LA "MUERTE DE LAS IDEOLOGÍAS"

Por RODRIGO BORJA

Una de las grandes falacias de nuestro tiempo -que se la repite con isócrona y sospechosa frecuencia- es que han muerto las ideologías. Lo dicen quienes hacen política hablando mal de la política y toman una posición ideológica proclamando la muerte de las ideologías. Esta es una tesis falsa y peligrosa. Falsa, porque no es verdad que ellas hayan muerto. Y peligrosa, porque fomenta, entre otros males, el populismo, que es el arrebañamiento de las masas, sin brújula doctrinal ni bandera, en torno de ese hechicero del siglo XXI que es el caudillo populista.

El dogmatismo de derecha sostiene esta tesis. Uno de sus inspiradores es el cuasifilósofo Francis Fukuyama, quien afirma que después de la confrontación Este-Oeste la lucha ideológica y la historia han llegado a su final con el triunfo de la democracia liberal. Para Fukuyama no existen las leyes de la dialéctica, que abren a cada paso nuevas controversias.

Las ideologías políticas son sistemas de ideas, creencias y valores filosóficos sobre el fenómeno humano y el fenómeno social.

La palabra "idéologie" fue acuñada por el filósofo francés Antoine-Louis Destutt de Tracy en 1795 como "ciencia general de las ideas" y divulgada por los pensadores de la Revolución Francesa.

Las ideologías entrañan una concepción del mundo, una cosmovisión: son distintas maneras de entender la libertad, la justicia social, el equilibrio entre la libertad y la autoridad, las tensiones entre la libertad y la igualdad, la organización y fines del Estado, los linderos del concepto democrático, la distribución del ingreso, la organización y participación popular, los límites y responsabilidad social del derecho de propiedad y otros temas cardinales de la convivencia humana.

Las ideologías dicen lo que hay que hacer desde el poder y para quién, mientras que los esquemas programáticos, que son un desprendimiento de ellas, señalan el cómo y el cuánto de tales acciones. En consecuencia, en todos los actos políticos y gubernativos está presente la ideología.

Cuando en el presupuesto estatal, por ejemplo, se fijan prioridades en el gasto público, allí está la ideología para explicar por qué se privilegia una inversión y posterga otra.

Las ideologías son seres vivos, siempre perfectibles y en permanente integración. La quietud ideológica no existe. No hay "sagradas escrituras" políticas establecidas para siempre. Pero ninguna ideología es eterna. Todas obedecen el ciclo vital de nacimiento, plenitud, decadencia y muerte.

Las ideologías políticas y, por supuesto, las acciones que se cumplen en su nombre, poseen siempre una ética puesto que inevitablemente sus propuestas tienen destinatarios. Favorecen o perjudican a alguien concreto. Hay una ética del poder y una ética de las tesis económicas.

Por eso todas las ideologías llevan implícita una justificación deontológica de sus planteamientos.

Julio 3 de 2011.