POR GERARDO SZALKOWICZ Y PABLO SOLANA
La reconfiguración del escenario
político en América Latina también es eje de los
debates en los movimientos populares. Sobre todo para aquellos que alimentan
su construcción con una impronta marcadamente latinoamericanista
como el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, la organización
más grande de la región. En esta entrevista, su referente
João Pedro Stedile analiza el complejo vínculo con los
gobiernos progresistas y enumera los desafíos para esta etapa.
También destaca la relación que mantienen con el papa
Francisco, a quien caracteriza como "un personaje revolucionario"
La relación de los movimientos populares con el Estado fue
sometida a fuertes debates en las últimas décadas. ¿Qué
balance arrojan los vínculos que se han dado con los gobiernos
protagonistas de este "ciclo progresista"?
En cada país hay distintas circunstancias de correlación
de fuerzas y subjetivas de las fuerzas populares, por lo que no me atrevo
a hacer un balance general del continente. Nosotros procuramos, como
MST, actuar siempre bajo el principio de autonomía, pero, lastimosamente,
esa no fue la práctica de todos los movimientos.
Hemos vivido un período en el que las masas, satisfechas con
algunas mejoras, no se propusieron movilizar, y entonces nos faltó
la presión de masas. En el campo lo intentamos, con millares
de familias que hicieron tomas de tierras, pero aun eso fue insuficiente
para romper la alianza del gobierno con el agronegocio y acelerar la
reforma agraria. También podemos hacer un balance crítico
del hecho de que muchos dirigentes populares, ilusionados por el espacio
institucional, se fueron de los movimientos y ocuparon espacios en el
Parlamento y en el gobierno. Eso quitó experiencia acumulada
a los movimientos, que no tenían cuadros suficientes para conducir
la lucha de clases.
En esa relación gobierno-Estado-movimientos populares, el error
principal fue de los movimientos. El Estado siguió siendo burgués,
y los gobiernos atados en sus programas sociales y de redistribución
de renta. Los movimientos populares debemos retomar nuestra autonomía,
nuestra independencia de clase, entender que solo la lucha de masas
altera la correlación de fuerzas en la sociedad y en la gestión
del Estado, sea quien fuera que lo ocupe, y que solo la lucha eleva
el nivel de consciencia de las masas. Al interior de los movimientos,
debemos dedicarnos a la formación de cuadros y de militantes,
que son la columna vertebral de cualquier proceso organizativo de la
clase.
En este momento complejo de América Latina, ¿por dónde
pasan las principales tareas de los movimientos?
Tenemos muchos retos y desafíos. El más importante es
que necesitamos hacer luchas de masas, contra las empresas transnacionales.
Tenemos enemigos comunes de los movimientos populares en todo continente,
relacionados con las semillas y los agrotóxicos (Monsanto, Bayer,
Basf, ADM, etc.); tenemos enemigos comunes como las petroleras y mineras
gringas y canadienses que nos explotan en el continente. Enemigos que
vienen a explotar el agua potable. Enemigos que nos imponen gobiernos
de mierda.
Y también tenemos el reto de impulsar más formas comunes
comunicacionales, potenciar más el uso de radios, de TeleSUR,
de periódicos y otras formas culturales de comunicación
y formación. Tenemos el reto de tener, en cada país, nuestras
escuelas de formación política para elevar el nivel ideológico
de nuestra militancia.
¿Hay fuerza suficiente en el movimiento popular para alcanzar
esos retos?
Esperamos que, en los próximos años, fruto de la crisis
profunda del sistema capitalista, en términos económicos,
políticos, y de la propia naturaleza del Estado burgués,
se genere en nuestro continente un proceso de reascenso del movimiento
de masas. Y con él, surgirán nuevas formas de lucha, nuevos
liderazgos, nuevos gobiernos, y una nueva etapa histórica para
el pueblo latinoamericano. Estoy muy optimista y confiado porque, más
allá de nuestras debilidades, de la correlación de fuerzas
adversa, tenemos un sistema económico moribundo, que es cierto
no se va morir por sí solo, pero que ya no representa esperanza
o posibilidad de progreso social como fue en el siglo pasado.
El papa Francisco se abrió al diálogo con los movimientos
populares de América Latina y del mundo. Usted lo calificó
como un "Papa revolucionario"
El papa Francisco es un personaje revolucionario, por la postura revolucionaria
que viene tomando a partir de los cambios que propone en la Iglesia
Católica y su relación con la sociedad en general.
Desde que asumió, buscó a los movimientos populares, a
partir de su confianza y vivencia con movimientos populares argentinos.
Montamos entonces encuentros anuales de movimientos populares de todo
el mundo con él. Siempre nos afirmó que quería
hablar con los trabajadores, los que estaban organizados para hacer
cambios en sus vidas, sin esquemas burocráticos, sin esas personas
a quienes les gusta siempre hacer viajes internacionales. No quería
movimientos de carácter pastoral, no impuso ningún condicionante
de religión, fe, etnia, opción sexual
y así
se conformó un espacio con participación básicamente
de movimientos que actúan en el mundo del trabajo, de la lucha
por la vivienda y en el campo.
Esos espacios son muy, muy importantes porque, además de la práctica
de diálogo -nunca había ocurrido que un Papa convocara
a dirigentes de movimientos populares de todos continentes, ¡y
eso también es una señal revolucionaria!-, son espacios
de reflexión sobre los dilemas de la humanidad, en los marcos
de una grave crisis capitalista, política, ética y ambiental.
¿Qué es lo que dialogan con él, en concreto?
En el último encuentro en Roma, en noviembre pasado, los temas
principales fueron el tema del Estado burgués y de la democracia
representativa, que está fallida; y por otro lado el tema de
los refugiados. Estábamos más de 200 dirigentes de los
cinco continentes. Invitamos a pensadores para debatir los temas, allí
estuvieron [el expresidente uruguayo José] Mujica, Vandana Shiva,
entre otros.
Consolidamos diversas propuestas y visiones. Vimos cómo el Estado
burgués no funciona; la democracia burguesa, representativa,
oriunda de la Revolución Francesa, se acabó. Debemos pensar
nuevas formas de ejercicio de la democracia participativa, popular,
en que el pueblo organizado pueda ejercer su poder político y
hacer que el Estado funcione a su favor, no en su contra, como sucede
ahora.
En su locución final, el Papa nos sorprendió a todos y
todas cuando expresó conceptos radicales; dijo que los verdaderos
terroristas en estos tiempos modernos son los Estados, porque ellos
promueven la venta de armas, promueven la discordia entre los pueblos,
en disputa de los bienes de la naturaleza y de los mercados. También
hizo duras críticas a la posición de los gobiernos europeos,
que gastan billones de euros para salvar bancos pero se esconden con
centavos para socorrer a los millones de refugiados que llegan a Europa,
expulsados por las armas que los ellos mismos venden en África
y Oriente Medio.
¿Cree que Francisco puede ocupar el lugar que dejó
vacante Hugo Chávez para los pueblos de Nuestra América,
ser un líder ético y político para quienes impulsan
las luchas anticapitalistas en el mundo?
No se debe comparar a Francisco con Chávez, Fidel, Maduro o Lula;
él actúa en un espacio distinto, es un líder religioso.
Pero es revolucionario, porque desde un espacio religioso, eclesial,
asumió radicalmente la causa del pueblo. Así que, en la
correlación de fuerzas internacional, él es nuestro aliado,
y nos va ayudar a concientizar a la gente, sobre quiénes son
los culpables por la desgracia de la humanidad, que son las empresas
transnacionales, el capital financiero y sus gobiernos.
Usted siempre ha tenido un rol protagónico en la Articulación
Continental ALBA Movimientos.
¿Desde cuándo existe ese espacio y cuáles son las
fortalezas de los movimientos populares hoy en la región?
En Latinoamérica hemos construido en los últimos años
una unidad muy importante entre todos los movimientos populares (en
el sentido genérico, que agrupa múltiples formas de organizarse).
Esa unidad la construimos en la lucha concreta, continental, desde los
tiempos del neoliberalismo. Enfrentamos al neoliberalismo y a las ceremonias
colonialistas de los 500 años. Nos organizamos contra el ALCA
[Acuerdo de Libre Comercio para las Américas, impulsado por EEUU],
y lo vencimos. Luego, en muchos países hubo luchas masivas contra
las privatizaciones del agua, contra las bases militares, etc.
A partir del gobierno de Hugo Chávez establecimos con él
un dialogo sobre cómo ir concretando y organizando esa articulación.
Al principio pensábamos que podría ser junto con los gobiernos
progresistas, en el marco del ALBA [Alianza Bolivariana para los Pueblos
de Nuestra América]. Pero luego, de común acuerdo, mantuvimos
la autonomía de los movimientos y nos conformamos como una articulación
independiente.
Articulamos a movimientos populares desde Canadá hasta la Patagonia.
Somos más de mil movimientos populares en el continente. Ya realizamos
dos asambleas continentales, una en Brasil y otra reciente, en diciembre
de 2016, en Bogotá, donde se consolidó una visión
política común, una plataforma de luchas comunes, y diversas
iniciativas colectivas continentales en términos de comunicación,
de formación de cuadros, con diversos esfuerzos de construir
escuelas nacionales que a la vez cumplen programas hacia otros países.
Tenemos articulación de los movimientos con Telesur y la Radio
del Sur; tenemos brigadas internacionalistas comunes que actúan
en Centroamérica, Venezuela, Haití; tenemos la voluntad
política de impulsar los programas de alfabetización de
adultos con el método cubano Yo sí puedo
En fin,
estamos avanzando.
Entrevista realizada conjuntamente para Marcha y Lanzas y Letras, Buenos
Aires, marzo de 2017.
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