LA 'REVUELTA DEL VINAGRE' EN BRASIL, MÁS PAN Y MENOS CIRCO

Por AURELIO SUÁREZ MONTOYA

Brasil tiene 197 millones de personas, 49% de la población suramericana y 47% de su superficie, es la sexta economía mundial, el tercer sector industrial más avanzado de América y primer productor de varios géneros agrícolas y exportador de carne bovina.

Está entre los cinco primeros receptores globales de inversión extranjera, sumó 286 mil millones de dólares[1] entre 2007 y 2012, y produjo una revaluación del real frente al dólar de más del 40% entre 2004 y 2011. La inflación promedio ha sido del 5% anual, sin embargo, a mediados de 2013, tocó el techo del 4,5%, previsto para el año completo. Asimismo, en 2012 tuvo un crecimiento del 0,9% del PIB, dando signos de agotamiento del modelo de desarrollo del mercado interno con ahorro externo.

La "revuelta del vinagre" estalló por el alza de 0,20 reales en el pasaje del transporte público en algunas ciudades; para el 20 de junio, se había propagado a un centenar de municipalidades involucrando dos millones de personas. No se hicieron esperar demandas en educación y salud, la indignación por los excesos de represión policial y denuncias de corrupción. Se observaron toda suerte de consignas, reivindicaciones sociales y expresiones de desesperanza, la mayoría jóvenes urbanos, rechazando, además, la erogación de 27 mil millones de reales para realizar el mundial de futbol.[2] En el fondo, se han puesto en cuestión los logros sociales del PT en el gobierno, que parecen estar a mitad de camino. Veamos.

El gasto en salud pasó del 4,7%, del gasto público total, al 7,1% entre 2000 y 2010, no obstante, el 53% de los costos lo cubren los hogares.[3] La esperanza de vida es inferior a la de algunas naciones suramericanas; los indicadores respecto a la mortalidad de gestantes y recién nacidos, la vacunación y enfermedades infecciosas de interés en salud pública, muestran una evolución positiva; en tanto el 1,6% de la población es portadora de VIH. Se incrementó tanto el personal médico por habitante como la población con saneamiento básico, aún así, la dotación hospitalaria está por debajo de promedios globales.[4]

En educación, dice la OCDE para 2012, Brasil aumentó del 10,5% del gasto público total en 2000, a un récord del 16,8% en 2009; cifra equivalente al 5,5% del PIB, por debajo de la media internacional. No obstante, uno de cada cinco brasileros entre 15 y 29 años no tiene ni educación ni empleo, asunto ligado a la baja inversión en educación superior, donde hubo el menor gasto por estudiante. Sólo 11% de la población entre 25 y 64 años es profesional.

Un estudio sobre la dinámica de la desigualdad en Brasil, al reconocer la reducción del coeficiente de Gini de 0.593 a 0.552 en 2007 (y ahora en 0.541), y reiterar el papel en ese propósito del alza del salario mínimo, los subsidios del programa Bolsa Familia y de la disminución de la desigualdad educativa, señalaba que "los avances logrados, son apenas el primer paso de un largo viaje". [5]

Dilma Roussef ha prometido mayor inversión en ambas áreas, provenientes de las regalías petroleras, y ha emprendido la convocatoria a una reforma política plebiscitaria.

¿Será suficiente? Por ahora, el declive en su popularidad y la continuación de las protestas no parecen corroborarlo y, con mayor dificultad, si el modelo brasilero comienza a marchitarse. Por lo pronto, la lección para los reformistas es que los recorridos iniciados no pueden quedarse a la mitad y, peor, si - en mal momento- deciden jerarquizar el circo del futbol sobre el pan para las clases de ingresos medios y bajos.

Notas:

[1] http://www.eclac.org/prensa/noticia...

[2] http://www.nytimes.com/interactive/...

[3] http://www.quandl.com/health/brazil...

[4] http://www.who.int/gho/publications...

[5] Barros R., et al., "Los mercados, el Estado y la dinámica de la desigualdad en Brasil" en López Luis F. y Lustig Nora, "La disminución de la desigualdad en América Latina", FCE, México 2011, pp. 193-242.

2 de julio de 2013.