¿QUÉ NOS IMPORTA VENEZUELA?

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

El sorpresivo e inesperado arreglo al enfrentamiento entre los presidentes de Colombia, Ecuador y Venezuela evitó la tormenta que se cernía sobre el comercio exterior colombiano. Sin embargo el susto fue tan grande que bien vale la pena preguntarse que tan vulnerables somos a una interrupción del comercio con nuestros vecinos. La respuesta es que sí somos muy vulnerables y que en el corto plazo no hay alternativas para reemplazar esos mercados. Lo más preocupante es que, aunque se supere la crisis política, todavía hay un gran riesgo de que disminuyan nuestras exportaciones, sobre todo a Venezuela.

El primer hecho relevante es que Venezuela importa mucho de Colombia. Y cada vez más. El año pasado fueron 5.210 millones de dólares, cifra que representa un increíble crecimiento del 93% respecto del 2006, mientras que las exportaciones al resto del mundo tan solo crecieron 14.3%.

En el 2004 solo exportamos a Venezuela 1.623 millones de dólares, es decir que se cuadriplicaron en tan solo tres años.

Con este crecimiento el mercado venezolano absorbe hoy el 17% de nuestras exportaciones y ha llegado a ser nuestro segundo socio comercial, tan solo superado por Estados Unidos, que nos compró 10.373 millones de dólares el año pasado. Pero hay una gran diferencia:
el 72% de las exportaciones a este país son las tradicionales (combustibles y café) mientras que la totalidad de las ventas a Venezuela son de productos agroindustriales y manufacturados con mayor valor agregado. Las Exportaciones No Tradicionales a Estados Unidos cayeron 5% el año pasado, a pesar de tener las preferencias arancelarias del Atpdea, de manera que su participación se redujo al 19% mientras que Venezuela se consolidó, de lejos, como el primer destino para estos productos con una participación del 35% .

¿Qué explica este crecimiento tan acelerado? No es que hayamos descubierto alguna tecnología novedosa que abarató el precio de nuestros productos y los hizo más competitivos, ni que haya habido una mejora sustancial en la infraestructura de transporte entre los dos países. Tampoco encontramos la formula mágica para aumentar las exportaciones con una tasa de cambio revaluada, ni que hubiéramos firmado un TLC que redujera los aranceles de importación. Por el contrario, en estos años Venezuela se retiró de la CAN y se pusieron más trabas administrativas a los productos colombianos.

La única explicación son las condiciones internas de la economía venezolana: el rápido crecimiento de su demanda, la disminución de la oferta interna y, sobre todo, el creciente diferencial entre la tasa de cambio oficial y la paralela (que llegó a ser del 300%), el cual incentiva el arbitraje con los precios de importación.

En otras palabras, los colombianos debemos agradecer a Chávez sus políticas económicas porque han contribuido más al crecimiento de nuestro PIB que las políticas de este lado de la frontera: los 2.500 millones de dólares de exportaciones nuevas explican cerca de 2 puntos del incremento del PIB el año pasado.

Por lo tanto, el futuro de las exportaciones colombianas a Venezuela no depende tanto de las relaciones diplomáticas, sino de la capacidad del gobierno de ese país de evitar que exploten los desequilibrios macroeconómicos. En otras palabras, a pesar de los buenos oficios del Grupo de Río todavía tenemos un alto riesgo de que se reduzcan las exportaciones. Un escenario probable es que Venezuela tenga que adoptar un sistema de tasas de cambio múltiple (una preferencial para alimentos, otra intermedia para materias primas y una más alta para el resto de productos), caso en el cual más de la mitad de los productos colombianos se verían afectados.

Para ver la preponderancia de los factores económicos sobre los políticos puede imaginarse otro escenario muy poco probable pero con el que sueñan inclusive algunos ministros: que se caiga Chávez. En este caso el colapso de las exportaciones colombianas sería total, porque el nuevo régimen aplicaría una terapia de choque que, como en Argentina en el 2000, incluiría una devaluación masiva y una profunda recesión que reduciría drásticamente la capacidad de compra de los venezolanos y por ende nuestras exportaciones.

Para conjurar esos temores se dice que Venezuela depende muchísimo de las importaciones colombianas y que no puede cortarlas de tajo. En el corto plazo eso puede ser cierto en el caso de los productos alimenticios y de primera necesidad, pero el año pasado las exportaciones de estos rubros tan solo fueron 980 millones de dólares. Es decir, más del 80% del total seguiría expuesto al riesgo. Además, en el mediano plazo y con petróleo por encima de 100 dólares el barril siempre es posible encontrar otros proveedores aunque sea pagando más caro.

Siempre es útil mirar las cosas desde la perspectiva de la contraparte: Colombia no es tan importante para Venezuela como ellos lo son para nosotros. Si bien Colombia ha aumentado su participación en las importaciones venezolanas del 6% al 12%, todavía sigue siendo un porcentaje bajo y enfrentamos la competencia de otros países como Brasil, China y Argentina.

No hay que hacerse muchas ilusiones. Venezuela es un mercado irremplazable para Colombia, mientras que la mayoría de los productos colombianos sí pueden ser sustituidos en ese país.

Una consideración final. Decir que el TLC de Colombia con Estados Unidos es la solución al problema comercial con Venezuela es un gran sofisma. Llevamos casi seis años con las preferencias arancelarias del Atpdea y aún así están cayendo nuestras exportaciones a los Estados Unidos. El TLC lo único que va a hacer en materia arancelaria es mantener las preferencias, por lo que no hay ninguna razón que permita pensar que esa va a ser la solución para exportar más a ese país.