LA LECCIÓN DE LA NUEVA DEMOCRACIA

Por AURELIO SUÁREZ MONTOYA


M
uchos de los análisis sobre el resultado electoral se han encauzado en registrar los números del uribismo contra el santismo. La primera agrupación califica de "ilegítima" una elección en la que -pese a contar con 19 senadores electos- denuncia, a manera de hechos nuevos, el 'chocorazo' fundado en males inveterados de la "democracia" colombiana, como fraude, mercado electoral, constreñimiento y demás lacras. La segunda bandería se reclama victoriosa porque "el partido del Presidente" ('la U', el Liberal, no sé...) apenas disminuyó de 28 a 21 senadores o porque, de 17 conservadores, controla la mayoría. La típica victoria pírrica.

Una lectura a fondo de los acontecimientos centrales de estas elecciones induce a otros enfoques. En primer lugar, los altos niveles de abstención, por encima del tope estructural del 55 por ciento, y un incremento de expresiones como tarjetas nulas o no marcadas, con características de "indignación", o del voto en blanco, que creció desde menos del 3 al 5,5 por ciento, y en regiones como Boyacá hasta el 10 por ciento. La misión de la OEA alertó al respecto. No solo eso, en campaña hubo expresiones públicas de rechazo, de cuasilinchamientos de "políticos", que motivaron a algunos 'outsiders' a apropiarse de la 'ola blanca', y hasta se dice que Petro saldría de la Alcaldía a encabezarla para la elección presidencial.

En segundo lugar, la corruptela hecha norma que ha recibido el inadecuado nombre de 'mermelada' para definir la práctica aberrante de reproducir, con recursos del erario y con la nómina y los contratos oficiales, a la clase política que volvió al Legislativo un apéndice del Ejecutivo. Este último destina paulatinamente más dinero para alimentar el barril sin fondo del "partido del Presupuesto", de los Besaile, los Gerlein, los Barreras, los Celis, los Elías y los 'jochos'. Este cohecho agravado -como debería calificarse el delito en boga- se comete según los votos emitidos por los congresistas sobre los proyectos del mayor interés gubernamental, bien los relacionados con profundizar "las aperturas", como los TLC, o bien con restricciones de principios democráticos, apareadas con los anteriores, como la reforma de la justicia.

De la mayor relevancia es que el senador con mayor votación, Jorge Robledo, con más de 192.000 votos, sea una de las contadas excepciones en la tradicional conducta parlamentaria. No maneja ni un puesto, ni un contrato, su éxito político no reside en la compra de votos por cualquier vía, sino en su posición sobre la Colombia de hoy. Rechaza que derechos, bienestar y riqueza nacionales se supediten a los intereses de toda suerte de monopolios. Robledo, al contrario, dice que se requiere una sociedad donde, "a la par con empresas mayores, incluidas foráneas, también se desarrollen las demás actividades económicas de todo tipo y tamaños menores, urbanas y rurales, dentro del objetivo estratégico de superar el atraso científico y tecnológico y generar empleos en abundancia y decentes". Y así actúa en la ruta de una Nueva Democracia que debe expresarse en todos los ámbitos de la vida nacional.

Aquí hay una lección para todos los congresistas, quienes podrían actuar en esa dirección -aun dentro de sus partidos- y no solo en asuntos parciales o temas puntuales, sino consistentemente; pero también para la "izquierda", tanto para la que se fue como Indiana Jones buscando el tesoro perdido del "centro" como para la que cree que la solución es el socialismo ya, el del siglo XXI. No, la lección para asimilar es la de la Nueva Democracia.

14 de marzo de 2014.