EL LEGADO CONSERVADOR

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

Son bien conocidas las afinidades ideológicas y políticas entre Álvaro Uribe y George W. Bush, que han llevado a que nuestro presidente sea no sólo el mejor aliado de Bush en Suramérica, apoyándolo inclusive en decisiones tan equivocadas como la invasión a Iraq, sino su 'legado' en una región que ha dado un viraje hacia gobiernos de izquierda democrática, ateniéndonos al primer significado que le da el diccionario a esta palabra como sinónimo de delegado o representante.

Pero el título de esta columna no se refiere al papel que le han delegado los Estados Unidos al populismo de derecha del Gobierno colombiano frente a los populismos de izquierda de los vecinos, sino al segundo significado de 'legado', que, según la Real Academia, es "lo que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial". En el legado que quieren dejar los dos presidentes para la posteridad también hay grandes semejanzas.

En el caso de Bush, ni su bajísimo nivel de popularidad ni el rechazo de la mayoría del electorado a sus políticas y ni siquiera el control del Congreso por parte de los demócratas le van a impedir que empuje su país hacia la derecha, que debilite las tendencias liberales de la sociedad norteamericana y haga más conservadoras sus instituciones. El instrumento para lograr este propósito no van a ser leyes -que no le va a aprobar el Congreso-, ni decretos presidenciales -que pueden ser derogados por su sucesor-, sino uno más casual, pero perdurable: la posibilidad que ha tenido de nombrar dos de los jueces de la Corte Suprema de Justicia, que allá es la encargada de aplicar e interpretar la Constitución.

Ha sido casual porque en los EE.UU. los miembros de la Corte Suprema son nombrados de por vida y sólo son reemplazados cuando mueren o deciden retirarse; por coincidencia durante el período de Bush se retiraron dos de los jueces y los reemplazos elegidos por él fueron, según la revista The Economist, "dos brillantes y sólidos conservadores", que ya han empezado a desplazar las decisiones de la Corte significativamente hacia la derecha, en temas como los derechos civiles, la acción afirmativa contra la discriminación racial, el aborto o la separación entre la Iglesia y el Estado. Para la misma revista esto ha sido un claro triunfo de las fuerzas conservadoras y una derrota de las tendencias liberales que predominaron desde los años 60, que va a continuar influenciando la política y las instituciones norteamericanas por varias décadas.

En Colombia, durante los gobiernos de Uribe se ha venido dando un proceso similar con el cambio en la composición de la Corte Constitucional, que parece que se va a consolidar con el reemplazo del magistrado Álvaro Tafur, pues se dice que el presidente Uribe está preparando una terna de candidatas de talante ultraconservador y vinculadas, por lo menos una de ellas, al Opus Dei, que representa la corriente más retrógrada de la Iglesia Católica. El ex director de la revista Cambio Mauricio Vargas se declaró aterrado frente a esta terna "con olor a sahumerio clerical".

Hay dos diferencias sustanciales con lo que pasa en EE.UU. La primera, que aquí se trata de un presidente con una alta popularidad y que cuenta con la mayoría en el Congreso (por lo menos mientras tenga puestos para ofrecer); la segunda, que en Colombia no es por casualidad, puesto que aquí los magistrados de la Corte no son vitalicios, sino elegidos para períodos fijos de ocho años, o sea que cada presidente siempre tenía la oportunidad de postular tres o cuatro candidatos. El problema es que el cambio del 'articulito' de la reelección trastornó todo el andamiaje institucional del Estado y le dio a Uribe la posibilidad de nominar a casi todos los magistrados de la Corte, lo mismo que al Procurador, al Fiscal y al Contralor, debilitando así la división de poderes indispensable para que la democracia no se convierta en dictadura.

Hay que recordar, además, que desde el inicio de su gobierno Uribe se enfrentó duramente a la Corte Constitucional e incluso preparó un proyecto de reforma para limitarle sus funciones. Ahora, con la mayoría lograda en este Tribunal, ya puede garantizar su legado conservador para debilitar la Constitución del 91; logrado ese propósito, ahora enfila sus baterías contra la Corte Suprema y luego contra cualquier institución que se oponga a sus designios de poder absoluto.