EL FRACASO DE LA POLÍTICA AGRÍCOLA

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

Por sus frutos los conoceréis. Esta metáfora campesina del Evangelio es adecuada para el debate sobre la política agrícola del presidente Uribe y de su ex ministro Arias, porque, además de las justificadas críticas a la vergonzosa distribución de subsidios entre reinas y promotores de la reelección presidencial, es necesario analizar cuáles han sido los frutos del modelo de desarrollo agrícola implantado por este Gobierno.

Ante todo hay que reconocer que el Ministerio de Agricultura ha recibido un trato privilegiado en términos de recursos. En efecto, mientras que en el primer presupuesto del gobierno Uribe, en el 2003, recibió $274.000 millones, el año pasado se le asignaron $1,4 billones, es decir que se multiplicaron por cinco los recursos destinados a promover la agricultura, además de promover la imagen y la candidatura presidencial del ex ministro.

De otra parte, también hay que reconocer que el sector rural ha sido el más beneficiado con los logros de la política de seguridad, pues los golpes a la guerrilla la han replegado, han disminuido los secuestros y los empresarios agrícolas ya pueden atender sus fincas.

La pregunta clave es ¿qué resultados se obtuvieron con esa enorme cantidad de recursos y con la mayor presencia del Ejército en el campo colombiano? La respuesta es que los frutos del modelo fueron muy pocos, entre mediocres, malos y podridos. Lo cual quiere decir que ese modelo no sirve.

El fruto mediocre es el crecimiento del sector, que fue positivo pero muy inferior al resto de la economía. Según el Dane (no son mentiras de la oposición), en los dos gobiernos de Uribe el PIB del sector agrícola creció el 19,1%, pero el resto de la economía creció exactamente el doble, el 38,2%. Parece que la Seguridad Democrática y la confianza inversionista no ayudan tanto al crecimiento como lo dice la propaganda oficial.

Lo grave de este crecimiento mediocre es que se dio en los años de la mayor bonanza internacional de precios de productos agrícolas, que sí fue aprovechada por otros países. Los datos de la Cepal muestran que hasta el 2007 en Latinoamérica el PIB agrícola creció el 27%, que fue la misma tasa de crecimiento del resto de la economía.

El fruto malo lo muestra otra comparación internacional con el índice de la producción agrícola de la FAO, que abarca todos los productos de la agricultura y la ganadería de cada país. Según este índice, entre el 2002 y el 2007 el volumen de la producción agrícola mundial creció 13%, en las Américas 14,3% y en el Asia 18,5%. En Colombia, por el contrario, la producción DISMINUYÓ (sí, disminuyó, no es un error tipográfico) 5,3%.

El fruto podrido del modelo agrícola de Uribe y 'Uribito' es el desempleo. Lo que se ha llamado el 'modelo Carimagua', que es la aplicación al campo de la política de "confianza inversionista", es la visión según la cual los campesinos son demasiado ignorantes para ser propietarios de la tierra y por eso hay que entregársela a los grandes empresarios, junto con generosos subsidios, para que les hagan el favor de dar empleo a esos pobres campesinos.

El resultado de esta política es asombroso, pero no sorprendente: de nuevo el Dane nos informa que entre el último trimestre del 2002 y el mismo trimestre del año pasado en la economía no agrícola del país se crearon 1.478.000 empleos, pero que en el sector agropecuario desaparecieron 185.000 puestos de trabajo.

En resumen, todos los regalos de recursos públicos a los grandes empresarios no han acelerado el crecimiento de la agricultura ni han servido para generar empleo en el campo; la torta agrícola sí ha crecido (aunque poco), pero no se ha repartido sino que se ha quedado en los bolsillos de unos pocos. Eso es lo que el Presidente llama cohesión social.

Noviembre 8 de 2009.