Desde 1988, LIME y Ciudad Limpia fueron
contratadas para la recolección de basura, barrido y limpieza
del 40% de Bogotá y en 1991 otra adicional, Aseo Capital, se
encargó del 20%. La empresa distrital, EDIS, que cubría
el 40% restante, fue liquidada en 1993 y entonces se dio en concesión
a particulares el 100% de la prestación del servicio. Estas tres
compañías, dos de las cuales además tienen vínculos
con Transmilenio, han conservado siempre sus contratos.
Poco sabe la ciudadanía de este tipo de concesiones extendidas
ya por Colombia, donde de tal modo se presta el servicio en el 37% de
las áreas urbanas. Los parámetros establecidos por Mockus
en Bogotá para la licitación de seis áreas de servicio
exclusivo por siete años, 2003-2009, dispararon las ganancias
empresariales, haciendo que el negocio no fuera precisamente "una
basura". Empezando por la forma de pago a los concesionarios, que
no se hace por tonelada recogida y transportada sino como porcentaje
del recaudo, así sus ingresos no dependen del trabajo efectivamente
realizado sino del cumplimiento de los usuarios con las facturas. Si
a esto se agrega el alza en las tarifas de 2003 a 2009, no sorprende
que en este lapso recibieran más de $1,42 billones, salvando
de sobra sus inversiones, y a lo cual debe adicionarse lo percibido
en 2010 cuando el contrato se prorrogó por seis meses.
Las toneladas manipuladas entre 2004 y 2009 no crecieron más
del 15%; mientras las tarifas mensuales de aseo se incrementaron, para
los estratos dos y tres, que son la mayoría del recaudo, en más
del 70%, de $5.456 a $9.358 y de $8.276 a $13.258, respectivamente.
Una exageración sobre la cual la Contraloría Distrital
advirtió que, una vez repartida la bolsa recaudada, sobraron
$60 mil millones usurpados a los usuarios.
Bogotá genera 7.200 toneladas diarias de basura y 1.500 de ellas
son reciclaje, recogido por 20 mil recicladores que las llevan a 1.200
bodegas. Pese a que las empresas recibieron pagos por esa "ronda
especial", que no efectuaron, nada trasladaron a los recicladores
y, si también se tiene en cuenta que los operarios de los carros
están enganchados por modalidades de "tercerización",
el negocio es igual al de un filón con esclavos.
Quieren más. La licitación del relleno Doña Juana
y la de la concesión del servicio de aseo están en codiciosos
planes que excluyen a los recicladores. Para la primera, la sobreexcitación
en la audiencia de adjudicación de conocidos abogados de familias
cuyo interés en acaparar el reciclaje es sabido, demuestra el
propósito y, para la segunda, se libra un pulso grande de los
actuales concesionarios para optimizar, como sea, la explotación
de la mina de basura. ¿Puede la ciudadanía seguir ajena
a tanto abuso?
Bogotá, febrero 9 de 2011.