EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

Al iniciar el proceso de recuperación de las haciendas usurpadas por los hermanos Castaño en el departamento de Córdoba para restituirlas a los campesinos que fueron desplazados de esas tierras, el Ministro de Agricultura ha dicho que así se "va al corazón del despojo de las mafias paramilitares". Si el Gobierno tiene éxito en su intento, como esperamos que lo tenga, se habrá dado un significativo paso hacia la solución del conflicto armado en Colombia, que tuvo su origen en la disputa por la tierra.

No es por el tamaño de las tierras involucradas en este proceso. La hacienda Santa Paula, a la que va dirigida la primera demanda, tan solo tiene 1.195 hectáreas, y se estima que en Córdoba se podrían llegar a recuperar unas 10.000 hectáreas que fueron despojadas por los Castaño a unas 800 familias campesinas.

Son cifras pequeñas comparadas con el tamaño del despojo en todo el país. El Superintendente de Notariado acaba de informar que hay más un millón de hectáreas con falsas escrituras y testaferrato. Según estimativos del DNP fueron 417.000 las familias que fueron forzadas a abandonar sus parcelas, y la cantidad de tierras usurpadas o abandonadas por la violencia puede llegar a 6,6 millones de hectáreas. En solo el departamento de Córdoba fueron más de 170.000 las hectáreas despojadas por los paramilitares.

Pero la recuperación de tierras de los Castaño en Córdoba sí tiene un carácter emblemático, porque ese fue el verdadero 'corazón de las tinieblas', para copiar la frase de Conrad, el sitio donde se incubó y desarrolló el proyecto paramilitar de 'refundar la patria'. Que empezó como una estrategia de autodefensa de ganaderos y terratenientes contra la guerrilla, inclusive con el apoyo de políticos y sectores del Ejército, pero pronto se transformó en una diabólica máquina de masacres, expropiaciones y narcotráfico, que tuvo la osadía de querer llegar a controlar el Estado.

Fue en Córdoba donde los Castaño y los Mancuso sentaron sus cuarteles generales; allí cometieron las primeras masacres y asesinaron a quienes se los oponía; allí forjaron las alianzas de la parapolítica y se firmó el pacto de Santa Fe de Ralito. Fue en sus haciendas donde se organizó el apoyo financiero y electoral de los paramilitares a las campañas de elección y reelección de su vecino, el dueño del Ubérrimo, tal como lo acaban de confesar públicamente Mancuso y dos de los parlamentarios que participaron en la campaña.
No la tiene fácil el Gobierno. Son enormes los obstáculos que deberá sortear para que la restitución de tierras a las víctimas culmine con éxito, porque los usurpadores se van a defender con todos los medios, inclusive lícitos. De seguro usarán toda clase de argucias jurídicas y leguleyadas para entorpecer y dilatar el proceso, y seguirán tratando de amedrentar a los reclamantes, con sobornos y amenazas y hasta con asesinatos como el de la líder campesina Yolanda Izquierdo en el 2007.

Además es muy importante tener en cuenta que la restitución jurídica es solo la primera etapa del proceso, y que la propiedad de la tierra no es suficiente. El Gobierno tiene que establecer los mecanismos para evitar que los campesinos vuelvan a ser expulsados de sus tierras, como ya ha sucedido en el pasado, y sobre todo impulsar un verdadero programa de desarrollo agrario integral que permita a los campesinos el aprovechamiento productivo de la tierra, el uso de las mejores tecnologías y la comercialización de sus productos.

No basta con decir que la tierra es de quien la trabaja, sino que al trabajarla debe producir lo suficiente para llevar una vida digna.
30 de septiembre de 2012.