primera, la "Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad", caminata a pie, de poco más de 70 kilómetros desde la ciudad de Cuernavaca hasta la Ciudad de México, del 5 al 8 de mayo. La segunda, "La Caravana del Consuelo", recorrido en autos por 12 estados de la república, con actos en las principales ciudades del centro y del norte del país, para terminar en la fronteriza Ciudad Juárez, epicentro nacional de la violencia donde tan sólo en tres años se cuentan más de ocho mil homicidios dolosos. La "Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad" convocó
la solidaridad y la simpatía del México dolido, del México
roto por estos cuatro años y medio en que la salida del Ejército
a las calles ha elevado como nunca la tasa de asesinatos, de secuestros,
de desapariciones forzadas, de feminicidios, de atropellos a los derechos
humanos en México. Concitó las voluntades de un número
creciente de ciudadanas y ciudadanos que claman "No más
sangre" ante un gobierno sordo a sus demandas, pero presto a escuchar
las órdenes de Washington, quien ha impuesto esta insensata guerra
y la sostiene a través de la "Iniciativa Mérida",
programa de ayuda financiera y militar para que México combata
el narcotráfico
que surte a 40 millones de adictos estadounidenses. La segunda etapa comenzó el 4 de junio con el inicio de la Caravana del Consuelo. Fueron siete días que conmovieron a México y hasta a una parte de los Estados Unidos llevó a más de 500 personas, encabezadas por Javier Sicilia, a 12 estados del centro y norte de la República, partiendo de Cuernavaca y culminando en Ciudad Juárez, el viernes 10 de junio, para luego tener un colofón en El Paso Texas el sábado 11. Fue un caminar al "corazón de las tinieblas", como diría Joseph Conrad. Un éxodo por la vida pasando por el meollo de la muerte: las ciudades y entidades donde se han perpetrado la mayoría de los homicidios y de las desapariciones de personas, saldo de espanto de la guerra que el gobierno de Felipe Calderón. La caravana recorrió muchos de los espacios urbanos y rurales donde los cárteles ejercen un control que hace que el Estado mexicano, al menos ahí, resulte fallido. Fueron días de dolor, y también de consuelo, de espesor humano, tal vez los más ricos en eso de la historia moderna de México. Días que arrojaron valiosos saldos a la sociedad mexicana. Los principales de ellos:
Las actividades en El Paso, Texas, el sábado once, mostraron dos cosas: la primera, que la capacidad de convocatoria del movimiento es grande también allende el Bravo, no sólo entre hispanos, sino también en algunos sectores anglos. En segundo lugar, la presencia de Cipriano Jurado, quien el día anterior recibió del gobierno de los Estados Unidos el asilo político, así como de varias personas que lo están demandando, revela que Washington mismo, antes que el gobierno mexicano, reconoce que esta insensata guerra ha hecho que para muchas personas honestas y trabajadoras de México el seguir habitando en su querido país represente peligro inminente de muerte. La indignación mexicana tiene puntos de similitud y de diferencia con las rebeliones de los indignados en España y en otros países de Europa, como en Islandia. Allá están luchando contra las políticas que constituyen lo que llamaríamos "las violencias de primera generación": las que generan desempleo, desatención a los servicios de educación y salud, sobre todo para jóvenes, merma del ingreso, deterioro de la calidad de vida. En México, este tipo de violencias fueron agudizadas por el ajuste estructural de la economía en los años ochenta. En ellas echan sus raíces "las violencias de segunda generación", las que ahora padece más la sociedad mexicana: la delincuencia organizada y no organizada, el desgarramiento del tejido social, las violaciones a los derechos humanos por parte de las fuerzas del orden; la criminalización de la protesta social a quienes se animan a denunciar todas estas violencias En todo caso, la Caravana del Consuelo aportó todo lo que antes reseñamos y además logró su objetivo de brindar consuelo a muchas víctimas, la primera de las justicias que se les deben. La segunda, la justicia que debe ejercer el Estado mexicano, dependerá de la fuerza que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad pueda seguir cultivando en las próximas semanas, con base en acciones bien pensadas, de amplia participación y fuerte carga simbólica. Ha habido algunos errores, es cierto, pero lo logrado hasta ahora exige cuidar este movimiento, lo mejor que la sociedad mexicana haya suscitado en muchos años. Si se conserva la unidad, si a las víctimas se les da el lugar que merecen, si la autoridad moral conquistada por el movimiento se preserva y se acrecienta, México estará viendo, gracias, no a los poderes, sino a las lágrimas, los trabajos y los días de sus mujeres y sus hombres, el arranque irreversible de la esperanza. *Diputado mexicano. Junio de 2011. |