URIBE Y LA OPINIÓN ILUSTRADA

POR MAURICIO CABRERA GALVIS

Cada vez hay más indicios de que Uribe está perdiendo popularidad entre los estratos altos de la población, sobretodo entre los que tienen un mayor nivel educativo, y que estos grupos sociales son los que menos apoyan la segunda reelección del candidato-Presidente. No quiere decir que no reconozcan sus logros, pero sí que no están de acuerdo con que quiera perpetuarse en el poder utilizando toda clase de métodos, hasta los legales.

Eso es lo que registran las encuestas, las mismas que le dan todavía un alto grado de popularidad y aceptación entre la mayoría de la población, pero también se percibe en los círculos empresariales y profesionales donde los críticos de Uribe ya no son unos bichos raros sino que crece la audiencia que comparte sus opiniones. Además, ha sido notorio el rechazo al referendo reeleccionista de la inmensa mayoría de los columnistas de opinión y de los editoriales de los periódicos, inclusive de muchos que apoyaron la primera reelección.

Esta tendencia se confirma en los resultados de la última gran encuesta política patrocinada por varios medios de comunicación y realizada por Ipsos-Napoleón Franco. En efecto, mientras que la imagen favorable de Uribe llega al 81% en los estratos bajos (1 y 2) en los estratos altos (5 y 6) cae al 52%. Una diferencia de 30 puntos porcentuales es demasiado grande para ignorarla.

En la posición frente al referendo para la segunda reelección aparece una diferencia similar: en los estratos bajos el 73% de los encuestados está de acuerdo, mientras que en los altos sólo el 49% aprueba el quiebre de la Constitución y de las instituciones democráticas. Y eso que esta encuesta fue realizada antes del lamentable espectáculo de la compra de votos para la aprobación del referendo en la Cámara.

Una explicación simplista de esta divergencia de opiniones sería atribuir el apoyo de los estratos bajos a unos excelentes resultados del Gobierno en materia de disminución de la pobreza y la desigualdad y el descontento de los ricos a unas políticas redistributivas que les hubieran afectado sus bolsillos. Sin embargo, las mismas cifras oficiales muestran que en los gobiernos de Uribe han sido pocos los avances en materia de miseria y pobreza y que ha aumentado la concentración del ingreso y la riqueza.

Tampoco es válida una interpretación moralista según la cual los pobres, apremiados por el hambre y las necesidades básicas, serían más laxos en materia de principios éticos, mientras que los ricos son más estrictos y rechazan la cultura del atajo y el 'todo vale' que ha usado el Presidente para buscar su reelección.

Una pista para entender la divergencia de opiniones la da la misma encuesta cuando las discrimina según nivel educativo. Entre las personas sin estudio o con sólo educación primaria el 81% tiene una imagen favorable de Uribe y el 75% están de acuerdo con que se haga el referendo; pero entre las personas con estudios universitarios la favorabilidad es sólo del 61% y el apoyo al referendo el 51%, y entre quienes tienen posgrado cae al 51% y el 43%, respectivamente. Entre más estudios menor el apoyo al Presidente.

No se trata de una posición elitista para la cual los pobres son brutos y los ricos inteligentes, sino que es un problema de las fuentes y la cantidad de información que recibe cada grupo social. En los estratos bajos la televisión es la fuente casi única de información y su mezcla de goles, tetas y balas esconde la verdadera realidad del país con la esperanza de que se demore más la adjudicación del tercer canal. En los estratos altos el acceso a la radio y los periódicos les da más información, lo que genera una opinión ilustrada que es la antítesis del "estado de opinión". Cada vez hay más indicios de que Uribe está perdiendo popularidad entre los estratos altos de la población, sobretodo entre los que tienen un mayor nivel educativo, y que estos grupos sociales son los que menos apoyan la segunda reelección del candidato-Presidente. No quiere decir que no reconozcan sus logros, pero sí que no están de acuerdo con que quiera perpetuarse en el poder utilizando toda clase de métodos, hasta los legales.

Eso es lo que registran las encuestas, las mismas que le dan todavía un alto grado de popularidad y aceptación entre la mayoría de la población, pero también se percibe en los círculos empresariales y profesionales donde los críticos de Uribe ya no son unos bichos raros sino que crece la audiencia que comparte sus opiniones. Además, ha sido notorio el rechazo al referendo reeleccionista de la inmensa mayoría de los columnistas de opinión y de los editoriales de los periódicos, inclusive de muchos que apoyaron la primera reelección.

Esta tendencia se confirma en los resultados de la última gran encuesta política patrocinada por varios medios de comunicación y realizada por Ipsos-Napoleón Franco. En efecto, mientras que la imagen favorable de Uribe llega al 81% en los estratos bajos (1 y 2) en los estratos altos (5 y 6) cae al 52%. Una diferencia de 30 puntos porcentuales es demasiado grande para ignorarla.

En la posición frente al referendo para la segunda reelección aparece una diferencia similar: en los estratos bajos el 73% de los encuestados está de acuerdo, mientras que en los altos sólo el 49% aprueba el quiebre de la Constitución y de las instituciones democráticas. Y eso que esta encuesta fue realizada antes del lamentable espectáculo de la compra de votos para la aprobación del referendo en la Cámara.

Una explicación simplista de esta divergencia de opiniones sería atribuir el apoyo de los estratos bajos a unos excelentes resultados del Gobierno en materia de disminución de la pobreza y la desigualdad y el descontento de los ricos a unas políticas redistributivas que les hubieran afectado sus bolsillos. Sin embargo, las mismas cifras oficiales muestran que en los gobiernos de Uribe han sido pocos los avances en materia de miseria y pobreza y que ha aumentado la concentración del ingreso y la riqueza.

Tampoco es válida una interpretación moralista según la cual los pobres, apremiados por el hambre y las necesidades básicas, serían más laxos en materia de principios éticos, mientras que los ricos son más estrictos y rechazan la cultura del atajo y el 'todo vale' que ha usado el Presidente para buscar su reelección.

Una pista para entender la divergencia de opiniones la da la misma encuesta cuando las discrimina según nivel educativo. Entre las personas sin estudio o con sólo educación primaria el 81% tiene una imagen favorable de Uribe y el 75% están de acuerdo con que se haga el referendo; pero entre las personas con estudios universitarios la favorabilidad es sólo del 61% y el apoyo al referendo el 51%, y entre quienes tienen posgrado cae al 51% y el 43%, respectivamente. Entre más estudios menor el apoyo al Presidente.

No se trata de una posición elitista para la cual los pobres son brutos y los ricos inteligentes, sino que es un problema de las fuentes y la cantidad de información que recibe cada grupo social. En los estratos bajos la televisión es la fuente casi única de información y su mezcla de goles, tetas y balas esconde la verdadera realidad del país con la esperanza de que se demore más la adjudicación del tercer canal. En los estratos altos el acceso a la radio y los periódicos les da más información, lo que genera una opinión ilustrada que es la antítesis del "estado de opinión".

Septiembre 13 de 2009.