POR EMIR SADER
Cada vez que se revelan datos sobre los
llamados paraísos fiscales, cunde el pánico en amplios
medios económicos que se valen de ese expediente. Canalizan sus
riquezas para esos territorios que arriendan sus soberanías para
esconder negocios oscuros.
Los llamados paraísos fiscales son verdaderos prostíbulos
del capitalismo. En esos territorios se practica todo tipo de actividades
económicas que serían ilegales en otros países,
captando y limpiando sumas millonarias de recursos, como los provenientes
del comercio de armas, del narcotráfico y de otras actividades
ilegales de otros países. Sirven asimismo para hacer circular
capitales sin pagar los impuestos que deberían pagar en sus países
de origen.
Los paraísos fiscales, que sumarían entre 60 y 90 en el
mundo, son micro-territorios o Estados con legislaciones fiscales flojas
o incluso inexistentes. Una de sus características comunes es
la práctica de recibir capitales de manera ilimitada y anónima.
Son países que comercializan sus soberanías ofreciendo
un régimen legislativo y fiscal favorable, cualquiera que sea
su origen. Su funcionamiento es simple: varios bancos reciben dinero
del mundo entero y de cualquier persona teniendo costos bancarios bajos,
comparados con el promedio de otros bancos en otros lugares.
Los paraísos fiscales tienen un rol central en el universo de
las finanzas sucias, esto es de los capitales originados en actividades
ilícitas y criminales. Mafias y políticos corruptos son
clientes asiduos de esos territorios. Según el FMI, el blanqueamiento
de dinero representa entre el 2 y 5% del PIB mundial y la mitad de los
flujos de capitales internacionales; circulan o residen en esos Estados,
entre 600 mil millones y 1 trillón y 500 mil millones de dólares
sucios.
El número de paraísos fiscales se incrementó con
la desreglamentación financiera promovida por el neoliberalismo.
Las innovaciones tecnológicas y la constante invención
de nuevos productos financieros que escapan a cualquier reglamentación
han acelerado esos fenómenos.
Tráfico de armamentos, empresas de mercenarios, tráfico
de drogas, prostitución internacional, corrupción, asaltos,
secuestros, contrabando, evasión de impuestos, etc., son las
fuentes que alimentan a esos Estados y a los mecanismos de blanqueamiento
de dinero.
Un ministro de economía de Suiza - uno de los más grandes
y conocidos paraísos fiscales - ha declarado, en una visita a
Paris, defendiendo al secreto bancario, clave para que esos fenómenos
puedan existir: "Para nosotros, esto refleja una concepción
filosófica de la relación entre el Estado y el individuo".
Y agregó que las cuentas secretas representan el 11% del valor
agregado bruto generado en Suiza.
En un país como Liechtenstein, la tasa máxima de impuesto
a la renta es del 18% y sobre la fortuna inferior al 0,1%. Ese país
se especializa en abrigar sociedades holdings y las trasferencias financieras
o depósitos bancarios.
Una sociedad sin secreto bancario, donde todos supieran lo que cada
uno gana, podría ser considerada como un paraíso. Pero
sucede lo contrario, porque se trata de paraísos para capitales
ilegales, originados en actividades ilícitas.
Esos paraísos existen, son conocidos, casi nadie tiene el coraje
de defenderlos, pero ellos sobreviven y se expanden, porque son como
los prostíbulos: ilegales, camuflados, pero indispensables para
la supervivencia de instituciones fallidas, que tienen en esos espacios
los complementos indispensables para su existencia.
Mayo de 2016.
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