Noboa, el hombre más rico del Ecuador, con una fortuna que sobrepasa
los 1.200 millones de dólares, poseedor de 120 empresas en las
que según denuncias paga miserables sueldos a sus trabajadores,
no pudo engañar nuevamente al electorado (como lo hicieron tres
anteriores presidentes) con sus promesas de construir 300 000 viviendas
por año y hacer que todos los ecuatorianos alcanzaran la clase
media económica. Igualmente, apostaba por mayores privatizaciones
en todos los sectores y en especial en la exploración, explotación
y refinación del petróleo, lo cual implicaría que
los recursos provenientes del oro negro continúen en manos de
las transnacionales.
Pero la derrota no solo ha sido para Noboa, sino también
para el máximo líder del ultraderechista Partido Social
Cristiano, el ex presidente León Febres Cordero, cuyo discurso
incendiario y grosero también fue rechazado por el voto de las
mayoría de ecuatorianos, dado que su colectividad quedó
reducida a la mínima expresión electoral.
Las posturas neoliberales y recalcitrantes de Noboa, autoproclamado
"el enviado de Dios" y de Febres Cordero, fueron contrastadas
por el hoy presidente electo Rafael Correa, quien sustentó un
programa coherente en contra de los programas liberales y de apoyo a
las demandas de un pueblo que cuenta con uno de los índices de
pobreza más elevados del continente (70%). Tras su triunfo en
las urnas, volvió a reiterar que no suscribirá el Tratado
de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, no involucrará a
su país en el Plan Colombia (diseñado y financiado por
Washington contra el narcotráfico y la guerrilla), y que renegociará
la deuda exterior de Ecuador, aunque mantendrá por el momento
la dolarización del país acordada hace seis años.
El país andino tiene una de las deudas más caras de la
región pues gran parte del débito externo tiene tasas
de interés de 12 % (bonos globales 2012 que reemplazaron a los
bonos Brady) por lo que su servicio o pago es oneroso al restarle recursos
para los sectores sociales.
Para cancelar su abultada deuda externa que se ubica en cerca de 15
500 millones de dólares, y poder adquirir nuevos fondos financieros,
el anterior gobierno de Lucio Gutiérrez decidió, bajo
presión del FMI, dedicar más de la mitad de sus ingresos
al pago de ese compromiso mientras se dirige a la salud y la educación
apenas el 10 %.
Asimismo, la mayoría de los ingresos del petróleo son
absorbidos por las transnacionales que reciben beneficios de hasta un
80 %, con excepción de la compañía norteamericana
Occidental (Oxy), recientemente nacionalizada por el gobierno de Alfredo
Palacio. Además, las compañías son exoneradas del
pago del impuesto a la renta y por tanto, realizan un saqueo indiscriminado
de las riquezas del país.
Como la primera reacción consecuente con su programa de gobierno,
Correa inmediatamente después de conocer su victoria, adelantó
que parte de su futuro gabinete estará conformado por Gustavo
Larrea en el Ministerio de Gobernación quien es experto en derechos
humanos y fue su jefe de campaña.
Alberto Acosta, un duro crítico de la dolarización y del
TLC, se encargará del Ministerio de Energía, mientras
que Ricardo Patiño, ex subsecretario de Economía y partidario
de no pagar la deuda externa, será el titular de la cartera de
Economía. Además informó que la presidencia de
la petrolera estatal Petroecuador será ocupada por Carlos Pareja
Yanuzzelli, quien inició el proceso contra la empresa Oxy y la
expropiación de todos sus bienes.
PERFIL
Rafael Correa, de 43 años, es de origen modesto:
nació en una familia guayaquileña de clase media baja,
se educó en colegios católicos y pasó un año
en una comunidad indigena de la provincia de Cotopaxi. Graduado de economista
en la Universidad Católica de Guayaquil, realizó estudios
superiores en las universidades de Lovaina (Bélgica) y en la
de Illinois (Estados Unidos). Fue decano de la Facultad de Economía
de la Universidad privada San Francisco de Quito y analista económico
destacado por sus posturas anti-neoliberales y nacionalistas. Luego
de la revuelta ciudadana de abril del 2005, que dio al traste con el
gobierno de Lucio Gutiérrez, fue designado por el presidente
Alfredo Palacio como Ministro de Finanzas, cargo en el que duró
apenas tres meses pero en el que mantuvo una política de cuestionamiento
al Banco Mundial y al FMI y de priorización del gasto social.
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