LA REBELDÍA DE LAS CLASES MEDIAS Y ACOMODADAS

Por AURELIO SUÁREZ MONTOYA


En Colombia abundan movilizaciones, desobediencia civil, foros y proclamas; las clases medias y acomodadas se oponen a que recaiga sobre ellas el peso de la crisis.

Informes oficiales resaltan que en el periodo de expansión económica, fundado en la atracción del capital extranjero mediante la minería, el petróleo y algunos otros imanes, se incrementaron las clases medias y acomodadas. Se incentivaron los negocios, beneficiados por la revaluación del peso, que mejoró la capacidad adquisitiva en niveles del 30 por ciento respecto a las importaciones e incrementó algún ahorro en distintas modalidades.

Una tabla social reciente para Colombia, de las que Piketty recomienda para expresar las relaciones de clase respecto al ingreso, muestra que el 9 por ciento de la población, tomada en cuenta como 'acomodada', y distinta del 1 por ciento "'dominante', captura el 30 por ciento del ingreso nacional. Si a ella se agrega la clase media, que cobija al 40 por ciento de los compatriotas y a la que le llega el 38 por ciento de lo devengado, entre las dos recolectan el 68 por ciento del total.


El resto le toca a la élite, al 1 por ciento de la cúpula, que, pese a su reducido tamaño, coge el 20 por ciento. A la clase 'popular', a la que pertenece el 50 por ciento, apenas le corresponde el 12 por ciento del monto de lo percibido por los colombianos.

En los últimos tres años, las condiciones favorables para tratar a los 'emprendedores' emergentes se cambiaron, se les empezaron a descargar los costos de la fase de declive del modelo. En primer lugar, la reforma tributaria de 2012 incorporó más de 700.000 nuevos contribuyentes, entresacados de asalariados de la escala media y de profesionales, denominados tributariamente 'trabajadores por cuenta propia', a quienes se aplica una tarifa de renta efectiva en promedio del 13,4 por ciento. Se implantó además un régimen oneroso para medianas compañías y empresarios independientes, al imponerles más crudas contribuciones, omitiendo la desigualdad existente entre las personas jurídicas. Desigualdad que se da hasta entre las mil más 'ricas', donde las primeras cien acumularon en 2013 el 56,7 por ciento de los ingresos operacionales. Esto mismo se ahondó y amplió con nuevos tributos en la reforma de 2014, en medio del estallido, precisamente cuando las cargas fiscales se fueron al alza y las tasas de ganancia, a la baja.

La crisis ha desatado el 'sálvese quien pueda'. En las cadenas económicas pugnan por imponerse quienes tienen posición predominante: los tres molinos de arroz, que controlan 70 por ciento del mercado, envilecen los precios de compra de los arroceros entrampados en las deudas; las compañías pasteurizadoras, algunas filiales de multinacionales, importan leche en polvo, lactosuero y derivados, lo que crea una 'enlechada' para pagar a los productores hasta el 50 por ciento del costo; las industrias de alimentos -varias también trasnacionales- que utilizan azúcar como materia prima arremeten contra ingenios y cañeros, acusándolos de supuesta 'cartelización', para así forzar compras masivas externas de edulcorantes, incluido jarabe de maíz y hasta etanol. Los TLC son el medio para adelantar tales cruzadas y otras, como la que ya despunta entre palmeros y procesadoras de aceite vegetal.

De ese modo no solo es más inicua la disparidad de precios relativos existente entre agro e industria, sino que se refuerza el perfil de manufactura de maquila, eliminando paulatinamente la producción nacional de materias primas y bienes intermedios, como se ha venido haciendo en 25 años de 'apertura', desplazando empleo nacional por extranjero y sin trasladar al consumidor el margen obtenido.

Inclusive entre los importadores, las contradicciones se agravan: poderosas comercializadoras y grandes superficies, francesas y portuguesas, norteamericanas y chilenas, apoyadas en sus TLC y con el aval del Gobierno bajo la ley anticontrabando, impelen a salir del negocio, al endurecer normas y requisitos a pequeños y medianos intermediarios, so pretexto de pretendidas legalidades, obviando que el 90 por ciento del matute es 'técnico'. Igualmente, se alegan restricciones fiscales 'insalvables' para transar a menos precio la cosecha cafetera, imponiendo libre mercado cuando los caficultores protestan en procura de precios de sustentación.

La resistencia civil asomó. Brotó la indignación de quienes se obstinan en defender las posiciones que con esfuerzo han conquistado, por no dejarse esquilmar. Abundan movilizaciones, desobediencia civil, foros y proclamas; las clases medias y acomodadas se oponen a ser lesionadas, a que recaiga sobre ellas el peso de la crisis. Por ahora se cruzan las espadas, pero está por verse el desenlace del duelo y la conducta que asumirán quienes antes invitaron a construir "el país de propietarios" y ahora les bajan la cuchilla. No parece haber espacio para engaños, cunde la rebeldía.

15 de julio de 2015.